Demos fruto como el grano de trigo que se entierra
“Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.
La idea de Jesús es clara. Con la vida sucede lo mismo que con el grano de trigo, que tiene que morir para liberar toda su energía y producir un día su fruto. Si “no muere” se queda sólo encima del terreno. Por el contrario, si “muere” vuelve a levantarse trayendo consigo nuevos granos y nueva vida….
No se puede engendrar vida sin dar la propia. No es posible ayudar y vivir si uno no está dispuesto a “desvivirse” por los demás. Nadie contribuye a un mundo más justo y humano viviendo apegado a su propio bienestar.
Nadie trabaja seriamente por el reino de Dios y su justicia, si no está dispuesto a asumir los riesgos y rechazos, la conflictividad y persecución que sufrió Jesús.
Nos pasamos la vida tratando de evitar sufrimientos y problemas. La cultura del bienestar nos empuja a organizarnos de la manera más cómoda y placentera posible. Es el ideal supremo.
Sin embargo, hay sufrimientos y renuncias que es necesario asumir si queremos que nuestra vida sea fecunda y creativa. El hedonismo no es una fuerza movilizadora; la obsesión por el propio bienestar empequeñece a las personas.