DOMINGO IV DE CUARESMA
Josué 4, 19; 5, 10-12 / 2 Corintios 5, 17-21
/ Lucas 15, 1-3. 11-32
Salmo Responsorial Sal 33, 2-7
R/. «El Señor es bondadoso y compasivo»
Santoral:
Santa María de la Providencia
LECTURAS DEL DOMINGO 6 DE MARZO DE 2016
DOMINGO IVº DE CUARESMA
El pueblo de Dios,
después de entrar en la tierra prometida,
celebra la Pascua
Lectura del libro de Josué
4, 19; 5, 10-12
Después de atravesar el Jordán, los israelitas entraron en la tierra prometida el día diez del primer mes, y acamparon en Guilgal. El catorce de ese mes, por la tarde, celebraron la Pascua en la llanura de Jericó. Al día siguiente de la Pascua, comieron de los productos del país -pan sin levadura y granos tostados- ese mismo día.
El maná dejó de caer al día siguiente, cuando comieron los productos del país. Ya no hubo más maná para los israelitas, y aquel año comieron los frutos de la tierra de Canaán.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 33, 2- 7
R. ¡Gusten y vean que bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloria en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren. R.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: Él me respondió
y me libró de todos mis temores. R.
Miren hacia Él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
Dios nos reconcilió con Él por intermedio de Cristo
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
5, 17-21
Hermanos:
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con Él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque es Dios el que estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación.
Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios. A Aquél que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por Él.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-3. 11-32
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo entonces esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte de herencia que me corresponde». Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!» Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: «Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros».
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: «Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo».
Pero el padre dijo a sus servidores: «Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado». Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
Él le respondió: «Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo».
Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: «Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!»
Pero el padre le dijo: «Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado»».
Palabra del Señor.
Reflexión
EL PADRE MISERICORDIOSO
1- Misericordia. Si hay una palabra que resuma el mensaje de la Cuaresma de este año es ésta: «misericordia». Normalmente identificamos la misericordia con el perdón o la compasión. Pero tiene también otros significados: en la parábola del Buen Samaritano se identifica con lo que hoy llamamos «solidaridad». El origen etimológico de la palabra revela un sentido más rico y profundo. En hebreo «rahanim» expresa el apego de un ser a otro. Para la mentalidad semita este apego nace en el seno materno o útero, es decir en las entrañas. Nosotros diríamos que significa que una persona está en el corazón de otra: es el cariño, la ternura que se traduce en compasión y perdón ante el fallo de un hijo o de un hermano. El padre del «hijo pródigo» fue ciertamente misericordioso, porque llevaba a su hijo en el corazón, en sus entrañas más profundas. Demostró que le quería porque formaba parte de su ser. Por eso recibió a su hijo con los brazos abiertos, sin reprocharle nada. Le había perdonado incluso antes de que su hijo se lo pidiera. Así actúa Dios con nosotros. Espera que volvamos a su encuentro, porque es en su regazo, acogiéndonos a sus entrañas amorosas, como podemos ser felices.
2.- Misericordia es también ponerse en lugar del otro. El «hijo que no era pródigo», sin embargo no supo, o mejor, no quiso ser misericordioso, quizá porque le faltaban entrañas o porque su corazón era duro como una piedra. Es verdad que a todos nos cuesta perdonar a los que nos ofenden, máxime cuando nos hacen un daño terrible… Misericordia es también ponerse en lugar del otro. Es decir y sentir que «lo que a ti te pasa a mí me importa”. Eso es solidaridad, ponerse en lugar del otro y sentir en propia carne el dolor del hermano. Porque misericordia engloba dos términos: «miseria» y «corazón». Hay que poner corazón en la miseria humana, en aquél que tiene su cuerpo destrozado por la metralla o su espíritu roto por el desamor.
3.- Misericordia y caridad. En el salmo proclamamos: «¡gustad y ved qué bueno es el Señor!» (Salmo 33). Ser bueno no es simplemente no meterse con nadie, es hacer el bien, salir al encuentro del que está angustiado, perdonar y amar entrañablemente, como nos enseña Jesús en la parábola que yo titularía con otro encabezamiento: «El Padre misericordioso» porque él, el padre, es el auténtico protagonista. El Papa Francisco esta misma semana, al recordar los 10 años de la publicación de la Deus caritas est de Benedicto XVI, ha dicho que “caridad y misericordia están tan estrechamente vinculadas porque son el modo de ser y de actuar de Dios: su identidad y su nombre”. El Papa Francisco recordó la misión de la Iglesia y su anhelo: “Cuánto desearía que en la Iglesia cada fiel, cada institución, cada actividad revelara que Dios ama al hombre”. El Papa recordó el Jubileo extraordinario que ha convocado y su exhortación a poner en práctica las obras de misericordia: “En este Año jubilar he querido resaltar que todos podemos vivir la gracia del Jubileo, precisamente poniendo en práctica las obras de misericordia corporales y espirituales: vivir las obras de misericordia significa conjugar el verbo amar como lo hizo Jesús. Y así, todos juntos, contribuimos concretamente a la gran misión de la Iglesia de comunicar el amor de Dios, que desea extenderse”.
