Drogas y adolescentes

Drogas y adolescentes
REFLEXIONESNES PARA LA COMUNIDAD EDUCATIVA

Amando Vega analiza los aspectos básicos información, colaboración familia-centro, formación de personal entre otros que se ha de tener en cuenta a la hora de planificar intervenciones educativas coherentes en los centros. Debido a la extensión de este análisis ofrecemos en este n?mero la primera parte.

Con facilidad se habla hoy sobre la necesidad de educar sobre las drogas, a la hora de ofrecer respuestas a la problemática de las drogas. De la educación sobre drogas habla el hombre de la calle y el profesional, el político y el policía, los sanitarios y los profesores. Pero, qué se quiere decir cuando de educación hablamos Si analizamos la práctica resulta fácil comprobar la existencia de no pocas diferencias a la hora de plantear esta intervención educativa. Mientras que para unos importa, ante todo, la amenaza y el castigo («la letra con sangre entra»), para otros, importa ofrecer información objetiva (?) sobre las drogas con el convencimiento que bastará tener conocimientos para no llegar al abuso. Pero no falta qu ien sos tiene que la información es negativa o puede serlo en ciertas circunstancias.

La verdad es que la educación no es una tarea fácil y menos cuando se trata de un problema tan complejo como el de las drogas. Conviene por esto reflexionar sobre datos concretos de problemas concretos para atisbar cuáles pueden ser las intervenciones educativas más adecuadas a las necesidades existentes. Este trabajo, en concreto, se centra en los datos obtenidos en el estudio Escuela y Drogas IV (ELZO, J. Y Otros, 1992) sobre las drogas en los adolescentes de San Sebastián. Es un estudio de seguimiento que se inició en el año 1981, que muestra la tendencia tanto del consumo como de las actitudes de los adolescentes de esta ciudad ente las diferentes drogas.

Aquí se hace referencia a ciertos aspectos relacionados con la intervención educativa que piden una reflexión más profunda de los miembros de la comunidad educativa (padres, profesores, alumnos, profesionales de apoyo….) y un compromiso educador, en el pleno sentido de la palabra, más allá de alarmismos fáciles, respuestas puntuales o actuaciones simplemente informativas.

1. LAS DROGAS Y LOS ADOLESCENTES

Frente al recurso fácil al tópico, donde se asocia consumo de drogas sobre todo, ilegales, con los adolescentes y jóvenes, empiezan a surgir nuevos datos más optimistas, donde puede verse la disminución en el consumo de estas sustancias. Por los resultados obtenidos en el creciente estudio realizado en San Sebastián (ELZO Y OTROS, 1992), aparece hoy una clara recesión del consumo de drogas ilegales entre los adolescentes de esta ciudad, as? como un creciente n?mero de no fumadores entre los mismos, y un consumo menor de cigarrillos entre los consumidores. Son datos que invitan acierto optimismo entre los educadores y que, en cierto modo, confirman que los esfuerzos realizados en nuestra sociedad para formar los posibles demandantes de las drogas no parecen in?tiles. Destacan los motivos aportados por los adolescentes no consumidores para no implicarse en el consumo: no lo necesito, 71,0%; por motivos de salud, 66,9%; te conviertes en tirado, 46’6%, terminas enganchado, 33,0%. Dominan, pues, las justificaciones de tipo positivo.

Sin embargo, queda pendiente el compromiso educativo con una droga, el alcohol, cuyo consumo no disminuye, sino que aumenta en los d?as festivos, con un colectivo cada vez m?s amplio de bebedores excesivos y de sospechosos de alcoholismo. Si desde hace a?os se reconoce que el alcohol es la droga por excelencia en el pa?s (VEGA, 1987; COMAS, 1985), estos datos constituyen una llamada urgente de atenci?n a una respuesta educativa coherente con el actual problema de las drogas.

