Domingo XXX del tiempo ordinario

Domingo XXX del tiempo ordinario – Ciclo B

 UNA IMAGEN VIVA DE CONVERSIÓN

La curación del ciego Bartimeo nos está hablando de pasar de un estado de alejamiento, expresado con las palabras: se encontraba “al borde del camino”, a un estado de proximidad, “se acercó a Jesús”; de pasar de una situación de pasividad, “estaba sentado”, a una de acción, “lo siguió por el camino”; de un estado de marginación, “muchos le regañaban”, al de liberación, “recobró la vista”.

El ciego Bartimeo recorre el itinerario de un convertido que desea ser cristiano y formar parte de una comunidad: reconoce su situación, ora con humildad, invoca a pesar de las dificultades, se deja interrogar; abre los ojos a la luz y se compromete en el seguimiento.

No creyó por haber sido curado, sino que fue curado por haber creído. La fe de Bartimeo es sencilla y firme, en contraposición a la de quienes creen ver y, sin embargo, son ciegos.

Hoy tenemos necesidad de revivir el itinerario de nuestra fe: cómo he llegado a creer, a encontrarme con Jesús, a ser su discípulo, ver quiénes me han animado y ayudado en este proceso, descubrir nuestras cegueras, aquellas que nos impiden ver y disfrutar, las que nos llevan a confundir la realidad, las que no nos dejan percibir los signos de los tiempos, las que nos paralizan al borde del camino, las que nos ofuscan con sus falsas luces …

Tenemos necesidad urgente de descubrir nuestras cegueras, las que no nos dejan ver con claridad y presentárselas a Jesús para decirle: Señor, haz que vea y después seguirle.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA

Lectura del libro del profeta Jeremías 31,7-9

Esto dice el Señor:
– Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: el Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel.

Mirad que yo os traeré del país del Norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna.

Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El profeta quiere transmitir al pueblo de Israel que deben estar alegres y con esperanza, porque Dios, su Señor, además de salvarlos hará que vuelvan del destierro a su patria de donde salieron y que será un Padre para ellos. La verdadera y única liberación viene de Dios.

SALMO

Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6

R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

  • Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar:
    la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. R:
  • Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos».
    El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. R:
  • Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb.
    Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares. R:
  • Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
    al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. R:

2ª LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 5,1-6

Hermanos:
El Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades.

A causa de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón.

Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de Sumo Sacerdote, sino Aquél que le dijo: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», o como dice otro pasaje de la Escritura: «Tú eres Sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

 La salvación que Dios ofrece a todos Es la salvación hecha realidad en nuestro Señor Jesucristo. Jesús hace de «puente», de «sacerdote» entre Dios y los hombres. Y lo puede hacer de un modo perfecto ya que Él es uno de nosotros que conoce nuestras debilidades y ha sido sometido a prueba y sufrimiento.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos 14,46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
– Hijo de David, ten compasión de mí.

Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
– Hijo de David, ten compasión de mí.

Jesús se detuvo y dijo:
– Llamadlo.

Llamaron al ciego diciéndole:
– Ánimo, levántate, que te llama.

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo:
– ¿Qué quieres que haga por ti?

El ciego le contestó:
– Maestro, que pueda ver.

Jesús le dijo:
– Anda, tu fe te ha curado.
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra de Dios

COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

 

El Evangelio de hoy nos ofrece una escena ejemplar y llena de ternura. Jesús cura a un enfermo; libera a un hombre de la esclavitud que le tenía aprisionado, la ceguera.

Lo que hace Jesús, dando la vista a un ciego, está significando la profunda y total liberación que realiza en aquel hombre. Con la luz para sus ojos, le cambia el corazón a la fe que ya muestra.

Por eso, Jesús, que viene a salvar al hombre tal cual es, cura la enfermedad y perdona el pecado concediendo, así, la salvación total.

