Fe y Razón
Luis Fernando Valdés
Periódico AM Querétaro, México . 04/04/2010
Con motivo de los escándalos de pederastia por parte de algunos clérigos en Estados Unidos y Alemania, una activista de izquierda afirmó que la legitimidad de la Iglesia como garante de la educación de los más pequeños se ha visto minada. Duras palabras, pero ¿qué hay en el fondo de esta tendenciosa afirmación?
La respuesta nos la proporciona Marcello Pera, filósofo y senador italiano, que no es creyente. En forma de carta abierta al “Corriere della Sera” (Milán,I7.III.2010), titulada “Una agresión al Papa y a la democracia”, este pensador ofrece un fino análisis de la campaña mediática en la que se ha visto envuelta la Iglesia católica.
El Prof. Pera afirma que el laicismo ha declarado la guerra al cristianismo en el mundo occidental. No se trata de una batalla aislada sino de una guerra total, extendida en todos los frentes. El laicismo cambiado de táctica pero el objetivo sigue siendo el mismo: destruir la religión católica.
El ex Presidente del Senado italiano señala que esta guerra no es “propiamente contra la persona del Papa, porque, en este terreno, es imposible. Benedicto XVI es inexpugnable en su imagen, su serenidad, su limpidez, su firmeza y doctrina. Basta su leve sonrisa para desbaratar un ejército de adversarios. No, la guerra es entre el laicismo y el cristianismo”.
El coautor también, junto con Benedicto XVI, de un libro de ética y política, (“Sin raíces”, 2009), explica que esta campaña mediática ataca al Papa, porque “los laicistas saben bien que, si algo de fango llega a la sotana blanca, la Iglesia se ensuciaría, y si ella esta sucia lo estaría la religión cristiana”.
Según Marcello Pera, éste sería el trasfondo de las preguntas que esta campaña está empleando para desprestigiar a la Iglesia, como “¿quién mandará a sus hijos a una escuela católica?”
Este pensador compara la situación actual con el nazismo y el comunismo. Si en tiempos de estas ideologías, “la destrucción de la religión comportó la destrucción de la razón, el triunfo del laicismo hoy no comportaría el triunfo de la razón laicista, sino otra barbarie”.
E inmediatamente, Pera señala las consecuencias de este laicismo, que ya son bien visibles: “en el plano ético, es la barbarie de quien asesina a un feto porque su vida dañaría la ‘salud psíquica’ de la madre. De quien dice que un embrión es un ‘grumo de células’ bueno para experimentos. De quien asesina a un anciano porque ya no tiene una familia que lo cuide. De quien acelera el final de un hijo porque ya no está consciente y es incurable”.
Por otra parte, Giuliano Ferrara, ex-comunista, agnóstico y liberal, director del diario italiano “II Foglio”, también defendió a Benedicto XVI de las acusaciones. Después de alabar las medidas del Papa para combatir los abusos en la Iglesia, explica que ésta “nunca podrá renunciar a tratar el pecado como pecado, y al arrepentimiento como puerta abierta al perdón y a la expiación cristiana, para transformarse en máquinas de burocracia penal al servicio de los tribunales”.
Al final, la sotana del Santo Padre sí está salpicada, pero no del barro de los malos clérigos, sino de la sangre de tanto inocente al que el Papa ha intentando defender desde el seno materno, de las lágrimas de los ancianos y enfermos terminales, cuya dignidad el Pontífice se empeñado en proclamar. Por eso, tanto los fieles cristianos como los pensadores no creyentes apoyan a Benedicto XVI, que hoy por hoy es el ancla verdaderamente firme ante el maremoto moral de occidente.
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