José María Martín, OSA
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LA PARÁBOLA DEL PADRE PRÓDIGO EN MISERICORDIA
1.- Los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: ese acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola. De la lectura del texto evangélico se deduce claramente que Jesús no dirige su parábola a los fariseos y escribas para que estos se fijen en el comportamiento del hijo, sino para que se fijen en el comportamiento del Padre. Por eso, esta parábola debe llamarse con propiedad parábola del Padre pródigo, mejor que llamarla parábola del hijo pródigo. Y no hay duda de que esta parábola refleja mejor aún que ninguna otra la inmensa misericordia de Dios, como padre, hacia todos sus hijos, hacia los que siempre se portaron bien –hijo mayor– y hacia los que se portaron muy mal –hijo menor–. Lo que Jesús quiere decir con esta parábola a los fariseos y escribas que le criticaban es que él está haciendo con los pecadores que se acercaban a él exactamente lo que hace Dios con todos nosotros, justos y pecadores: amarnos pródigamente, es decir, con una generosidad sin límites. Pues bien, si nosotros queremos ser seguidores de Jesús, deberemos hacer lo mismo que él hacía: amar a todas las personas con generosidad extrema. Sólo así puede entenderse el mandamiento de Jesús de amar al prójimo, incluso al prójimo enemigo. Porque también parece claro que Jesús no amaba a los pecadores, para que siguieran siendo pecadores, sino para que dejaran de serlo. El amor a Jesús, exige de nosotros la conversión a Jesús. Debemos amar a todas las personas, precisamente para que todas las personas, incluidos nuestros enemigos, se hagan mejores, con nuestro amor. La seguridad que tenía el hijo menor en el amor pródigo de su padre es lo que le animó a volver a la casa paterna. Sí, si los cristianos queremos salvar el mundo, deberemos intentar hacerlo a base de mucho amor, de un amor pródigo, como hizo el Padre pródigo con su hijo. En este Año Jubilar de la Misericordia, éste puede ser un buen propósito para esta cuaresma.
2. El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. La confianza en que Dios proveerá, no debe nunca excluir nuestro trabajo para conseguir lo que necesitamos, nuestra colaboración. En este libro de Josué se nos dice que Dios les dio el maná cuando no tenían otro medio de alimentarse, de sobrevivir, pero que cuando ellos, el pueblo, ya podía vivir del fruto de su trabajo, cesó el maná. Así debemos vivir nosotros: a Dios rogando y con el mazo dando. Y mientras nosotros tengamos trabajo y posibilidades de vivir del fruto de nuestro trabajo, demos gracias a Dios y acordémonos de los que no tienen trabajo, ni posibilidades de vivir del fruto de su trabajo. Este sentido debe tener nuestra limosna cuaresmal: dar a los que lo necesitan parte de lo que a nosotros nos sobra, de lo que para nosotros resulta no necesario, superfluo. La limosna es una virtud cristiana, que en este tiempo de cuaresma debemos practicar de una manera especial. Seamos capaces de discernir en cada caso, con sentido cristiano, cuánta limosna podemos dar y a quiénes debemos dar limosna.
3. El que es de Cristo es una criatura nueva… En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Cristo, con su vida, pasión y muerte, nos reconcilió a nosotros con Dios, haciéndonos una criatura nueva. Lo que ahora san Pablo pide a los fieles cristianos de Corinto es que ellos se reconcilien con Dios, viviendo como criaturas nuevas. Sabemos que en la comunidad cristiana de Corinto existían desavenencias y divisiones dentro de la comunidad cristina, precisamente porque, en muchos aspectos, seguían viviendo como criaturas carnales. San Pablo les dice que por el bautismo de Cristo han sido ya hechos criaturas nuevas, espirituales, y que deben vivir como tales, amándose mutuamente y viviendo como auténticos hijos de Dios, no como esclavos del pecado y de los ídolos. Apliquémonos a nosotros mismos estos consejos de san Pablo y vivamos como personas espirituales, dirigidos y gobernados por el espíritu de Cristo, por el amor cristiano, no por nuestras pasiones y esclavitudes corporales. Viviendo así podremos “gustar y ver qué bueno es el Señor”, como nos pide el salmo 33.
