“Lima es un conglomerado de todas las razas y costumbres del Perú donde hay aspectos prioritarios como el respeto por un mínimo de orden en la ciudad, algo que nos corresponde a todos pero primordialmente a las autoridades”, expresó el Cardenal Juan Luis Cipriani en el programa Diálogo de Fe del sábado 21 de enero.
Mencionó que el orden en el aspecto externo y el respeto a la propiedad y a la seguridad son elementos previos a cualquier otro programa que permitan el desarrollo de la ciudad.
El Arzobispo de Lima se manifestó con respecto a la importancia que se le debe dar a los valores, destacando como valor esencial a la vida, que es el cimiento de todo un ‘edificio de valores’.
“El primer valor es la vida, porque si no existes no eres sujeto de ningún valor. Lo primero de todo y tiene que estar a la base de cualquier política de valores es cómo respetamos la vida desde el instante de la concepción hasta el momento de la muerte natural. Todo lo que afecta la venida de un ser humano al mundo desde su concepción tiene que ser objeto de un delicado cuidado de toda la sociedad”, señaló.
Añadió también que junto con este valor primordial existen dos elementos importantes para la base de la sociedad, los cuales son el matrimonio y la familia.
“Es muy importante promover, proteger y explicar la necesidad de la estabilidad del matrimonio de un hombre con una mujer para siempre como un elemento muy importante. Y si seguimos adelante pasamos a la familia, ambiente natural donde se educa en los valores”, afirmó.
En otro momento, presentó una propuesta que permite conocer en qué edades se pueden promover y educar determinados valores. Comenzó con la etapa que va desde el nacimiento hasta los 7 años, en los cuales se debe incidir en tres valores: la obediencia, la sinceridad y el orden.
“Esos primeros años hay que enseñarle a esa criatura la necesidad de la obediencia, donde tiene que haber un darse cuenta que hay normas de conducta. Y después es importante que se den cuenta que decir la verdad nunca supone un problema en la casa”, manifestó.
Luego mencionó que en la etapa entre los 8 y 12 años se debe privilegiar en la criatura la fortaleza, la laboriosidad y el darse cuenta que hay que esforzarse para conseguir determinados objetivos.
“En esta etapa hay que empezar a estimular el esfuerzo, empezar a generar la actitud de un horario de levantarse, de poner las cosas en su sitio, de no llorar por gusto; fortaleza interior y de ánimo, no de músculo. Esa criatura necesita el respaldo del papá o la mamá, que nunca se sienta sola o desprotegida pero tampoco sobreprotegida”, reflexionó.
“El ser humano, desde pequeño, tiene una fuerza interior muy grande y que los papás y el colegio tienen que ir encausando, porque de este proceso educativo de valores surge después el juez que vive la justicia y no corrompe, el político que respeta y no es violento, el joven que quiere colaborar con gente humilde y pobre”, prosiguió.
Comentó que después continúan las etapas más complicadas, que se sitúan entre los 13 y los 18 años, en donde la falta de sinceridad y confianza se manifiesta en el aislamiento.
“Desde los 13 a los 15 deben aprender a tener ese pudor, saber que el cuerpo tiene unas manifestaciones que no se ventilan en mitad de la calle; empieza a ver una cierta reserva natural, no tabú; el saber que dentro de la persona humana hay un natural respeto por determinadas situaciones personales. Así también surgen la sociabilidad y la amistad”, expresó.
“Más adelante, de los 16 a 18 años, empieza la comprensión, la lealtad, el no engañar ni traicionar”, añadió.
Finalmente, el Cardenal Cipriani dijo que todas estas virtudes y valores parten del principio de conocer realmente el significado de persona humana, al cual se debe ponerle más empeño.
“Mamás, papás, abuelitas, profesores, medios de comunicación, sean concientes que hay tareas que son parte de un proceso de valores que si se destruye genera crisis en la sociedad”, afirmó.
Concluyó el programa enviando un saludo especial a los adultos mayores y exhortando a la población a cuidar siempre de nuestros ancianos y abuelitos. “Un homenaje especial a ellos a quienes siempre los recordamos con cariño. Les pido a sus hijos y nietos que nunca se olviden que ese hombre o esa mujer, es quien les dio la vida y la salud. Les envío una bendición llena de cariño y con todo el afecto del Papa Benedicto XVI”, finalizó.
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