Siempre se ha dicho que ante cualquier medida preventiva, habr? que tener en cuenta los posibles

efectos indirectos provocados por las mismas. En este sentido, ante el rechazo de unas drogas determinadas se ha considerado la posibilidad de que la poblaci?n se orienta hacia el consumo de otras sustancias menos rechazadas socialmente y que, por lo tanto, estas sustancias puedan constituirse en drogas sustitutivas. Esta derivaci?n hacia sustancias menos conflictivas puede darse de forma especial en este momento en el que dominan posturas represivas ante el consumo p?blico de sustancias ilegales. Esto es lo que sucede con toda claridad con el alcohol, sustancia cada vez m?s considerada, seg?n nuestro estudio, como «droga» (80,3%) a nivel cognitivo, pero sustancia asociada a la amistad, (poteo con los amigos, 50,3%), la fiesta (discoteca, 40,6%), a la excursi?n (27,2%), al encuentro hogare?o (27,5%), o a la calle (13,4%). No extra?a, entonces, que el alcohol se consuma porque gusta, porque facilita el encuentro con los amigos, porque ayuda a pasar el rato. La actual «lucha contra las drogas», al mismo tiempo que llama la atenci?n p?blica sobre el problema, dejando de lado el abuso de las drogas legales, como el alcohol, as? como sus efectos personales y sociales.

En el estudio aparecen varias llamadas de atenci?n para los educadores, llamadas que conviene destacar para la reflexi?n pedag?gica y la posterior intervenci?n educativa escolar y extraescolar. En primer lugar, aparece una clara progresi?n del consumo abusivo de bebidas alcoh?licas en las fiestas, con cantidades que pueden considerarse propias del «alcoholismo». Este abuso del alcohol en edades tempranas constituye el primer paso hacia la dependencia posterior de esta droga. Aparece as? una situaci?n de alto riesgo que exige intervenciones educativas contundentes en el ?mbito educativo, unidas a otras medidas m?s generales. No hay que olvidar que poco puede hacer el sistema educativo, si su intervenci?n no se integra dentro una respuesta social m?s amplia en un compromiso coherente con la problem?tica de todos los estamentos sociales, entre los que la familia juega un papel primordial.

En segundo lugar, destacan las razones expuestas por los adolescentes para justificar su consumo, entre las que se encuentran planteamientos gasta ahora aplicados a las drogas ilegales. El alcohol sirve «para colocarse», (17.1%), para olvidar (4,6%), para liberarse (3,5%). Por otra parte ante la frase «colocarse es una forma de olvidar», el 29.3% parece estar de acuerdo. Por lo que se refiere a la borrachera, es aceptada por el 18,6% mientras que 34,6% se muestra indiferente. Para algunos, estos porcentajes pueden parecer reducidos, pero son aspectos nuevos de una nueva forma de consumir alcohol, lejana del consumo tradicional de esta sustancia y pr?xima a la b?squeda de los efectos «liberadores» de la «droga». ?El alcohol no se puede convertir en una droga sustitutoria de las drogas ilegales cada vez m?s perseguidas y rechazadas?.

Llama tambi?n la atenci?n, a parte de la aceptaci?n familiar de esta sustancia, que la casa sea uno de los lugares preferidos para el consumo. Destaca tambi?n la existencia de consumo abusivo en el propio hogar con un «beber m?s de la cuenta» que llega al 8,2% en el padre, 0,7% en la madre y 1,4% en los dos. Aparece as? otro colectivo de alto riesgo, sometido a una serie de tensiones y dificultades dentro del propio hogar, tensiones que l?gicamente limitar?n el desarrollo educativo de los individuos afectados, al mismo tiempo que facilita el aprendizaje del consumo del alcohol y el posterior abuso de esta droga (VAR0,1991).

Aparece otro dato que invita a la reflexi?n; la edad de inicio cada vez m?s temprana en el consumo del alcohol. Por los resultados obtenidos al considerar este aspecto, aparece una clara tendencia a iniciarse en edades cada vez m?s j?venes.