Gabriel González del Estal
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¡ALEGRÍA! ¡DIOS VIENE!
Vino, hecho niño en Belén y de nuevo pero en el calvario, se presentará dócilmente, obediente, con los brazos abiertos en cruz, sin ruido (como en Belén) pero con el mismo amor divino que en Belén. Viene, como Padre, a recuperarnos cuando malgastamos las horas de nuestra vida y, descubrimos, que tenemos las puertas del hogar tan abiertas como el primer día. Pero hoy, en este Año de la Misericordia, una interpelación sale a nuestro camino: ¿Somos conscientes de que nos hemos alejado de Dios? ¿Verán algunos que, lejos de malgastar su existencia, la disfrutan, la viven y la sienten como si esa fuera la mejor forma? Lo tenemos que reconocer: hay mucho católico que es feliz viviendo pródigamente para el mundo y muy escasamente para Dios. Al mundo, manos abiertas. Para Dios, puños cerrados.
1. Estamos de lleno metidos en la Santa Cuaresma y a pocos días ya de iniciar la Semana Santa. Y, que no se nos olvide: el Señor –con la parábola del hijo pródigo– nos hace ver que, no sólo es paciente sino que, cuando regresamos, salta de gozo y de alegría. El júbilo de Dios, al contrario del de muchos de nosotros, es una alegría por el que vuelve, por aquel que se libera de las garras de la mediocridad o de la frialdad del mundo para retornar y vivir definitivamente en la Casa del Padre. ¿Sentimos esto así? ¿En qué nos hemos alejado de Dios? Hoy no solamente contemplamos al hijo que se prodiga en el mundo hasta quedar arruinado. Vemos, además, un Dios que se prodiga con lo único que sabe hacer: amar.
2. Cuando nos marchamos lejos de Dios echándonos en manos de tantas seducciones que nos adormecen o engañan, no solamente vamos nosotros. Dios, mejor dicho, su corazón de Padre, va donde nosotros nos vamos. Lejos de abandonarnos, Dios, nos acompaña en esas situaciones en las que nos encontramos frecuentemente traicionados, despreciados, minusvalorados o huérfanos. Nos parecía encontrar a….y resulta que…
Dios, cuando miramos hacia atrás para buscarle, siempre sale a nuestro encuentro. Brinca de gozo porque, como hijos, nos recupera. Prepara, una auténtica fiesta, porque para Él es más importante el retorno que aquel momento de deserción. Puede más la misericordia que el ajuste de cuentas. Salta a la vista su mano abierta y queda a un lado el reproche. El padre de la parábola, con aquel hijo que cortó por lo sano (con la educación recibida, con su familia, trabajo, responsabilidad, etc.) marchó corriendo detrás de Él (aunque el hijo no lo supiera) y, el hijo cuando regresó encontró, sin fisura alguna el mismo amor que sin miramiento alguno dejó atrás.
3. Dios, a ninguno de los que creemos en El, nos fuerza a quedarnos bajo su amparo. Somos libres para creer y, tenemos libertad, para dudar de Él. Lo que nunca conseguiremos, y ese es el propósito del hijo mayor que refunfuñaba con la vuelta de su hermano, es cambiar el corazón del Padre, los sentimientos de Dios, su bondad infinita, sus brazos siempre abiertos a nuestra vuelta.
En cuantos momentos, consciente o inconscientemente, dejamos la seguridad de Dios para ir en búsqueda de otros dioses, de otros “padres” que van arruinándonos por dentro y por fuera. Y, en cuántas ocasiones, después de haber sido utilizados a merced de esos ídolos –cuando ya no hemos sido útiles– nos han dejado escorados en nuestra propia miseria. ¿O no? Es, en esos momentos de despiste o de tragedias personales, cuando nuevamente nuestros ojos comienzan a mirar y anhelar la casa del Padre, añorando su presencia, su cercanía o su amparo.
4.- Tal vez el hijo pródigo, está representando a esta sociedad nuestra (caprichosa e independiente) que intenta crearse un futuro sin Dios. Sin más pretensión que un mundo sin valores eternos o sin referencia a un Absoluto. ¿Es bueno? Creo, sinceramente, que no. En todo caso, la autodestrucción del hombre a manos del propio hombre, se acelera cuando nos alejamos del corazón de Dios.
Que el Señor, con su cruz, nos haga visualizar, entender, comprender y vivir el inmenso amor que Dios nos tiene.
Javier Leoz