En la fotografía: Las velas encendidas de la Candelaria; la imagen de Nuestra Señora (del Buen Ayre y de la Candelaria) y la iglesia concatedral de Belén de Escobar
Gran participación en la Jornada de la vida consagrada en la diócesis, en la que el Obispo Mons. Oscar Sarlinga llamó a convertir nuestras palabras y nuestras obras en «una candelaria viviente», viviendo una gran comunión con la Iglesia en su visible constitución, con el Papa Benedicto XVI (acerca del tema mencionó la constitución conciliar Lumen gentium, n. 23) y con la misión eclesial ,»salvados en esperanza, en una caridad marcante, en una humildad hasta que duela», dijo.
Dicha «Jornada de la vida consagrada» (llamada así por Juan Pablo II) tuvo dos etapas marcantes en la diócesis de Zárate-Campana. La primera, por la mañana del día 2, con la profesión de los consejos evangélicos por parte de 10 hermanos del instituto religioso de los Discípulos de Jesús y de San Juan Bautista, en Garín (provincia de Buenos Aires) y concelebrada por 12 sacerdotes, a la cual el Obispo Mons. Oscar Sarlinga asistió sin oficiar, y transmitió su mensaje al final de la misa, en el que habló acerca de la mencionada Jornada y su institución por S.S. Juan Pablo II en el día de la Candelaria, del «discipulado según el documento de Aparecida», el «condiscipulado como común-misión en el amor de Cristo» y la vida fraterna, y destacó la vocación a la misión («que es el nombre de la Iglesia, refirió, recordando a Pablo VI, quien dijo: «Iglesia, tu nombre es misión»). Saludó cordialmente al Padre servidor general, a los sacerdotes, a los hermanos el instituto clerical, a las hermanas del instituto femenino de las «Discípulas de Jesús», a las Hermanas Misioneras de la caridad (de la Madre Teresa de Calcuta, quienes muy numerosas habían acudido a la celebración) así como a familiares de los hermanos y fieles laicos presentes.
Por la tarde del día de la Presentación del Señor, en la iglesia concatedral de la Natividad del Señor, el Obispo Mons. Sarlinga presidió la eucaristía en dicha festividad, o «Candelaria» como se la conoce desde la religiosidad popular, arraigada en estas regiones en lo que a esta festividad se refiere, tanto más que según es piadosa tradición, las candelas son impuestas al día siguiente, en la festividad de San Blas, sobre las gargantes de los fieles asistentes. Concelebraron con Mons. Sarlinga 15 sacerdotes y en la ceremonia se tuvo la inclusión de la consagración de la Srta. Teresa Ferlaino, originaria de Escobar y residente en Campana, como «virgen consagrada» conforme al «ordo virginum», contando con un itinerario de discernimiento eclesial que ha durado varios años. La inclusión de una nueva consagrada en dicho estado de vida, presente en la diócesis desde años atrás, eleva a 9 el número de «vírgenes consagradas».
La vasta iglesia concatedral, colmada, vio comenzar la celebración junto a la capilla lateral donde está entronizada la imagen de la Virgen del Buen Ayre, la cual es, como se sabe, una advocación de Nuestra Señora de la Candelaria. La imagen, obra del conocido artista argentino Diego Curutchet, fue donada por el Obispo a la concatedral y entronizada por él en dicha capilla a mediados del pasado año 2010. Se ha convertido en un lugar al que acuden muchas personas a orar, e incluso dejar ofrendas votivas a la Virgen. En el muro de dicha capilla, el que da al exterior, se encuentra sepultada la fundadora de la ciudad de Belén de Escobar, Doña Eugenia Tapia de Cruz. Desde allí se procedió con las candelas o velas encendidas, signo de la luz de Cristo, hacia el presbiterio para continuar la celebración. El Obispo, basado en el santo Evangelio según san Lucas (Lc 2, 22-40) destacó el cumplimiento por parte de la Ssma. Virgen de cuanto establecía la Ley de Moisés, para la purificación, y dijo que en dicho cumpimiento, por fe y humildad, la Virgen y San José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Mencionó que «el gran Protagonista del acontecimiento fue el Espíritu Santo» que estaba en el anciano Simeón, y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor, razón por la cual reconoció a Jesús como la gran Luz para todos los pueblos, el Mesías preparado para iluminar a las naciones paganas y ser gloria del Israel de Dios» .
