Dinámica Pentecostés jóvenes
15 DINÁMICAS de PENTECOSTÉS para DESCARGAR y trabajar con niños y jóvenes.
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- DINÁMICA de PENTECOSTÉS para Niños
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COMIENZA LA MISIÓN DE LA IGLESIA
Por tanto, si desde el momento de su nacimiento, saliendo al mundo el día de Pentecostés, la Iglesia se manifestó como «misionera», esto sucedió por obra de Espíritu Santo. Y podemos enseguida añadir que la Iglesia permanece siempre así: Permanece «en estado demisión» (instatui-nissionis). El carácter misionero de la Iglesia pertenece a su misma esencia, es una propiedad constitutiva de la Iglesia de Cristo, porque el Espíritu Santo la hizo «misionera» desde el momento de su nacimiento.
1. En el Decreto conciliar Ad gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia, encontramos ligados el acontecimiento de Pentecostés y la puesta en marcha de la Iglesia en la historia: «El día de Pentecostés (el Espíritu Santo) descendió sobre los discípulos». Fue en Pentecostés cuando empezaron los ¡hechos de los Apóstoles! (Ad gentes, 4).
2. El análisis del texto de los Hechos de los Apóstoles que narra el acontecimiento de Pentecostés (Hech 2, 1 ss) nos permite captar la verdad de esta afirmación conciliar, que pertenece al patrimonio común de la iglesia.
Sabemos que los Apóstoles y los demás discípulos reunidos con María en el Cenáculo, tras haber escuchado «un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, vieron bajar sobre sí unas lenguas como de fuego» (Cfr. Hech. 2,2-3). En la tradición judía el fuego era signo de una especial manifestación de Dios que hablaba para instruir, guiar y salvar a su pueblo.
El recuerdo de la experiencia maravillosa del Sinaí, se mantenía vivo en el alma de Israel y lo disponía a entender el significado de las nuevas comunicaciones contenidas bajo aquel simbolismo, como sabemos también por el Talmud de Jerusalén (Cfr. Hag 2, 77 b, 32; cfr. también el Midrash Rabbah 5, 9, sobre Ex 4,27).
La misma tradición judía había preparado a los Apóstoles para comprender que las » lenguas» significaban la misión del anuncio, de testimonio, de predicación, que Jesús mismo les había encargado, mientras el «fuego» estaba en relación no sólo con la Ley de Dios, que Jesús había confirmado y completado, sino también con El mismo, con su persona y su vida, con su muerte y su resurrección, ya que El era la nueva Toráh para proponer al mundo.
Y bajo la acción del Espíritu Santo las «lenguas de fuego» se convirtieron en palabra en los labios de los Apóstoles: «Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas según el Espíritu les concedía expresarse» (Hech. 2, 4).
3. Ya en la historia del Antiguo Testamento se habían realizado dos manifestaciones análogas, en las que se había dado el espíritu del Señor para un hablar profético (Cfr. Miq 3, 8; Is 6 1, 1; Za 7, 12; Neh 9, 30).
Isaías había visto un serafín que se acercaba teniendo en la mano «una brasa que con las tenazas había tomado de sobre el altar» y con ella le tocaba los labios para purificarlo de toda iniquidad antes de que el Señor le confiase la misión de hablar a su pueblo (Cfr. Is 6, 6-9 ss.).
Los Apóstoles conocían este simbolismo tradicional y por ello eran capaces de captar el sentido de lo que sucedía en ellos ese día de Pentecostés, como atestigua pedro en su primer discurso vinculando el don de las lenguas con la profecía de Joel acerca de la futura efusión del espíritu divino que debía capacitar a los discípulos para profetizar (Hech 2, 17 ss.; Cfr. Jl 3, 1-5).
4. Con la «lengua de fuego» (Hech 2, 3) cada uno de los Apóstoles recibió el don multiforme del Espíritu, como los siervos de la parábola evangélica que habían recibido todos un cierto número de talentos para hacer fructificar (Cfr. Mt 25, 14 ss.): y aquella «lengua» era un signo de la conciencia que los Apóstoles poseían y mantenían viva acerca cerca del compromiso misionero al que habían sido llamados y al que se habían consagrado.
