Diócesis de Zárate-Campana
El domingo 27 de noviembre se celebró por la mañana la festividad de la Medalla Milagrosa, con la iglesia repleta de fieles, entre los cuales muchas familias y niños. Concurrió a las celebraciones el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga, quien, previa procesión realizada por la comunidad católica presente, presidió la eucaristía de las 10.30, acompañado por el Rev. Padre visitador provincial, Juan Carlos Gatti, el vicario general, Mons. Edgardo Galuppo, y los Padres José Luis Defina y Carlos Javier González, de la Congregación de la Misión. La Casa religiosa de la Congregación, de presencia muy antigua en la actual diócesis de Zárate-Campana, se encuentra en Belén de Escobar, en calle Los Lazaristas 893, en predio del gran colegio “San Vicente de Paúl” y el espacioso templo, de hechura moderna de los años ’70, al lado del colegio. El templo cuenta con una hermosa imagen de la Virgen en la advocación de la Medalla Milagrosa hecha en azulejos. La novena preparatoria, desde el viernes 18 hasta el sábado 26, comprendió rosario de la aurora, rezo del Santo Rosario y Santa Misa, cada uno de los días, y el sábado 26 se tuvo a las 18 la adoración y bendición con el Santísimo, luego el Santo Rosario, y luego de este la comunidad presente participó del espectáculo del cantautor Fernando Moser, con los temas de su último CD “Queremos alabarte”.
El obispo comenzó su homilía introduciendo el tiempo de Adviento, “advenimiento o llegada de Jesucristo a nuestras vidas, en un tiempo litúrgico que expresa la gracia viviente que el Espíritu Santo confiere” –dijo- y explicó el sentido de “estar prevenidos”, del Evangelio del día. Luego hizo mención a la pena en el corazón por la ausencia del P. Rafael Carli, quien partiera a la Casa del Padre el viernes 25, pero a la vez mencionó que, ante la partida de un sacerdote tan querido, no vio en el rostro de ningún fiel amargura o desolación, sino esperanza, alegría y fe en la vida eterna. Dijo el Obispo que el P. Carli murió mientras estaba rezando el rosario, y que era un sacerdote para quien, con espíritu de fe, “podríamos decir, creía cordial y produndamente en Cristo y la Iglesia, pues no hay Iglesia sin Cristo y tampoco hay Cristo sin Iglesia, que es su Cuerpo Místico y su Pueblo en camino a la Pascua Eterna, y esto con la devoción que lo distinguía a la Santísima Virgen, que es Madre de Dios y Madre de la Iglesia”. Luego de hacer una serie de consideraciones sobre los frutos de la vida espiritual, a raíz de la imitación de Cristo en nuestra vida, y de hablar de los frutos del Espíritu Santo en nuestras familias y en nuestras comunidades, pidió en el adviento pusiéramos todo nuestro ser para derribar barreras de enemistad, para perdonar, para dejarnos hacer creaturas nuevas en el Señor, y que ofreciéramos en la intención de la misa a todos nuestros fieles difuntos, nuestras buenas intenciones y proyectos y todas nuestras necesidades y acciones de gracias. Explicó brevemente a continuación Mons. Sarlinga lo esencial del mensaje que la Virgen transmitió a Santa Catalina Labouré (“bastante poco conocido y poco leído”, dijo), y mencionó que de los cinco puntos principales que podrían resumirse, cuatro se han cumplido y uno no se ha manifestado con tanta evidencia todavía, al menos en plenitud, pero reafirmó también que la oración, el ofrecimiento, la penitencia, la conversión, la alegría testimoniada, el amor ferviente a Jesús, puede iluminar la vida y la historia de los seres humanos, venciendo la oscuridad que tantas veces se cierne, cambiando incluso el curso de la historia si de verdad nos convertimos a Dios, y que lo que nos transmite sobre todo la Virgen es esa necesidad de acercarnos al Señor y a su Amor, pues Ella es Esposa del Espíritu Santo, la creatura más excelsa donde el Espíritu mora con mayor plenitud, así como también toda la palabra de María, que significa toda su profecía, que se ve como concentrada en el “Magnificat”, y esta palabra es para nuestra salvación, y que en este sentido los cristianos tenemos que ponernos más a disposición para ser “luz y sal” para el mundo, a comenzar por la fe, la esperanza y la caridad, y esta última también en su dimensión social de la solidaridad, la realización del Evangelio del Amor.