Por otra parte, el grupo de compa?eros aparece en su mayor?a como consumidor de alcohol. Precisamente la investigaci?n muestra c?mo las probabilidades de abuso posterior en el consumo de alcohol aumenta a medida que desciende la edad de inicio. Otro factor b?sico que favorece el consumo es la presi?n propia del grupo, sobre todo en una edad como la adolescencia, en la que el grupo sirve tambi?n como refugio ante los problemas personales.

Existen otros datos de inter?s que no pueden dejar de lado los educadores. Cada fin de semana, aparecen como noticia los accidentes de coche de j?venes, en no pocas ocasiones con graves consecuencias. As? en Catalu?a est? constatado que el 71% de los j?venes conducen despu?s de haber bebido, que en el 50% de accidentes mortales de tr?nsito interviene alguna persona con un nivel de alcoholemia superior a los 0,8 gr. por litro de sangre o que el 25% de los conductores muertos en accidentes de tr?fico son j?venes de 18 a 23 a?os (SIERRA, 1991). Esta problem?tica no puede pasar desapercibida en ning?n centro educativo dedicado a los j?venes. En el caso de San Sebasti?n, se constata, a parte del abuso del alcohol en los fines de semana, los amplios porcentajes de gente joven que suele retirarse al hogar a altas horas de la madrugada, y precisamente llegan m?s tarde a casa los que m?s alcohol consumen.

Con este ?ltimo aspecto de la vuelta a casa y el consumo de alcohol, se puede considerar tambi?n la problem?tica de las relaciones sexuales y el SIDA. Las relaciones sexuales entre menores no parecen muy cuestionadas entre poblaci?n adolescente, con s?lo un 24,5% que manifiesta su desacuerdo frente al 41,5% que opta por la aceptaci?n y un 33,2% que se muestra indiferente. Aunque no dispongamos de muchos datos para sacar conclusiones, se invita a la reflexi?n la existencia de crecientes embarazos entre adolescentes en el Pais Vasco. Por otra parte, no hay que olvidar otra problem?tica de plena actualidad del SIDA asociada al consumo de drogas y a las relaciones sexuales, siendo el consumo de alcohol uno los factores de riesgo de forma especial en la adolescencia. Precisamente bajo los efectos de las drogas, y por supuesto, del alcohol, no se suele tomar las medidas adecuadas para tener una relaci?n sexual segura. Una relaci?n sexual no protegida representa uno de los principales factores de riesgo asociado al SIDA.

Ante esta situaci?n problem?tica del consumo de bebidas alcoh?licas, seg?n los datos obtenidos en el estudio, no surge una mayor inquietud entre los profesores. Seg?n perciben los estudiantes, los profesores no parecen preocupados por d alcohol; para el 44,3%, ning?n profesor: para el 40,5%, algunos profesores. S?lo el 10,3% de los estudiantes entiende que «casi todos» los profesores est?n preocupados por el alcohol. Aqu? conviene destacar que al ser el alcohol una sustancia socialmente aceptada, tambi?n es una droga escolarmente aceptada, ya que normalmente ni el alumnado se sienten cuestionados por su problem?tica.., aunque los profesores parecen mostrar una mayor inquietud ante las drogas ilegales (casi todos 23,2% y algunos, 36,6% ante el porro: casi todos 40,4% y algunos 18,1%, ante el ?cido/coca?na).

2. ENTRE EL FRACASO ESCOLAR Y EL CONSUMO DE DROGAS

La literatura sobre la problem?tica de las drogas hace tiempo que muestra la correlaci?n entre el consumo de drogas y el fracaso escolar en general (GLOPERUND, 1990, ANDERSON, 1990). En nuestro estudio anterior, aparece tambi?n una clara relaci?n entre el consumo de drogas y la repetici?n de cursos (ELZO y otros 1987).

Aunque el fracaso escolar no se puede identificar con la existencia de los suspensos, est? claro que el suspenso puede ser un indicador a considerar. Hay que tener en cuenta que los porcentajes de fracaso escolar aumentan en relaci?n con los datos recogidos en el ano 1987.