En efecto, apenas estuvieron y se sintieron «llenos de¡ Espíritu Santo, se pusieron a hablar en otras lenguas, «según el Espíritu les concedía expresarse». Su poder venía del Espíritu, Y ellos ponían en práctica la consigna bajo el impulso interior recibido desde arriba.
5. Esto sucedió en el Cenáculo, pero enseguida el anuncio misionero y el regalo, o don de las lenguas, traspasaron las paredes de aquella habitación. Y entonces se verificaron los acontecimientos extraordinarios, descritos por los Hechos de los Apóstoles.
Ante todo la grandeza que expresaban las palabras pertenecientes a una multiplicidad de lenguas y razas para cantar las alabanzas de Dios (Cfr. Hech 2, 1 l). La muchedumbre, atraída por el fragor y asombrada por aquel hecho, estaba compuesta, es verdad, por «judíos observantes» que se encontraban en Jerusalén con ocasión de la fiesta, pero pertenecían a «todas las naciones que hay bajo el cielo» (Hech 2. 5) y hablaban las lenguas de los pueblos en los que se habían integrado bajo el aspecto civil y administrativo, aunque étnicamente habían permanecido a los judíos.
Ahora bien, aquella muchedumbre, reunida en torno a los Apóstoles, «se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua». Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa?» (Hech 2,6-8).
En este momento Lucas no duda en dibujar una especie de mapa del mundo mediterráneo del que procedían aquellos «judíos observantes», casi para oponer aquella ecumene de los convertidos a Cristo a la Babel de las lenguas y de los pueblos descrita en el Génesis (1, 1-9), sin dejar de nombrar junto a los demás a los «forasteros de Roma»: «Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes» (Hech 2, 9-1l ).
A todos esos Lucas, casi reviviendo el hecho acontecido en Jerusalén y transmitido en la primera tradición cristiana, pone en su boca las palabras: «les oímos (a los Apóstoles, galileos de origen) hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios» (Hech 2,1 l).
6. El acontecimiento de ese día fue ciertamente misterioso, pero también muy significativo. En él podemos descubrir un signo de la universalidad del cristianismo y del carácter misionero de la Iglesia: el hagiógrafo nos la presenta consciente de que el mensaje está destinado a los hombres de todas las naciones.
En virtud del Espíritu Santo, por su venida, también se ha cumplido la oración de Jesús en el cenáculo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado»
(Jn 1 7, 1-2).
Jesucristo, en el misterio pascual, es el artífice de esta vida. El Espíritu Santo «da» esta vida, tornando de la redención obrada por Cristo «recibirá de lo mío», (Jn 16, 14). Jesús mismo había dicho: «El espíritu es el que da vida» (Jn 6, 63).
San Pablo, de la misma manera, proclama que «la lengua mata, más el Espíritu da vida» (2 Cor 3, 6). En Pentecostés brilla la verdad que profesa la Iglesia con las palabras del Símbolo; «Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida». Junto con la Pascua, Pentecostés constituye el coronamiento de la economía salvífica de la Trinidad divina en la historia humana.
7. Más aún: los primeros que experimentaron los frutos de la resurrección de Cristo el día de Pentecostés fueron los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo de Jerusalén en compañía de María, la Madre de Jesús, y otros «discípulos» del Señor, hombres y mujeres.
Para ellos Pentecostés es el día de la resurrección, es decir, de la nueva vida, en el Espíritu Santo. Es una resurrección espiritual que podemos contemplar a través del proceso realizado en los apóstoles en el curso de todos esos días: desde el viernes de la Pasión de Cristo, pasando por el día de Pascua, hasta el de Pentecostés.
El prendimiento del Maestro y su muerte en cruz fueron para ellos un golpe terrible, del que tardaron en reponerse. Así se explica que la noticia de la resurrección, e incluso el encuentro con el Resucitado, hallasen en ellos dificultades y resistencias. Los Evangelios lo advierten en muchas ocasiones: «no creyeron» (Mt. 16, 1 l), «dudaron» (Mt 28,17).