Continuó diciendo Mons. Sarlinga en su homilía que la fiesta que la Iglesia nos invita hoy a celebrar se abre en dos vertientes convergentes: por un lado la purificación de la Ssma. Virgen (Cf Luc. 2, 22, ss.) y por otro el de la Presentación de Jesús en el Templo, según el ritual hebraico (Cfr. Lev. 12, 2-8; Ex. 13, 2), a lo cual se agrega que, por desarrollo devocional y popular, se incluyó en la tradición cristiana el rito de la bendición de los cirios o candelas, con probable derivación de la festividad que se tenía en el siglo IV en Jerusalén (como puede constatárselo en la célebre Peregrinatio Etheriae, del año 395, o «peregrinación de la virgen Egeria), que continuó en Roma, con el aditamento de una procesión nocturna, instituida por el Papa Gelasio (492-496) con la finalidad de sustituir (asumiéndolas y purificándolas) las celebraciones paganas «lustrales» que tenían lugar en el mes de febrero.
«Siendo nuestros cirios encendidos el símbolo de la Luz de Cristo, lumen Christi, expresamos en lenguaje litúrgico que queremos recibir esa luz, que se da a los seres humanos, en el tiempo, en la vida, y que es, ella misma, «vida» y vida en abundancia (Cf Jn 1, 4), y asimismo recordamos hoy la teología evangélica de la luz, que es Cristo, el cual nos dijo: «Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo» (Jn 9,5), razón por la cual nosotros mismos, que recibimos de Él su luz, somos también «luz del mundo» (Cf Mt 5,14), nosotros todos, los miembros del Pueblo de Dios que es la Iglesia, en su «sacerdocio real» (I Pt 2,9)». Dijo a continuación Mons. Sarlinga que, de tal modo, haciendo carne la fe, viviéndola en esperanza y caridad, nuestras palabras y nuestras obras han de convertirse en una «candelaria viviente» en la sociedad de hoy, desde la fe, también en la dimensión social; ése es el sentido realizado en nuestra vida que tiene esta festividad -acotó-.
Acerca de la consagración en virginidad arriba mencionada, aun aclarando que tenía raíces mucho más profundas que lo jurídico, el Obispo lo explicó mencionando el canon 604 §1 del Código de derecho canónico, el cual citó: «A estas formas de vida consagrada se asemeja el Ordo de las Vírgenes, que, formulando el propósito santo de seguir más de cerca de Cristo, son consagradas a Dios por el Obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran desposorio místico con Jesucristo, Hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia» y le dijo a la Srta. Ferlaino que la Iglesia esperaba de ella una profunda inserción, actuada ante todo satisfaciendo el encargo, “munus” de la oración, el de la penitencia y del servicio al prójimo: servicios caritativos y/o apostólicos que pueden asumir formas muy variadas “según el estado y los carismas» pues las vírgenes consagradas, en efecto, “se desposan místicamente con Cristo, Hijo de Dios, y se entregan (“dedicantur”) al servicio de la Iglesia”. En especial le agradeció su colaboración con las misiones juveniles, el acompañamiento de grupos misioneros y su dedicación abnegada en su especialización de psicopedagogía.
Por ultimo, el Obispo dijo que la devoción a la Virgen nos ayudará siempre en nuestra vida, y en especial a dedicarnos a los más necesitados, enfermos, aquellos que han perdido el sentido de la vida, la esperanza, aquellos que quieren ver y compartir nuestra caridad fraterna, porque «la perenne novedad del cristianismo no puede fallar», mencionó. A continuación citó un parágrafo de la Exhortación «Marialis cultus» del Papa Pablo VI, texto que, según mencionó, «puede ser iluminador en esta festividad», a saber: «María, la «mujer nueva», está junto a Cristo, «el hombre nuevo», a la luz de cuyo misterio encuentra sentido el misterio del hombre (…) Al hombre contemporáneo, frecuentemente zarandeado entre la angustia y la esperanza, postrado por la sensación de sus límites, asaltado por aspiraciones sin fin, turbado en el ánimo y dividido en el corazón, la mente suspendida por el enigma de la muerte, oprimido por la soledad mientras tiende fuertemente a la comunicación con los demás, presa de sentimientos de náusea y hastío; a este hombre contemporáneo, la Virgen, contemplada en las circunstancias de su vida terrena o en la felicidad de que goza ya en la Ciudad de Dios, ofrece una visión serena y una palabra tranquilizadora: es una garantía de que la esperanza triunfará sobre la angustia, la comunión sobre la soledad, la paz sobre la turbación, la alegría y la belleza sobre el tedio y la náusea, las perspectivas eternas sobre los deseos terrenos, la vida sobre la muerte».
Al término de la celebración el Obispo y los sacerdotes permanecieron para saludar a todos y cada uno de los miembros de los institutos religiosos presentes y a las religiosas y vírgenes consagradas que asistieron a la ceremonia.
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David Mesa Noack
Secretario de Comunicación Institucional del Obispado