EL AMOR CRISTIANO…
Lo que Jesús nos propone en el Evangelio de este domingo nos resulta chocante, porque no coincide con nuestro modo espontáneo de reaccionar, ni coincide tampoco con los sentimientos y deseos espontáneos de nuestro corazón cuando somos o nos sentimos ofendidos.
Ser rencoroso, desear aplicar la justicia por nuestra cuenta, castigar y hacer pagar las ofensas que hemos recibido, puede estar motivado más por deseos de venganza que por reclamar justicia.
El estilo de Jesús no es devolver mal por mal y pagar con la misma moneda. Jesús va más allá. Pide a sus discípulos que el motor de todos sus actos sea el amor, que venzan el mal a fuerza de bien.
En alguna ocasión oímos la expresión: te perdono, pero no olvido. Y en el fondo estamos queriendo decir que esperamos la ocasión de aplicar nuestra justicia con un espíritu más bien vengativo.
Ser discípulo de Jesús es estar dispuesto a amar siempre, a ser generoso en el perdón y la misericordia, a aceptar con humildad y paciencia las ofensas recibidas, y descubrir que el sufrimiento que nos producen las ofensas es un camino de purificación, una ocasión de reconocimiento o descubrimiento de nuestros propios errores y debilidades, y eso nos hará más comprensivos y tolerantes.