Jesús mismo se lo reprochó dulcemente: «¿Por qué os turbáis, y porqué se suscitan dudas en vuestro corazón?» (Lev. 24, 3-8). Él trataba de convencerlos acerca de su identidad, demostrándoles que no era «un fantasma», sino que tenía «carne y hueso» Con este fin consumió incluso alimentos bajo sus ojos (Cfr. Le 24, 37-43).
El acontecimiento de Pentecostés impulsa a los discípulos a superar definitivamente esta actitud de desconfianza: la verdad de la resurrección de Cristo penetra plenamente en sus mentes y conquista su voluntad. Entonces de verdad «de su seno corrieron ríos de agua viva» (Cfr. Jn. 7,39), como había predicho de forma figurativa Jesús mismo hablando del Espíritu Santo.
Por obra del Paráclíto, los apóstoles y los demás discípulos se transformaron en «hombres pascuales»; creyentes y testigos de la resurrección de Cristo. Hicieron suya, sin reservas, la verdad de tal acontecimiento decisivo y cantaron desde aquel día de Pentecostés «las maravillas de Dio» (Hech. 2,1 l).
Fueron capacitados desde dentro; el Espíritu Santo obró su transformación interior, con la fuerza de la nueva vida», la que Cristo recuperó en su resurrección y ahora infundió por medio del «nuevo Paráclito»en sus seguidores. Se puede aplicar a esa transformación lo que Isaías había predicho con lenguaje figurado: «Al fin será derramado desde arriba un espíritu; se hará la estepa, un vergel, y el vergel será considerado como selva» (ls 32, 15).
Verdaderamente brilla en Pentecostés la verdad evangélica; «Dios no es Dios de muertos, sino de vivos» (Mt 22, 32), «porque para él todos viven» (Lev. 20,38).
8. La teofanía de Pentecostés abre a todos los hombres la perspectiva de la «novedad de vida». Aquel acontecimiento es el inicio del nuevo «donarse» de Dios a la humanidad, y a los apóstoles son el signo y la prenda no sólo del «nuevo Israel», sino también de la «nueva creación» realizada por obra del misterio pascual.
Como escribe San Pablo; «la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida, Donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia» (Rom. 5, 18.20). Y esta victoria de la vida sobre la muerte, de la gracia sobre el pecado, lograda por Cristo, obra en la humanidad mediante el Espíritu Santo.
Por medio de Él fructifica en los corazones el misterio de la redención (Cfr. Rom 5, 5; Gal 5, 22). Pentecostés es el inicio del proceso de renovación espiritual, que realiza la economía de la salvación en su dimensión histórica y escatológico, proyectándose sobre todo lo creado.
9. En la Encíclica sobre el Espíritu Santo «Dominum el Vivificawem», se lee; «Pentecostés, es un nuevo inicio en relación con el primero, inicio originario de la donación salvífica de Dios, que se identifica con el misterio de la creación».
Así leemos ya en las primeras páginas del libro del Génesis: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra», y el Espíritu de Dios (ruah Elohim) aleteaba por encima de las aguas» (1, 1 ss.). Este pasaje bíblico de creación conforma no sólo la llamada del ser mismo del cosmos a la existencia, es decir, el dar la existencia, sino también la presencia del Espíritu de Dios en la creación», sea el inicio de la comunicación salvífica de Dios a las cosas que crea.
HORARIO:
10:00 am. Bienvenida y ambientación.
10:30 am Dinámica de integración.
11:00 am Tema: (Pentecostés, comienza la misión de la Iglesia).
11:45 am Receso.
12:00 pm Eucaristía.
01:15 pm Dinámica.
01:45 pm Descanso y preparación para la comida.
03:00 pm Tema compromiso; (Eucaristía, impulso para la misión)
03:45 pm Despedida de los muchachos.
04:00 pm Evaluación del retiro.
GENERALIDADES:
Se recomienda un salón amplio y que cuente con servicio sanitario, así como una buena ventilación.
