DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA (Domingo de la Divina Misericordia. Fiesta instituida por el beato Juan pablo II)
DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA HAS VENIDO HASTA MÍ
(Una oración en los días de Pascua)
Autor: Manuel Lozano Garrido (Advinge, 22 abril 1955)
Por la Transcripción: J. A. Crespo / Cañamelar – Valencia
Has venido hasta mí, Señor,
con la presencia nazarena,
intacta y rumorosa,
en la frondosidad de veinte siglos.
Tengo en el alma, aún,
la redundancia de una pisada azul
y en la frente la cándida fruición de tus labios,
cubiertos con la gala de audiencias infantiles.
A tu anuncio, tan sólo,
se me bruñó de púrpura
la mañana de la monotonía
y el corazón, heraldo,
ha encendido primaveras inéditas.
¿No estás viendo, Señor,
mis azahares punteados de nácar?
Te ha traído hasta mí
un camino de blancos milagros volanderos.
Milagro es la infinita distancia, que se quiebra
en el ámbito breve de un círculo nevado.
Milagro es la amplitud minúscula del cáliz,
conteniendo la inmensa torrentera del Gólgota.
Milagro es el trigal, que aprisiona la llama
y le ciñe corona de orfebrería angélica.
Y es milagro, Señor, este vuelo invisible
de unas alas de fuego, que al posar fortalecen;
que al quemar, vivifican;
que al herir, transfiguran.
* * *
Todo ahora es divino, Señor, por tu presencia.
Tus dardos purifican mi eterna encrucijada,
roja flor escarlata alegra mi erial,
tu viento impetuoso
tensa la arboladura de nuevas ilusiones,
y una quilla impalpable me ensancha derroteros.
Brilla en razón de Ti la gracia de las cosas
y al alma la estremece tu ingénita belleza.
Porque tus pies de lirio
están, por mis dolores, en Cruz aprisionados.
Yo sé que amar es ir sembrando por la vida, gozoso, el corazón.
Porque tus manos puras
nacieron para amar y sangrar traspasadas,
yo quiero, hasta que expire,
que a las mías las junte total sometimiento.
Porque vienes, Señor,
a mis horas en Cruz con la frente sangrante,
Rabí, que en el minuto de eterno natalicio,
no me falten tus manos,
no me niegues tus pies,
dame un beso en la frente.
Segundo domingo de Pascua – Ciclo B
RECORRIDO HACIA LA FE
Estando ausente Tomás, los discípulos de Jesús han tenido una experiencia inaudita. En cuanto lo ven llegar, se lo comunican llenos de alegría: «Hemos visto al Señor», no ha muerto. Tomás no puede aceptar el testimonio de nadie. Necesita comprobarlo personalmente: «Si no veo en sus manos la señal de sus clavos… y no meto la mano en su costado, no lo creo». Solo creerá en su propia experiencia. Tomás nos va a enseñar el recorrido que hemos de hacer para llegar a la fe en Cristo resucitado.
Jesús cuando se dirige a Tomás no critica su planteamiento, sus dudas no tienen nada de ilegítimo o escandaloso. Jesús le entiende y viene a su encuentro mostrándole sus heridas, esas heridas que son «signos» de su amor entregado hasta la muerte.
Tomás experimenta la presencia del Maestro que lo ama, que lo atrae y le invita a confiar, llega más lejos que nadie en la hondura de su fe: «Señor mío y Dios mío». Nadie ha confesado así a Jesús.
No hemos de asustarnos al sentir que brotan en nosotros dudas e interrogantes. Las dudas, vividas de manera sana, nos salvan de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, sin crecer en confianza y amor. Las dudas nos estimulan a ir hasta el final en nuestra confianza en el Misterio de Dios encarnado en Jesús.
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA
Los creyentes en Jesús se reúnen en comunidad y celebran la resurrección del Señor como acontecimiento salvador. Tenían un mismo pensar y sentir, ponían sus bienes en común, sin que nadie pasara necesidad. Formaban una auténtica comunidad compartiendo una misma fe, unidos en la oración y en los sacramentos.
SALMO
Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
- Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R:
- Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, Él es mi salvación. Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. R:
- La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. R:
2ª LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 5, 1-6
Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos.
Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
El apóstol Juan nos dice que creer en Cristo es: ser hijo de Dios, amar a Dios, vencer al mundo y obedecer los mandamientos. Es el Espíritu quien garantiza la verdad y la eficacia salvadora de la fe.
No hay duda que muchas de nuestras derrotas, desánimos, debilidades, son fruto de una fe débil. Basamos nuestras esperanzas en la eficacia de las fuerzas humanas más que en la eficacia de la fe en Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
– Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
– Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
– Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
– Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
– Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
– Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
– Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
– ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
– ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Palabra de Dios
COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO El relato de Juan no puede ser más sugerente e interpelador. Sólo cuando ven a Jesús resucitado en medio de ellos, el grupo de discípulos se transforma, recuperan la paz, desaparecen sus miedos, se llenan de una alegría desconocida, notan el aliento de Jesús sobre ellos y abren las puertas porque se sienten enviados a vivir la misma misión que él había recibido del Padre. |
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
DEBEMOS VIVIR LA PRESENCIA DE CRISTO RESUCITADO
La crisis actual de la Iglesia, sus miedos y su falta de vigor espiritual tienen su origen a un nivel profundo. Con frecuencia, la idea de la resurrección de Jesús y de su presencia en medio de nosotros es más una doctrina pensada y predicada, que una experiencia vivida. Cristo resucitado está en el centro de la Iglesia, pero su presencia viva no está arraigada en nosotros, no está incorporada a la sustancia de nuestras comunidades, no nutre de ordinario nuestros proyectos.
