El credo corto o credo de los apóstoles
Credo de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.
Nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, todopoderoso.
Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica
la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurección de la carne y la vida eterna. Amén
Credo católico corto, credo de los apostoles corto, oracion del credo corto,… así denominan los cristianos de a pie las dos fórmulas de fe más comunes.
El credo es un resumen de los dogmas y creencias más importantes de un cristiano, confesamos nuestra fe en el bautismo (nuestros padres y padrinos en nombre nuestro si somos niños) y cada domingo en la Misa.
Voy a explicar el por qué de tener estos dos credos, que no son un capricho sino que tienen su motivo:
El Credo corto es el que se llama “técnicamente” credo de los apóstoles o apostólico.
La leyenda cuenta que los apóstoles mismos redactaron el Credo a los diez días de la Ascensión del Señor Jesús, pero en realidad ellos no lo escribieron.
Se le llama “de los apóstoles” o “apostólico” porque está basado en la doctrina que ellos enseñaron.
Ambos credos tienen en común que están estructurados en tres partes, siguiendo la Trinidad: Creo en Dios Padre creador; creo en Jesucristo, su Hijo, nuestro salvador; creo en el Espíritu Santo y en la Iglesia.
La diferencia es que si observáis, estos dos credos tienen un lenguaje y una forma de decir las cosas distinta, pero al final dicen lo mismo.
La diferencia es que el apostólico habla de Jesucristo enumerando sus acciones históricas (nacimiento, pasión, muerte y resurrección) usando expresiones bíblicas como la de resucitar a los tres días.
El credo largo utiliza un lenguaje que no es bíblico (engendrado antes de todos los siglos, de la misma naturaleza) sino que está tomado de la filosofía griega; no es que sea extraño a la revelación, en el siglo IV la fe cristiana se había introducido en el imperio romano y se había amoldado a la cultura clásica, ya no era sólo una fe hebrea o semítica, sino que consiguió expresar las verdades de la revelación con el lenguaje filosófico griego.
El Credo largo es el Credo niceno-constantinopolitano, o sea el Credo de los concilios de Nicea (año 325) y de Constantinopla (año 381), que respondieron respectivamente a las herejías arriana y de los pneumatómacos (los que luchan contra el Espíritu Santo).
De ahí que la parte más amplia de este credo sea la dedicada a Cristo y al Espíritu Santo.
La herejía de Arrio afirmaba que Cristo no es Dios, sino una criatura perfecta, la primera de todas, pero no es Dios. Por eso este credo se centra en Jesucristo:
Engendrado del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre.
Todas estas palabras están medidas y quieren afirmar que Jesucristo, el Hijo de Dios es también Dios, igual que el Padre, que ha sido engendrado (indica así el origen eterno del Verbo), por tanto tiene un principio distinto al de las criaturas, que han sido creadas.
En cuanto a la parte del Espíritu Santo dice:
Y creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Todo esto quiere reafirmar la divinidad del Espíritu Santo, que es igual al Padre y al Hijo, y su papel en la Historia de la salvación.
La frase y del Hijo es una añadido que se hizo en la España visigoda (siglos V-VIII) para reafirmar la divinidad de Jesucristo (para mostrarlo igual al Padre en la espiración del Espíritu Santo) contra los arrianos, pues los visigodos eran arrianos al invadir la Península Ibérica.
El credo se recita especialmente en la Misa del domingo, para confesar públicamente nuestra fe en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, el centro de nuestra fe cristiana.
El domingo celebramos la Resurrección del Señor y renovamos nuestro bautismo, en el que antes del momento central del agua y con la triple pregunta (¿Creéis en Dios Padre…?, ¿creéis en Jesucristo su único Hijo…?, ¿creéis en el Espíritu Santo…?) mostramos nuestra fe en el Dios cristiano y que estamos preparados para recibir el sacramento del nuevo nacimiento y entrar a formar parte de la Iglesia, Esposa y Cuerpo de Cristo.