Para el escenario, se recomienda, una pintura en manta sobre el Pentecostés, para dar más centralidad al retiro, así como un sonido que se escuche claro y fuerte.
De igual manera, las suficientes sillas para los asistentes y su respectivo material – cuaderno, lápiz, gafete etc.- prever agua purificada, publicidad, y de ser preciso, solicitudes. Para los temas, se recomienda buscar un buen orador, para que deje el mensaje lo más claro posible, -de preferencia un presbítero- quien debe transmitir el mensaje de manera muy amena.
En cuanto a las dinámicas, las pueden realizar los mismos integrantes del equipo de servicio quienes deben prever el material necesario para su realización. Se recomienda, buscar un lugar agradable para compartir los alimentos, para lo cual no se debe infringir la bendición de los alimentos. Se debe prever lo necesario para la celebración eucarística, lo cual corresponde al equipo de liturgia. Se recomienda buscar también, cantos adecuados a lo que se celebra.
SENTIDO DEL DÍA.
Tiene lugar este acontecimiento, cincuenta días después de la resurrección del Señor, de allí su nombre; «Pentecostés». Lo central de esta fiesta, es la venida inesperada del Espíritu Santo sobre los apóstoles, quienes reciben los dones que éste otorga de parte del Señor, a los que le sirven.
De igual manera, la preparación para recibirlo también nosotros, quienes somos su discípulos por el Bautismo. Tiene un sentido de alegría, de júbilo, de misión y de total entrega al servicio del Reino, quienes estamos capacitados para su expansión por el mismo Bautismo.
No debemos olvidar que a cada uno se nos entregó un don específico cuando fuimos bautizados, buscando ponerlo al servicio de la comunidad y del mismo prójimo.
CELEBRACION PARA PENTECOSTES
a) Cirio pascual en el centro.
b) El ambón bien destacado y adornado con flores.
c) En esta celebración intervienen muchas personas: Presidente, monitor, lectores, apóstoles y María.
CATEQUESIS:
Dinámica de Pentecostés:
La gran realidad es que el Siervo ha resucitado y ha sido constituido Señor que nos comunica el Espíritu y el que lo acoge se hace una cosa con Cristo. Todos vienen a ser miembros de un solo Cuerpo con Cristo, cada miembro con su función propia (pluralismo) pero todo para bien del único Cuerpo (Cor. 12). Este Cuerpo es la Iglesia. Su dinámica es la unidad con y a través de la libertad de cada uno (único y distinto) con la fuerza del Espíritu.
La dinámica es libremente acoger el Espíritu y libremente seguir su impulso que es entrega y servicio a todos, es mirar al otro y hablar el idioma del otro, expresando así las maravillas de Dios, que es Amor, en su idioma. Es amar a todos, preocuparse por los demás, hablando así todos los idiomas.
Así se forma la comunidad creyente a la que se entra por el bautismo (cf. [Hch 2,38) y que celebra la Eucaristía, la acción de gracias. Comunidad en la que se quieren unos a otros y no hay pobres entre ellos (cf. Hch 2, 42-47).
La dinámica es pues entregarse a todos y por todos hasta la muerte, sin acepción de personas, invitando a vivir la comunión con Dios y con los demás, en la que todo es para todos y donde no sólo no haya peligro a despojar o atropellar a los demás, sino que el pobre y el oprimido son los que son especialmente tomados en cuenta. No podemos olvidar que la persona humana que existe, lo sepa o no lo sepa, lo quiera o no o lo quiera, ha sido creada para ser feliz en la comunión con Dios y con los demás.
Desde lo más profundo de sus entrañas tendrá siempre una fuerza de gravedad hacia el amor auténtico, esto es, hacia el Amor, Dios mismo. Es verdad que la comunidad humana, por grandes que sean los esfuerzos de cada uno de sus miembros y de toda ella en su conjunto, jamás podrá comunicar el Espíritu Santo, por lo que nunca podrá, por si sola, construir la Comunión de los Santos, pero sí puede organizarse esa comunidad de modo que no sólo se rechacen los atropellos de unos hacia los otros sino que, más aún, se busque el encuentro y apertura de cada uno hacia los demás en actitud fraterna y solidaria.
