David Neuhaus sacerdote jesuita judio
(Desde El Cañamelar, Valencia, José Ángel Crespo Flor)
Cualquier día es bueno para hablar de Tierra Santa y animar a los cristianos a que peregrinen hasta allí para que conozcan de primera mano el mismo suelo que pisó Jesús, se encandilen en el Huerto de los Olivos o recen en el Sepulcro, el Cenáculo o en la Basilica del Pater Noster. O reciten el Ángelus en la Basílica de la Anunciación.
Hay que tener en cuenta que todo allí es bueno hasta el extremo de que a Tierra Santa se le denomina y con toda razón el ‘Quinto Evangelio’.
Ojeando el ‘taco del Corazón de Jesús’ me he detenido en el 31 de enero. Y lo he hecho no porque fuese la Fiesta de san Juan Bosco, que también, sino por lo que aparece en el reverso de la página. Insisto en lo que antes apunté: todos los días son buenos para hablar de la Tierra de Jesús y María, de Tierra Santa. Y si deciden ir, no lo duden, viajen con la Asociación Valenciana de Amigos de Tierra Santa (AVATS). Se harán un favor a sí mismos y estarán colaborado con la Custodia de los Padres Franciscanos que velan, noche y día, para que Tierra Santa sea lo que siempre ha sido: la raíz de nuestra fe.
LO QUE HA SALIDO EN EL ‘TACO’
Si van a Jerusalén, pueden visitar a David Neuhaus, sacerdote jesuita, de origen judío, yb vicariio para la comunidad de católicios israelíes en Jerusalén y alrededores. Habla Español. Reside en la Comunidad S. J. del pontificio Instituto Bíblico de Jerusalén, en el centro de la ciudad.
Existe una comunidad de católicos israelíes, unos 400. Junto con visitantes a la ciudad santa, celebran la misa en hebreo, una de las tres lenguas en las que se escribió la ‘sentencia’ de Jesús en la cruz (INRI). Preside las eucaristías el P. Neuhaus. Su historia es notable. Sus padres fueron judíos alemanes que se establecieron en África del Sur. En aquellos tiempos de máxima tensión por el problema del ‘apartheid’, el joven David fue enviado a Israel para continuar su enseñanza media.
Allí por medio de una religiosa ortodoxa rusa, de religiosidad profunda y mística, descubrió a Jesús: «Tuve que afrontar lo que significa para un judío adherirse a una iglesia que los hebreos ven como uno de sus enemigos a lo largo de la historia». Se bautizó a los 26 años. «No es fácil. Histórica, social y racialmente me siento fuertemente judío».