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

SENTADOS JUNTO AL CAMINO

En sus comienzos, al cristianismo se le conocía como “el Camino”. Más que entrar en una nueva religión, “hacerse cristiano” era encontrar el camino acertado de la vida, caminando tras las huellas de Jesús. Ser cristiano significaba para ellos “seguir” a Cristo. Esto es lo fundamental, lo decisivo.

Hoy las cosas han cambiado. El cristianismo ha conocido durante estos veinte siglos un desarrollo doctrinal muy importante y ha generado una liturgia y un culto muy elaborados. Hace ya mucho tiempo que el cristianismo es considerado como una religión.

Por eso no es extraño encontrarse con personas que se sienten cristianas sencillamente porque están bautizadas y cumplen sus deberes religiosos, aunque nunca se hayan planteado la vida como un seguimiento de Jesucristo.

Hemos olvidado que ser cristianos es “seguir” a Jesucristo: movernos, dar pasos, caminar, construir nuestra vida siguiendo sus huellas. Nuestro cristianismo se queda a veces en una fe teórica e inoperante o en una práctica religiosa rutinaria. No transforma nuestra vida en seguimiento a Jesús.

Después de veinte siglos, la mayor contradicción de los cristianos es pretender serlo sin seguir a Jesús. Se acepta la religión cristiana (como se podría aceptar otra), pues da seguridad y tranquilidad ante “lo desconocido”, pero no se entra en la dinámica del seguimiento a Cristo. Estamos ciegos y no vemos dónde está lo esencial de la fe cristiana.


XXX Domingo del Tiempo ordinario – Ciclo A

LO PRIMERO Y ESENCIAL EN LA VIDA DEL CRISTIANO

Para Jesús los mandamientos se concretan sólo en dos: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

Nos interesa mucho escuchar bien las palabras de Jesús, pues en la Iglesia es posible que haya ido creciendo a lo largo de los siglos el número de preceptos, normas y prohibiciones para regular los diversos aspectos de la vida cristiana.

Pero, ¿qué es lo esencial, lo más importante para vivir como seguidores de Jesús? Jesús deja claro que sólo el amor sincero a Dios y al prójimo es el criterio principal y primero de nuestro seguimiento a Jesús.

Un amor que es la fuerza clave e insustituible que pone verdad y sentido a nuestra relación religiosa con Dios y a nuestro comportamiento con las personas. Un amor que se opone al egocentrismo y desinterés por los demás.

En estos tiempos tan críticos nada hay más importante que cuidar humildemente lo esencial: el amor sincero a Dios alimentado en celebraciones sentidas y vividas desde dentro y el amor al prójimo fortaleciendo el trato amistoso entre los creyentes e impulsando el compromiso con los necesitados.    

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA 

Lectura del libro del Éxodo 22,20-26

Así dice el Señor:
«No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé.

Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.

Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses.

Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar?

Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El texto del libro del Éxodo nos habla de unos mandatos de Dios a su pueblo a favor de los más oprimidos y necesitados, -los inmigrantes, las viudas, los huérfanos-, aceptándolos como hermanos con un compromiso solidario y fraternal, porque Dios está de su parte, los acoge y defiende.

Lectura de la 1ª carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1,5c-10

Hermanos:
Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo.

Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra comunidad, la Palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes; vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no tengamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os hicimos: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que os libra del castigo futuro.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

La comunidad de Tesalónica formada por fieles convertidos principalmente del paganismo aceptó el mensaje evangélico propuesto por el apóstol Pablo de modo radical.

Su honestidad cristiana y su profunda fe, llegó al conocimiento de todos, produciéndose una verdadera irradiación misionera, por lo que el apóstol da gracias a Dios.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 22,34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba:
– Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?

Él le dijo:
– Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.
Este mandamiento es el principal y primero.

El segundo es semejante a él:
– Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.

Palabra de Dios

COMENTARIO AL EVANGELIO      

Para un buen judío el amor a Dios era el primero y más importante de los mandamientos entendiendo y viviendo ese amor sólo en el ámbito de lo religioso como sumisión y obediencia a Dios, sin embargo, Jesús, junto al amor a Dios, pone el amor al prójimo con igual rango y categoría. Jesús une «lo divino» con «lo humano» y hace inseparable lo uno de lo otro. Jesús «seculariza» la religión y pone lo religioso en el ámbito de lo laico. Jesús viene a decir que ama a Dios la persona que antepone el bien a los demás a otros intereses.