En el estudio de San Sebasti?n una vez m?s aparece la correspondencia entre el consumo de las diferentes drogas y el n?mero de suspensos, de forma que a a medida que aumenta el consumo (n?mero de veces), tanto de drogas legales como ilegales, aparece tambi?n un mayor n?mero de suspensos.

Por lo que se refiere a la «cola», hay que tener en cuenta que, aunque el consumo de esta sustancia afecta a un colectivo muy reducido (5,8%), aparece progresi?n bien diferenciada; a m?s consumo mayor n?mero de suspensos. Estos resultados concuerdan con la literatura nacional e internacional (RODR?GUEZ-MARTOS ALARC?N, 1987: CRIDER, ROUSE, 1988: CONSEJO NACIONAL CONTRA ADICCONES , 1988) que muestra la existencia del consumo de sustancias «inhalables» sobre todo entre poblaciones marginales. En nuestro caso, el mayor consumo aparece entre la poblaci?n escolar «m?s fracasada». Es muy posible que los porcentajes sean mayores entre la poblaci?n adolescente no escolarizada o escolarizada en servicios marginales (educaci?n compensatoria, etc.).

Esta relaci?n tambi?n surge cuando se considera el consumo entre el grupo de los compa?eros. Los adolescentes que manifiestan tener m?s compa?eros consumidores de las diferentes drogas dentro de su grupo, obtienen tambi?n unos resultados m?s pobres en sus estudios, valorados ?stos en t?rminos de suspensos.

Aparece tambi?n una tendencia al aumento del n?mero de suspensos con una diferencia importante en el caso del consumo de alcohol y de tabaco, cuando consume estas sustancias la «mayor?a del grupo». En el caso del «porro», del ?cido y las anfetaminas, esta tendencia surge tambi?n cuando existe su consumo en alguno de los miembros del grupo.

El grupo de compa?eros surge una vez m?s como un factor a tener en cuenta a nivel educativo. Pero no s?lo para resaltar sus aspectos negativos como la iniciaci?n del consumo, la presi?n del grupo, etc. sino tambi?n para considerar sus aspectos educativos: el grupo puede y debe convertirse en un instrumento educativo.

Tambi?n se da la circunstancia de que a mayor fracaso en los estudios se corresponde una mayor tasa de absentismo escolar, no siempre justificado.

Este absentismo escolar suele ser m?s reducido entre los no consumidores de las diferentes sustancias. Llama la atenci?n que entre los consumidores de porro, este absentismo se justifique con mayor frecuencia con el «me dorm?» o «no me apetec?a», tendencia que tambi?n se vislumbra con las otras drogas.

En relaci?n con el fracaso escolar, conviene considerar tambi?n el nivel de satisfacci?n de los estudiantes en el centro. La existencia de un clima positivo en el centro resulta un requisito imprescindible para cualquier intervenci6n educativa. En nuestro caso, se tuvo en cuenta la relaci?n con los profesores, con los alumnos y su inter?s por el contenido de los programas.

Por los resultados obtenidos, se constata una creciente insatisfacci?n entre los estudiantes a medida que aumenta el n?mero de suspensos. Esta insatisfacci?n se manifiesta sobre todo en la relaci?n con los profesores y en el inter?s por las materias de estudio, aunque tambi?n aparece en el trato con los companeros con un porcentaje menor.

El fracaso escolar es un aspecto relacionado con claridad con la problem?tica del consumo de las diferentes drogas, el absentismo y la insatisfacci?n en el centro. Son aspectos con carga suficiente para cuestionar a cualquier instituci?n educativa. Si la educaci?n sobre las drogas tiene como meta el desarrollo integral de la persona, el consumo de drogas con todos los factores asociados constituye una grave llamada a la renovaci?n pedag?gica de los centros educativos. Porque el consumo de las diferentes drogas es una conducta que s?lo puede ser comprendida en la medida que est? contextualizada tanto en el conjunto de la persona consumidora como en el medio que envuelve a ?sta (medio escolar, familiar y social en general).

El Dr: Amando Vega

Sociólogo y profesor de

La Universidad del País Vasco