La Iglesia, al conocer el sentido último de la persona humana y de su vida y al tener la tarea de anunciar y comenzar a construir la convivencia según ello por todas partes viene a ser fermento del mundo y va afirmando a la misma persona en el sentido profundo de su dignidad y ayudando cada día a la actividad de la sociedad humana en dirección a la convivencia fraterna y solidaria.
MONITOR:
La celebración de Pentecostés, es culminación del tiempo pascual. Jesús resucitado deja su Espíritu y la iglesia naciente inicia una etapa nueva, continuando la obra emprendida por su Señor.
Pentecostés no es una fiesta aislada.
La Pascua dura cincuenta días. Pentecostés es la plenitud del tiempo; es el don de Jesús a los suyos; es tomar conciencia de la comunidad de creyentes que somos por la fuerza del Espíritu. En este Momento de gozo, María también tiene un sitio. Estaba allí, reunida con los apóstoles, asistiendo al nacimiento de la Iglesia…
1. CANTO: » Veni Sancte Spírítus»
2. PROCESIÓN.
Mientras se canta, entra alguien con un cirio, otra con la Biblia el cual coloca en el ambón.
3. SALUDO.
PRESIDENTE.- Bienvenidos a esta celebración de de Pentecostés. Que el amor de Dios Padre, la paz del Señor Resucitado y la fuerza del Espíritu estén con todos ustedes.
ASAMBLEA.- Y con tu espíritu.
PRESIDENTE.- Los invito a presentarnos ante nuestro Dios tal como cada uno es y está en este momento. Permanecemos unos instantes en silencio. Nuestra oración es sencillamente nuestra postura. Si el corazón tiene algo que decir, que lo diga. De lo contrario, que hable nuestro silencio.
Tiempo de silencio y oración. Música de fondo suave mientras dura el gesto. Después el Presidente continúa.
Señor, tú que fecundas la creación entera con tu aliento de vida: santifica a los que formamos tu Iglesia con el fuego que tu Hijo ha dejado prendido en la tierra.
Concede la unidad de corazón a quienes vivimos de una misma fe, para que al unirnos podamos alabarte como la única fuente de la que manan todos los dones.
Concédenos, adentrarnos en el silencio y en la oración para recibir en nosotros con docilidad y alegría la fuerza del Espíritu de tu Hijo que hoy, como un nuevo Pentecostés, quiere derramarse sobre nosotros.
4. MONICIÓN.
Para entrar en el sentido de Pentecostés tenemos que recorrer algunos pasajes bíblicos. El soplo de Dios al inicio de todo; la historia de la salvación y de la confusión -Babel-; el hecho del Pentecostés del Nuevo Testamento.
5. LECTURAS.
Lectura del libro del Génesis 2,7.
«Entonces el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo».
LECTURA del libro del Génesis 11, 1 -9.
El mundo entero hablaba una misma lengua con las mismas palabras. Al emigrar de oriente, encontraron una llanura en el país de cenar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: «Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos» (emplearon ladrillos en vez de piedras y alquitrán en vez de cemento).
Y dijeron: «Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo para hacernos famosos y para no dispersarnos por la superficie de la tierra».
El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres, y se dijo: «Son un solo pueblo con una sola lengua. Si esto no es más que el comienzo de su actividad, nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Vamos a bajar y a confundir su lengua, de modo que uno no entienda la lengua del prójimo».
El Señor los dispersó por la superficie de la tierra y dejaron de construir la ciudad. Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó por la superficie de la tierra.
Mientras se escucha, se construye la torre de Babel.
(Lo presenta y explica el Presidente o el monitor)
Babel es confusión, es una torre, un muro de separación. Babel es no entenderse. Una experiencia que tenemos muy a menudo, aunque hablemos la misma lengua materialmente, no nos entendemos.
Allí tienes una torre. Si quieres, te levantas, vas a la torre, te pones alrededor de ella y reconoces tu dificultad para comprender y tus barreras para ser comprendido.
