Reverendos Padres Salesianos
Hermanos Presbíteros
Estimados Padres de Familia
Queridos Jóvenes:
1. Esta ciudad episcopal de Santiago de Querétaro se llena de alegría y de gozo, como lo estamos notando, por la visita de un Amigo, de un Maestro y de un Padre de la niñez y de la juventud, el sacerdote san Juan Bosco, de Don Bosco, como cariñosamente lo solemos llamar. Don Bosco nos visita y nos trae la alegría del corazón mediante su sonrisa bondadosa y su vida llena de cariño y amor hacia la juventud. Por medio de la reliquia insigne que nos visita, su mano derecha, nos abraza y bendice. Él nos recuerda que el Evangelio es Buena Noticia, que es alegría del corazón, que hace bien al alma seguir a Jesús, que es hermoso ser cristiano y que “un santo triste es un triste santo”: Que podemos ser, como Él, un Santo alegre, porque la santidad es vivir siempre alegres en el Señor.
2. ¿Dónde aprendió Juan Bosco tan hermosa lección? La aprendió de Mamá Margarita, su madre; y no porque le fuera fácil la vida, sino porque era una mujer de fe cristiana firme y recia, católica de verdad y de corazón. Se quedó viuda cuando Juan tenía sólo dos años, con otros dos hermanos mayores. Jamás dudó de Dios, ni de la Providencia divina, y enseñó a sus hijos a trabajar, persignarse, a orar al levantarse y acostarse, a ir a misa y a tener el santo temor de Dios y a encomendarse siempre a la Virgen María.
3. Mamá Margarita enseñó a sus hijos a vivir siempre en la presencia de Dios, bajo la mirada bondadosa del Padre del cielo. No necesitó de coacciones externas porque supo sembrar muy dentro del corazón de sus hijos el santo temor de Dios. Enseño a sus hijos a amar a Dios sobre todas las cosas, y a tener un santo temor de ofenderlo. Le pedimos a Don Bosco que Mamá Margarita enseñe a nuestras mamás a seguir su ejemplo, para que eduquen a sus hijos como ella lo hizo, y lleguemos a ser santos como su hijo Juan.
4. Lo que aprendió en su hogar cristiano, Juan lo confirmó y amplió en el Seminario, donde estudió para ser sacerdote. Su mamá lo ayudó a descubrir su vocación al sacerdocio, lo apoyó siempre en medio de grandes dificultades, pero Dios y María Auxiliadora siempre le fueron abriendo el camino. Al final de su vida, Mamá Margarita se convirtió también en la mamá de todos los chicos del Oratorio y así, la obra de su hijo Juan, creció también como una prolongación de su hogar. Una mamá que es cristiana respeta la vocación de sus hijos y, si Dios los llama, los orienta con gusto al Seminario. Sería muy triste que los papás se opusieran a que un hijo suyo sea sacerdote; sería una ofensa a Dios y una injusticia con sus hijos.
5. En un sueño inspirado por Dios, Juan Bosco aprendió que los lobos se convierten en corderos no a palos, sino mediante el amor. Los grupos de muchachos vagos y maleantes se fueron acercando a Juan Bosco cuando vieron que no los perseguía, sino que los amaba. Tres fueron sus principios pedagógicos: La razón, haciendo a los chicos reflexionar sobre el sentido de su vida, apelando siempre a la razón, al entendimiento. La Iglesia siempre ha creído que el bien es más poderoso que el mal y que todo pecador es capaz de razonar. La religión, enseñándoles que todos debemos adorar a Dios y que a Él tenemos que dar cuenta de nuestra vida. El santo temor de Dios es el principio de la sabiduría, aprendió de la santa Biblia. Si se quita a Dios se destruye el hombre. El amor bondadoso, porque la llave para entrar en el corazón del ser humano es siempre el amor. El mejor educador es siempre el que ama a sus alumnos, como el mejor padre es el que da la vida por amor a sus hijos y la mejor madre es la que les comunica la vida a costa de la suya. Sólo el amor salva. Sólo el amor redime. Sólo el amor educa. Sólo el amor hace santos.
6. Hermanas y hermanos. Queridos jóvenes: ¡Cómo nos hacía falta que Don Bosco viniera a recordarnos estas cosas elementales de la pedagogía de Jesús! Su pedagogía preventiva, tan famosa, no es otra que la pedagogía de Jesús, el Buen Pastor. El Buen Pastor va delante de sus ovejas con el ejemplo. El Buen Pastor conoce a las ovejas por su nombre. El Buen Pastor guía a las ovejas hacia fuentes de aguas tranquilas y verdes prados llenos de vida. El Buen Pastor defiende a las ovejas de los ataques del lobo rapaz El Buen Pastor arriesga y da la vida por sus ovejas: nadie se las quita, porque el Padre se las ha dado; por eso las ama con amor entrañable. El Buen Pastor no es como el mercenario y el asalariado, que huyen ante el lobo porque sólo les interesa el dinero, no las ovejas. El Buen Pastor va en busca de la oveja perdida y la conduce al redil, es decir, a la Iglesia, para que después lleguen con Él a vivir en la Casa del Padre por toda la eternidad. En una palabra, el Buen Pastor lleva a las ovejas a la felicidad. Por eso Don Bosco era alegre, era feliz, porque educaba para la eternidad.
+ Mario De Gasperín Gasperín
Obispo de Querétaro