Pese a las malas condiciones climáticas, un frío intenso con momentos de aguanieve y niebla, que arreciaban desde primeras horas después del mediodía, a las 15 en punto se inició la procesión, aunque abreviada, con gran cantidad de fieles. Se encontraban presentes el Sr. Obispo Mons. Oscar Sarlinga, el vicario general, Mons. Edgardo Galuppo, el provicario y rector, Mons. Santiago Herrera, el cura párroco de Presidente Derqui y decano de Pilar, Pbro. Oscar Iglesias, el capellán externo para Presidente Derqui, Mons. Daniel Ferrari, los curas párrocos en Pilar Pbro. Fernando Crevatin y Pbro. Gabriel Micheli, el P. Mauricio Aracena y numerosos otros sacerdotes, también diáconos en camino al sacerdocio, diáconos permanentes, seminaristas del Seminario San Pedro y San Pablo, religiosos, religiosas de Santa Ana y de Santa Marta, alumnos de colegios, matrimonios que renovaron sus promesas, grupo de jóvenes y grupo misionero, y numeroso público en general. Autoridades municipales de Pilar, entre los cuales el Intendente Dr. Humberto Zuccaro, delegados municipales, concejales, también se hicieron presentes en la celebración del cincuentenario, y donaron una placa, que fue bendecida al final, luego de la placa del Obispado y parroquia.
La celebración eucarísica tuvo que realizarse en el templo, aunque debió reacondicionarse el atrio y la acera con cierta cobertura, y aún había personas en la calle adyacente, desafiando el clima.
El Obispo manifestó al inicio de la homilía que la razón por la cual estaban allí presentes era “confesar nuestro amor profundo a la iglesia particular, diocesana, y a todos los que la representan, buscando participar en el espíritu de Jesús que «amó a la Iglesia y se entregó por ella» (cf. Ef 5,25)”.
Luego se refirió a las lecturas, y en especial a las parábolas de la semilla que crece mientras el sembrador no necesariamente tiene la actitud que sería de desear en él, en efecto, aunque su participación sea importante, existe una dinámica superior que hace que el pequeño grano de mostaza, dé lugar a un árbol tan grande, es la dinámica de la Gracia, dijo, que nos da razones de creer y de esperar. “Lo importante es que seamos esperanzados, aunque no ilusos, sí esperanzados, porque la esperanza significa que creemos en que Dios siempre puede actuar, e incluso irrumpir con su amor en nuestra vida personal, comunitaria; tengamos confianza en Él, que es el primero que quiere que se realice su Reino”.
Prosiguió el Obispo diciendo que “tenemos que poner en la Eucaristía todos nuestros anhelos, y desde la Eucaristía realizar obras buenas, personales, familiares, con alcance comunitario, social, solidario, sabiendo que, como decía un gran obispo, San Lorenzo Giustiniani, “(…) la ofrenda espiritual que nos purifica y surge como agradable a Dios no es tanto la obra de nuestras manos en sí misma cuanto el sacrificio espiritual que se inmola en el templo del corazón, reavivado por la presencia y la complacencia de Nuestro Señor Jesucristo”(Cf San Lorenzo Giustiniani, Sermone 8, nella festa della Purificazione della B.V. Maria: Opera, 2, Venezia 1751, 38-39).
Por último, el Obispo delineó algunos trazos de la personalidad y la acción benéfica de San Antonio de Padua, aunque dijo que profundizaría sólo en dos puntos puesto que su vida era basante conocida y además la guía lo había explicado bien durante la procesión. Manifestó Mons. Sarlinga que el Papa Benedicto XVI se ocupó de San Antonio en su Audiencia general del miércoles 10 de febrero de 2010, y que una primera noción que debiéramos asimilar es el amor de Antonio por el misterio de la Natividad, el Nacimiento, por el misterio de Dios inmenso que se hizo niño. Dijo también que, con esa sencillez del corazón, el Santo tenía un conocimiento profundo de las cosas y era instruido e iluminado, en las cosas de la fe, y también en las cosas sociales, aspecto que generalmente no se tiene tan en cuenta. “En una época de expansión de las ciudades, del comercio, de los préstamos, San Antonio tuvo muy claro predicar el “compartir”que es básico, pero también denunciar proféticamente aquello que atentaba contra la dignidad humana, en particular de los más pobres y necesitados, con el desarrollo de lo que podríamos hoy llamar “una moral social” a través de algunos de sus sermones. Es por ello que en esta audiencia a que nos referimos, dijo Mons. Sarlinga, el Papa Benedicto hace alusión a la aplicación de estos principios a la realidad de crisis financiera y económica de nuestros tiempos, al punto que menciona: “¿Acaso no es esto (…) una enseñanza muy importante también hoy, cuando la crisis financiera y los graves desequilibrios económicos empobrecen a no pocas personas, y crean condiciones de miseria?. En mi encíclica Caritas in veritate recuerdo. “la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, no de cualquier ética, sino de una ética de la persona”(n. 45). Ésta es una enseñanza que puede reavivar en nosotros también hoy, San Antonio de Padua, con su intercesión.