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

EL MANDAMIENTO PRINCIPAL

Para Jesús el mandamiento principal es amar a Dios y amar al prójimo.

        Para Jesús el amor hunde sus raíces en una entrega a Dios sin reservas: toda la persona, con sus aptitudes, sus proyectos y sus acciones, debe entregarse al proyecto de amor que Dios tiene sobre los hombres manifestado en la dedicación al prójimo o próximo como un hermano, como otro yo.

¿Y quién es mi prójimo?

Es uno mismo quien se hace prójimo. Prójimo me hago yo mismo en el acto en que, ante un ser humano, ante un extraño, incluso ante un enemigo, ante quien no tiene conmigo vínculos de sangre, ni de raza ni de afinidad psicológica decido dar un paso que me acerque y me aproxime a él.

Es importante que advirtamos la relación existente entre las dos novedades introducidas por Jesús. El amor al hombre nace de la entrega a Dios, pone de manifiesto nuestra adhesión a la voluntad de Dios. Pero Dios es Padre de todos.

Por eso, quien está radicado en el amor a Dios mira y se aproxima a todo hombre, creando vinculaciones nuevas de proximidad y superando las barreras de raza, de clase social, de diferencias de mentalidad, de distintas pertenencias religiosas.


XXX Domingo del Tiempo ordinario – Ciclo C

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

1ª LECTURA
Lectura del libro del Eclesiástico 35,15b-17. 20-22a 

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, 
escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor y su grito alcanza las nubes. Los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

Palabra de Dios.

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

 El libro del Eclesiástico nos presenta a un Dios justo que escucha las súplicas del que lo está pasando mal y atiende a los que piden su protección. Dios no abandona al pobre que le llama y acude a Él. Quien acude a Dios con humildad, con confianza y con esperanza no quedará defraudado.

Sal 33, 2-3. 17-18. 19 y 23 
R. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
 

  •  
    su alabanza está siempre en mi boca, 
    mi alma se gloría en el Señor: 
    que los humildes lo escuchen y se alegren. R:
  •  
    para borrar de la tierra su memoria. 
    Cuando uno grita, el Señor lo escucha 
    y lo libra de sus angustias. R:
  • El Señor está cerca de los atribulados, 
    salva a los abatidos. 
    El Señor redime a sus siervos, 
    no será castigado quien se acoge a él. R:

2ª LECTURA
Lectura de la 2ª carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4,6-8. 16-18 

Querido hermano: 
Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. 
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. 

Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. 
La primera vez que me defendí ante el tribunal, todos me abandonaron y nadie me asistió. Que Dios los perdone.

Palabra de Dios.  

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

    El apóstol Pablo afirma que por la fidelidad a su vocación de apóstol, el Señor le concederá una sentencia favorable. La confianza puesta en Dios no quedará defraudada y la oración, hecha súplica confiada, es atendida por el Señor.

El apóstol encuentra la fortaleza en Dios para trabajar sin desesperanza. Ha combatido bien su combate; ha llegado hasta la meta manteniendo íntegra la fe y por eso tiene la certeza de que le aguarda la corona prometida por el Señor a quienes le son fieles.        

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 18,9-14 

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:
– Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano.

Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo». El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».

Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Palabra del Señor.  

COMENTARIO AL EVANGELIO

    El fariseo y el publicano que van a orar al templo son los prototipos de dos actitudes ante Dios: la de los satisfechos de sí mismos; los que se creen justos, impecables, distintos de los demás y la de los sinceros, humildes, pobres pecadores que reconocen sus debilidades e indigencias ante Dios.

    La actitud de Dios frente a estos dos tipos de personas es la de la acogida y perdón para el publicano y la repulsa para el fariseo.