Carta pastoral del Obispo de Atorga para del Día de la Acción católica y el apostolado seglar.
Queridos diocesanos:
La fiesta de Pentecostés nos recuerda un año más que todos los bautizados hemos recibido la unción del Santo Espíritu que nos capacita para dar testimonio y predicar el evangelio de Cristo a todas las gentes y por toda la tierra.
Todos somos miembros activos del Cuerpo de Cristo, todos estamos llamados a participar en la misión de este Cuerpo que es anunciar el evangelio y alcanzar la meta de la santidad, ayudados por la gracia de Dios.Todos somos hijos y, por tanto, hermanos.
Y entre los hermanos no caben las disputas ni las divisiones o las indiferencias porque en una familia bien avenida todos son necesarios y todos buscan una misma meta.
El apostolado de los seglares debemos entenderlo todos como una aportación específica y esencial a la Iglesia y a su misión otorgada por el mismo Señor en el bautismo.
Nade debe impedir la misión de los seglares tal como la expresó en su día el Concilio Vaticano II cuando afirmó en el Decreto Apostolicam actuositatem: “Los laicos, hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo.
En realidad, ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y santificación de los hombres, y para la función y el desempeño de los negocios temporales, llevado a cabo con espíritu evangélico de forma que su laboriosidad en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres….
Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su unión con Cristo Cabeza. Ya que insertos en el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidos por la Confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor” (A A 2 y3).
A lo largo de estos cincuenta años posteriores al Concilio todos hemos hecho esfuerzos para despejar las dudas, superar reticencias y situar en el lugar correspondiente cada ministerio. Los esfuerzos no han sido en vano.
Hemos de reconocer que se ha avanzado un largo trecho en el reconocimiento de la misión del laicado en la Iglesia; pero queda todavía otro trecho del camino quizá más largo todavía.
Hasta ahora se han dado pasos en la incorporación de laicos en tareas eclesiales como colaboradores del ministerio sacerdotal. Siendo estas tareas muy importantes, sobre todo en la liturgia, la catequesis y la caridad.
La misión esencial del laicado está en medio del mundo, en la propia vida social, cultural, política, económica, sindical.
En estos campos no hemos avanzado mucho. ¿Cuántos de nuestros políticos se reconocen como cristianos que llevan los valores del Reino de Dios para impregnar y transformar la sociedad según el plan de Dios?
¿Cuántos empresarios o sindicalistas cristianos se comprometen a respetar la dignidad de la persona y de los pobres por encima de la ganancia económica o del prestigio social?
¿Cuántos educadores, médicos, abogados cristianos defienden los principios éticos y los aplican, incluso con la objeción de conciencia?
¿Cuántos padres y madres de familia se comprometen en vivir el matrimonio como alianza de amor abierta siempre a la vida y a la trasmisión de la fe? ¿Cuántos están en los medios de comunicación donde se juega hoy la sensibilización de la sociedad?
Hemos de reconocer que son pocos los seglares que descubren su vocación a ejercer el sacerdocio común de todos los fieles en orden a transformar el mundo y de alguna manera hacer presente los valores del Reino de Dios ya en este tiempo.
Ciertamente, son pocos; pero los seglares, varones y mujeres, comprometidos con su específica vocación son hoy verdaderos confesores de la fe en los Parlamentos, en las empresas, en los hospitales, en las escuelas, en la judicatura, en el desarrollo cultural, en múltiples ámbitos en los que anteponen su fe y la defensa de su fe incluso al puesto de trabajo o al prestigio social.
Para que los seglares puedan ser constantes en su vocación y que no desfallezcan en la misión evangelizadora es necesario que apoyemos las asociaciones seglares.
Todas las aprobadas por la Iglesia son buenas y cumplen una función muy importante en el acompañamiento espiritual, la formación y el apoyo mutuo.
Particularmente, la Acción Católica cumple esta función de promoción del laicado para que ejerza en el mundo su propia vocación y misión.
Esta institución eclesial que ha dado a la Iglesia mártires y santos laicos, mujeres y varones, padres, madres, solteros ha celebrado recientemente un Congreso internacional en Roma.
El Santo Padre les ha dirigido unas palabras que pueden servir para reavivar el dinamismo apostólico de los seglares en forma asociada o no.
Les decía el Papa Francisco: “Es necesario que la Acción Católica esté presente en el mundo político, empresarial, profesional, pero no para creerse los cristianos perfectos y formados sino para servir mejor.
Es imprescindible que la Acción Católica esté en las cárceles, los hospitales, en la calle, las villas, las fábricas. Si no es así, va a ser una institución de exclusivos que no le dice nada a nadie, ni a la misma Iglesia.
Quiero una Acción Católica en este pueblo, la parroquia, en la diócesis, en el país, barrio, en la familia, en el estudio y el trabajo, en lo rural, en los ámbitos propios de la vida. En estos nuevos areópagos es donde se toman decisiones y se construye la cultura.
El compromiso que asumen los laicos que se integran a la Acción Católica mira hacia adelante. Es la decisión de trabajar por la construcción del reino…Todos tienen derecho a ser evangelizadores”.
Hermosas palabras que invitan tanto a los cristianos laicos como a los consagrados y sacerdotes a reflexionar para avanzar en la comprensión de la misión del seglar y en facilitar las medidas pastorales adecuadas para que puedan realizar su verdadera y auténtica misión.
En este sentido he creído oportuno adscribir la Delegación de Apostolado Seglar a la Vicaría de Pastoral social e integrar en la misma Delegación la Pastoral obrera y rural.
Espero que de esta forma se pueda ayudar desde las estructuras diocesanas a la verdadera promoción del compromiso evangelizador de los laicos que ha de tener siempre en cuenta la dimensión social de la fe.
Agradezco a todos los seglares que estáis evangelizando con vuestro sencillo; pero firme testimonio de fe en los distintos ambientes sociales en los que desarrolláis la vida.
¡Qué hasta vosotros descienda la bondad de Dios y haga prósperas las obras de vuestras manos! Con mi afecto y bendición.
† Juan Antonio, obispo de Astorga