Si en un momento ves que hay otro a tu lado, le tiendes la mano; si te la da, la tomas para formar un pueblo que quiera caminar por la llanura, sin subirse a la torre de la soberbia, con sencillez… Si somos varios y logramos formar un pueblo nuevo, sin Babel, comenzaremos a caminar de manera nueva.
Tiempo para que la asamblea realice el gesto. No acelerar, tampoco alargar tanto que se produzcan momentos muertos. Bueno será que quien hizo la invitación recuerde lo fundamental del gesto de vez en cuando, mientras se lleva a cabo’, si es necesario. Es una forma de animar a entrar en él y realizarlo.
Cuando se vaya formando un grupo con las manos unidas, comienza a entonarse un canto oportuno: «Espíritu Santo, ven, ven.» U otro de ocasión que el grupo conozca. No importa si se repite varias veces.
Terminado el canto, el monitor invita a los que están alrededor de la torre o a acercarse al lugar de la Palabra y rodearla.
Se escucha el «Aleluya». En ese momento, se toman lámparas encendidas en las manos y hace una corona en torno al ambón donde se proclama la Palabra. Lo bonito sería que mantuvieran las lámparas en alto todo el tiempo.
LECTURA del libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-4.
«Al llenar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente un ruido del cielo, como de viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban, y vieron aparecer unas lenguas como de fuego que se repartían posándose encima de cada uno. Se llenaron de Espíritu Santo., y empezaron a hablaren diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse».
(Permanecen unos instantes las lámparas encendidas en alto).
Momento de reflexión dirigida: (Cada uno que tome un lugar cómodo: se les da hojas y papel para ir escribiendo)
– ¿Te encuentras representado en los hombres y mujeres que iniciaron la construcción de Babel ‘Eran hombres y mujeres que quisieron unir todo su saber y poder para » ser como dioses», para llegar el los al cielo «. Quisieron sumar su autosuficiencia y prescindir de Dios. Pero la misma autosuficiencia los dispersó, les hizo extraños, extranjeros, hablando lenguas distintas, buscando cada uno su propio y personal mejoramiento. Y de la autosuficiencia nació un nuevo caos, nuevas barreras. Nadie se entendía.
– Da sentido, desde tu realidad, a elementos como torre, ladrillos, hacerse famoso… ¿Cómo hoy nosotros seguimos haciendo babeles y utilizando «cosas «para construir nuestra «torre»?
– En sinceridad, reconoce en qué torres de Babel participas o colaboras, o qué torres te invitan a construir…
– Haz la 1ista de las personas que no entiendes, de aquellas personas o instituciones que son para ti incomprensibles y que te sumergen en un caos…
Lo escrito se coloca en una caja junto a la torre y se enciende la torre de Babel, (mientras se dejan las papeletas y se consume con el fuego la torre se hacen algunos cantos)
MI PENTECOSTES.
– Mira tu pasado y presente. Reconoce y trata de leer en ellos momentos que se parezcan al Pentecostés que los Hechos de los Apóstoles nos describen.
– Grita desde el fondo de tu corazón: Lléname de tu Espíritu, Señor Llénanos de tu Espíritu, Señor
– Posiblemente se te ocurre hacer algo ahora aquí, o decir en voz alta una palabra, o gritar, o proclamar, ¡Hazlo! Sé libre.
SIGNO: Con una inscripción sostenida por dos personas: En lo más íntimo de cada uno de nosotros, hay está la fuerza de Dios, su Espíritu, que nos revela los secretos de Dios.
PADRENUESTRO.
PRESIDENTE.- Recitar el Padre nuestro es un signo de la presencia del Espíritu en medio de la comunidad y en cada uno de nuestros corazones. Es el Espíritu de la unidad, comunión, paz. Recordemos: «Nadie puede decir Jesús es Señor sin la fuerza del Espíritu». Por este Espíritu que reza en nosotros; nosotros podemos rezar: Padre nuestro.
GESTO DE COMUNIÓN.
Como un gesto de nuestro deseo de superar la dispersión, la división y con el deseo de vivir la comunión, (un abrazo). Presidente: Demos gracias Todos: Amen