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Crece la Iglesia Católica

JOSÉ MARTÍNEZ COLÍN
11 Diciembre 2011, www.am.com.mx

Según el estudio anual Status of global missions, realizado este año 2011, la Iglesia Católica suma 1,16 mil millones de fieles en todo el mundo y cada día 31 mil personas más se suman a la misma. Agradecidos a Dios por estas noticias nos adentramos en el Adviento: cuatro semanas de preparación espiritual para recibir dignamente a Cristo Señor Nuestro el 25 de diciembre.

Todos los signos navideños deberían ayudarnos en esa preparación personal y familiar. No faltarán además en nuestros hogares unas figuras en el Nacimiento: Jesús, María y José, muchos ángeles y pastores, para tener ahí ratos íntimos de vida familiar, leer y meditar en el Evangelio esa incomparable historia. Ocurrió hace más de dos mil años en Belén de Judá, cumpliéndose puntualmente lo anunciado desde siglos antes por los Profetas. Y al mismo tiempo es actual, porque Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre, como nos revela la carta a los Hebreos.

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A las doce del jueves día ocho, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.

Son sus entrañables palabras:

Hoy la Iglesia celebra solemnemente la concepción inmaculada de María. Como declaró el beato Pío IX en la carta apostólica Ineffabilis Deus de 1854, Ella “fue preservada, por particular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo salvador del género humano, inmune de toda mancha de pecado original”. Tal verdad de fe está contenida en las palabras del saludo que le dirigió el Arcángel Gabriel: “Alégrate, llena de gracia. El Señor está contigo” (Lucas 1,28). La expresión “llena de gracia” indica la obra maravillosa del amor de Dios, que ha querido devolvernos la vida y la libertad, perdidas con el pecado, mediante su Hijo Unigénito encarnado, muerto y resucitado. Por esto, desde el siglo II, en Oriente y en Occidente, la Iglesia invoca y celebra a la Virgen que, con su “sí”, ha acercado el Cielo a la tierra, convirtiéndose en “engendradora de Dios y nodriza de nuestra vida”, como se expresa san Romano el Himnógrafo, en un antiguo cántico. En el siglo VII, san Sofronio de Jerusalén elogia la grandeza de María porque en Ella el Espíritu Santo ha hecho su morada: “Tú superas todos los dones de la magnificencia que Dios haya jamás derramado en ninguna persona humana. Más que todos eres rica de la posesión de Dios morador en ti”. Y San Beda el Venerable explica: “María es bendita entre las mujeres, porque con el decoro de la virginidad ha gozado de la gracia de ser engendradora de un hijo que es Dios”.

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También a nosotros se nos regala la “plenitud de la gracia” que debemos hacer resplandecer en nuestra vida, porque “el Padre del nuestro Señor Jesucristo –escribe San Pablo– nos ha bendecido con toda bendición espiritual… y nos ha elegido antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados… predestinándonos a ser por Él hijos adoptivos” (Efesios 1,3-5). Esta filiación la recibimos por medio de la Iglesia en el día del Bautismo. A tal propósito santa Hildegarda de Bingen escribe: “La Iglesia es, por consiguiente, la virgen madre de todos los cristianos. En la fuerza secreta del Espíritu Santo, los concibe y da a luz, ofreciéndolos a Dios de modo que sean también llamados hijos de Dios”. Entre los muchísimos cantores de la belleza espiritual de la Madre de Dios, destaca san Bernardo de Claraval, quien afirma que la invocación “Ave María, llena de gracia” “agrada a Dios, a los ángeles y a los hombres. A los hombres, gracias a la maternidad; a los ángeles, gracias a la virginidad; a Dios, gracias a la humildad”.

Queridos amigos, en espera de realizar esta tarde -dijo Benedicto XVI y lo cumplió-, como es costumbre, el homenaje a María Inmaculada, en Plaza de España, dirijamos ahora nuestra ferviente oración a Aquella que intercede ante Dios, para que nos ayude a celebrar con fe la Navidad del Señor ya cercano.

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