Torreciudad (Huesca), 21.- El domingo posterior a la solemnidad de la Asunción de la Virgen se celebra la festividad de la Virgen de Torreciudad, en la que revive una de las tradiciones más entrañables de esta devoción mariana altoaragonesa: el pesaje y presentación de recién nacidos a Nuestra Señora. Desde que los vecinos de esta zona alzaron y custodiaron la ermita en honor a la Virgen e irradiaban su devoción por los alrededores, el protagonismo de las familias cristianas a lo largo de nueve siglos de historia ha caracterizado a Torreciudad desde su origen.
Acudieron este año a la cita familias procedentes de varias ciudades españolas: Barcelona, Madrid, Zaragoza, Pamplona, Sevilla… El Altoaragón estuvo representado con 3 bebés de El Grado, 2 de Barbastro y 1 de Ubiergo-Monzón. En total 17 bebés, 10 niñas y 7 niños, cuya edad oscilaba entre las pocas semanas de vida y el año. Un bullicioso público formado por familiares, veraneantes de la zona y habitantes de las poblaciones próximas al santuario acompañaron a los padres en los distintos actos.
La fiesta comenzó a las 11’00 h. de la mañana con una misa celebrada por el rector del santuario, D. Javier de Mora-Figueroa. Al dar la bienvenida a las familias participantes les recordó la peregrinación en acción de gracias a la antigua ermita de Torreciudad de los padres de San Josemaría Escrivá por la curación de su hijo. Durante la homilía destacó que “esta devoción ya se ha hecho internacional: más de 7.000 jóvenes procedentes de 41 países han visitado estos días el santuario de camino hacia la Jornada Mundial de la Juventud. Y en estos tiempos de crisis, María es la Madre de la Santa Esperanza. Estos jóvenes que han estado con el Papa son la Iglesia del futuro, y esto claramente es una gracia conseguida por la Virgen”.
Los asistentes se encaminaron después en romería hacia la ermita por el sendero de los Dolores y Gozos de San José, trasladando la imagen peregrina de la Virgen sobre unas andas de madera, y llevando varios de ellos vistosos trajes regionales aragoneses. Al llegar tuvo lugar el tradicional Canto de los Gozos de la Virgen de Torreciudad y el rector leyó la oración de ofrecimiento de los niños a la Virgen en solicitud de amparo y protección.
Bajo uno de los arcos del porche ya estaba preparada una antigua balanza forjada en hierro en la que son colocados los niños para realizar la ofrenda de las familias a Nuestra Señora. Los padres introducen a sus hijos dentro de un canasto de mimbre, colocado en uno de los brazos de la balanza, mientras en el otro igualan el peso de la criatura poniendo trigo y aceite, según la costumbre, o productos de sus lugares de origen, como optaron por hacer la gran mayoría: aceite de Barbastro, paletas de jamón serrano, vino del Somontano, sandías de la huerta de Zaragoza, tomate rosa de Barbastro, uvas y melocotones de la vega del Cinca… Antaño se destinaban estos alimentos a la manutención del santero o la santera de la ermita y su familia, ahora se distribuye entre algunas entidades benéficas de la comarca. Tras al pesaje de los bebés, se entregó a los padres un recordatorio impreso con la fecha del ofrecimiento y una medalla de la Virgen de Torreciudad, y se les pidió un correo electrónico para enviarles las fotografías del acto.
Para muchas familias fue su primera experiencia, como los Cavero Craviotto, de Barbastro, que ofrecieron a su primer hijo Carlos y equilibraron el peso con productos de la huerta de Costean, del huerto de su tío: “ha sido todo muy bonito, muy emocionante –dice David, su padre-. Y a Carlos le ha gustado, porque se agarraba a la balanza y no quería salir”. Otras, en cambio, ya eran veteranas y además de la zona, como los Calero San Agustín y los Planes Cosculluela, de El Grado: pesaron a Carlos y a Mateo respectivamente. El momento más emotivo fue el pesaje de María, el quinto hijo de la familia Terraza, de Zaragoza: Mari Paz y Carlos se casaron en la propia ermita en el año 2000, y desde entonces han venido para pesar a todos sus hijos: “con cada uno ha sido distinto, y lo hacemos con mucha fe en la Virgen”, dijo Mari Paz.
Los actos concluyeron con otra antigua costumbre muy esperada por el público: el reparto de “La Caridad”, raciones de torta y vino para celebrar el día. Al tradicional caldo obtenido de la “Viña de la Virgen”, situada en Secastilla, este año se añadió otro traído desde Capella. Varias jotas aragonesas y canciones dedicadas a la Virgen entonadas por los asistentes cerraron una emotiva mañana cuajada de fervor religioso y una contagiosa alegría.