Tras veinte siglos de cristianismo, Jesús no es conocido ni comprendido en su originalidad, no es amado ni seguido como lo fue por sus discípulos y discípulas. Un grupo o una comunidad cristiana se siente habitada por la presencia invisible, pero real y activa de Cristo resucitado cuando no se contenta con seguir rutinariamente las directrices que regulan la vida eclesial, cuando poseen una sensibilidad especial para escuchar, buscar, recordar y aplicar el Evangelio de Jesús.
Solo cuando vivamos la experiencia de sentir la presencia viva de Cristo resucitado en la Iglesia será cuando salgamos de nuestra pasividad, será cuando abramos las puertas al mundo moderno con alegría y convicción.
Necesitamos de Jesús más que nunca. Necesitamos vivir de su presencia viva, recordar en toda ocasión sus criterios y su Espíritu, repensar constantemente su vida, dejarle ser el inspirador de nuestra acción. Él nos puede transmitir más luz y más fuerza que nadie. Él está en medio de nosotros comunicándonos su paz, su alegría y su Espíritu.
Segundo domingo de Pascua – Ciclo A
Segundo domingo de Pascua – Ciclo C
ABRIR LAS PUERTAS
El evangelio de Juan describe con trazos oscuros la situación de la comunidad cristiana cuando en su centro falta Cristo resucitado.
Sin su presencia viva, la Iglesia se convierte en un grupo de hombres y mujeres que viven “en una casa con las puertas cerradas que impiden escuchar lo que sucede fuera.
No es posible captar la acción del Espíritu en el mundo. No se abren espacios de encuentro y diálogo con nadie.
Se apaga la confianza en el ser humano y crecen los recelos y prejuicios. Pero una Iglesia sin capacidad de dialogar es una tragedia, pues los seguidores de Jesús estamos llamados a actualizar hoy el eterno diálogo de Dios con el ser humano.
El “miedo” puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar.
Con miedo no es posible amar al mundo ni mirarlo como lo mira Dios. Nuestra primera tarea es dejar que Jesús ocupe el centro de nuestras iglesias, grupos y comunidades, que sólo Él sea fuente de vida, de alegría y de paz, que nadie ocupe su lugar, que nadie se apropie de su mensaje, que nadie imponga un estilo diferente al suyo.
Ya no tenemos el poder de otros tiempos, sentimos la hostilidad y el rechazo en nuestro entorno, somos frágiles, necesitamos más que nunca abrirnos al aliento del resucitado y acoger su Espíritu Santo.
LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Primera Lectura: Hechos 5, 12-16
Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.
La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.
Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA
El autor del libro de los hechos de los Apóstoles nos describe las actividades del apóstol Pedro y el crecimiento de la Iglesia primitiva con la adhesión al Señor Jesús, subrayando cómo el Espíritu Santo actuaba en los Apóstoles dando testimonio de la resurrección de Jesús y viviendo juntos en comunidad.
SALMO
R: «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.»
– Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.
– La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
– Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina. R.
2ª LECTURA
Segunda Lectura: Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios, y haber dado testimonio de Jesús.
Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: «Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.»
Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho. Al verlo, caí a sus pies como muerto.
Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: «No temas: Yo soy el primero y el Último, yo soy el que vive.
Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo.
Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde.»
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
El apóstol Juan, desterrado en la isla de Patmos por haber predicado la palabra de Jesús y dar testimonio de Él, tuvo una visión en la que Jesucristo ya glorioso le pide que escriba del presente y del futuro.
EVANGELIO
Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: -Paz a vosotros.» Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: -«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: – «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: -«Hemos visto al Señor.» Pero él les contesto: -«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: -«Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: -«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: -«¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: -«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Palabra de Dios Final del formularioPrincipio del formulario
COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO
El evangelio de Juan describe con trazos oscuros la situación de la comunidad cristiana cuando en su centro falta Cristo resucitado.
Sin su presencia viva, la Iglesia se convierte en un grupo de hombres y mujeres que viven “en una casa con las puertas cerradas sin posibilidad de captar la acción del Espíritu en el mundo. Jesús en dos ocasiones desea la paz para sus discípulos y les quiso transmitir su Espíritu.
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
¿PARA QUE SIRVE CREER EN EL RESUCITADO?
Quizás nos podemos preguntar los que seguimos a Jesús resucitado, ¿para qué sirve creer que Cristo ha resucitado? ¿En qué puede cambiar mi vida?
Es difícil transmitir a otro la propia experiencia de fe que se apoya en Cristo resucitado, pero es bueno que los creyentes expongamos desde dónde vivimos la vida. Lo primero es experimentar una gran confianza ante la existencia.
No estamos solos, no caminamos perdidos y sin meta. A pesar de nuestro pecado y mezquindad, los hombres somos aceptados por Dios y nos sigue ofreciendo su amistad.
Podemos vivir además con libertad, sin dejarnos esclavizar por el deseo de posesión y de placer, no necesitamos “devorar” el tiempo, como si ya no hubiera nada más, no hay por qué atraparlo todo y vivir “estrujando” la vida antes de que se termine.
Se puede vivir de manera más sensata. La Vida es mucho más que esta vida. No hemos hecho más que “empezar” a vivir.
Podemos vivir con generosidad, comprometiéndonos a fondo a favor de los demás, podemos vivir disfrutando de todo lo hermoso y bueno que hay en la vida, acogiendo con gozo las experiencias de paz, de comunión amorosa o de solidaridad.