De la misa a la EUCARISTÍA
Durante siglos, la misa ha sido el término familiar empleado en occidente para designar la reunión eucarística. Desde hace algún tiempo, después del Concilio Vaticano II, se está dando una tendencia generalizada a sustituir el nombre de misa por el de eucaristía, término más antiguo, de raíces bíblicas más hondas y que significa “acción de gracias”.
Se está dando un cambio de actitud al descubrir en la Eucaristía unos valores nuevos y una voluntad de vivir esta celebración en toda su riqueza. El cambio apunta a ir pasando de una misa entendida como acto religioso individual hacia una eucaristía que alimenta y construye comunidad.
De un asunto que concierne fundamentalmente al clero que “dice misa”, mientras los demás la “oyen” pasivamente, se está pasando a una celebración vivida por todos de manera activa e inteligible; de una obligación sagrada, bajo pecado mortal, a una reunión gozosa que la comunidad necesita celebrar todos los domingos para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Cristo resucitado; de una misa que ha servido de marco para toda clase de aniversarios, fiestas, homenajes o lucimiento de coros o solistas, a la celebración de la Cena del Señor por la comunidad creyente; de una conmemoración del sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz, a una celebración que recoja también las demás dimensiones de la eucaristía como banquete, comunión fraterna y acción de gracias a Dios; del cumplimiento de un deber religioso, que nada tiene que ver con la vida, a una celebración que nos exige amor solidario a los más pobres y poner algo de nuestra parte, aunque solo sea un poquito, para que nuestro mundo sea un poquito más justo.