VICENTE GÓMEZ ARBIOL, vicegar@hotmail.com
ZARAGOZA.
ECLESALIA, 11/03/13.- El lunes 11 de febrero por la mañana no me encontraba nada bien, incluso volví a casa antes de hora. Al llegar, mientras me preparaba algo caliente para tomar, escuché la noticia de la renuncia al papado de Benedicto XVI, luego me acosté en la cama. Esa misma tarde, la gripe, se manifestó con toda su virulencia, provocándome fiebre alta y mucho malestar general.
Desconozco si fue por causa de la fiebre o por ser la última noticia que se quedo bailando en mi cabeza, el caso es que entre delirios, me venia el tema de la iglesia como institución y la pregunta: ¿qué se podría hacer para actualizarla e incluso democratizarla?
Realmente no era la primera vez que pensaba en este tema, pero si que me resultaba, en estos momentos, mucho más insistente la idea.
Bueno, paso a continuación a escribir lo que seguramente son delirios provocados por la fiebre, o… ¿quizás no?:
Creo que lo primero que habría que hacer, de base, sería un censo, un censo real de todos los que de algún modo se sienten “iglesia”. Realmente es increíble la de grupos, movimientos, colectivos e individuos diferentes que se sienten “iglesia”, pues en este censo, tendrían que tener cabida todos ellos. Por suscribirlos a un distrito o territorio, se podría tomar como núcleo la parroquia o concejo. Con esto no quiero limitar el censo a los miembros establecidos y participes de las parroquias y punto, como decía antes hay mucha gente vinculada o no, a un colectivo determinado y que no está directamente relacionado con las parroquias, tales como a un colegio, a una orden religiosa, a cofradías, caritas, monasterios, grupos alternativos, sindicatos, voluntarios, asociaciones, movimientos sociales…
Bueno, pues toda esta gente libremente podría censarse, si se sintieran de algún modo “iglesia”.
Una vez que cada parroquia o concejo tuviera su censo, se trataría de hacer asambleas parroquiales (como hemos dicho “parroquia” en el más amplio sentido de la palabra), donde de forma totalmente libre se pudiera hablar y exponer las ideas de “iglesia” que cada uno tuviera, este sería quizás el proceso más interesante. Una vez escuchados y reflexionados los diferentes puntos de vista, se apreciarían las diferentes visiones y quizás saldrían propuestas concretas. Estas propuestas pasarían a ser candidatas para ser votadas por la asamblea.
Todos los censados tendrían voto, y para evitar los eternos dualismos, y que hubiera más capacidad representativa del sentir general, la forma de voto podría ser de la siguiente manera:
Cada votante dispondría por ejemplo de una serie de puntos: 10 para la propuesta que te convenza al 100%, 8 puntos si te gusta mucho pero hay lagunas, 6 puntos, 4 puntos y 2 puntos, para las propuestas con algún punto de interés. El votante de esta manera podría valorar distintas propuestas y no solo quedarse con una, o tampoco tendría por que utilizar todas las puntuaciones.
Una vez realizada la votación se elegirían las tres propuestas con más puntuación (con este sistema de voto, puede que gane una propuesta con varios votos de 10 puntos, pero también es posible que gane alguna que no tenga tantos 10 puntos plenos, pero tenga otros muchos puntos de los de menor valor, esto significaría que cuenta con el agrado por parte de mucha más gente, aunque no sea aceptado el planteamiento al 100%, en este caso tras la elección cabría matizarla por la asamblea)
Para evitar caer otra vez en una jerarquización, lo mejor sería que no pudieran ser elegidos los sacerdotes responsables de la parroquia, vicaría, obispo etc. Lo lógico es que en principio, la mayoría, fueran laicos comprometidos, o religiosos y religiosas de a pié, y desde luego, donde la mujer tuviera una presencia clave.
Las tres propuestas (con sus representantes) elegidas de cada parroquia pasarían a formar la asamblea del arciprestazgo (si por ejemplo un arciprestazgo tiene una media de 10 parroquias, la asamblea la formarían 30 personas) de nuevo cada propuesta aportada por los representantes elegidos de cada parroquia sería expuesta y reflexionada, y a su vez se produciría una votación con el mismo sistema ya explicado. Donde se elegirían las tres propuestas con más puntuación. Estas pasarían a ser la asamblea de la vicaría. (Si suponemos que cada vicaría tiene de media de 8 a 10 arciprestazgos, seguiríamos teniendo una asamblea de 25/30 personas) aquí se volvería a repetir el proceso de escucha y votación de donde saldrían las tres propuestas con más puntos como representación de cada vicaría, formando una asamblea diocesana.
Siguiendo de esta forma, cada 8 o 10 diócesis reunidas otra nueva asamblea y votación.
Seguiríamos de la misma manera, creando esta cadena, hasta llegar a una asamblea o Parlamento Mundial del Pueblo de Dios. Donde estaría reflejado el sentir de los miembros creyentes de una iglesia viva, participativa y de iguales.
Este parlamento surgido de la base del pueblo creyente, sería en igualdad de oportunidades, sin los privilegios tradicionales de Europa en detrimento del resto de Continentes. (Habría que estudiar la manera de hacer un porcentaje equitativo)
Además cada representante, independientemente del nivel en el que esté, (asamblea parroquial, arciprestal… diocesana, mundial) tendría como apoyo la asamblea de donde habría salido, y a su vez la responsabilidad de trasmitirles lo que se decida o hable en la que les representa, formándose una cadena viva e intercomunicada, de abajo arriba y de arriba a bajo. De esta forma, y de una manera rápida, habría un flujo de información, y de un sentir real, en ambas direcciones, que dinamizaría la vida de la iglesia de forma inaudita.
Por otra parte podría estar la estructura actual y jerárquica de la iglesia, y ellos verían donde colocan la participación efectiva de este parlamento. (Pero creo que una vez iniciada, esta sería imparable…y, ¿no sería esta también una forma de escuchar la voz del Espíritu que habla a través de su pueblo?). (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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