Canoniza el Papa a Kateri Tekakwitha – #Santos

LA VOZ DEL PAPA
José Martínez Colín

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El domingo pasado, Domingo Mundial de las Misiones, con la presencia de los padres sinodales y de cerca de 80 mil 000 peregrinos, Benedicto XVI celebró la misa de canonización de 7 nuevos beatos e hizo la semblanza de cada uno de ellos. Resplandece hoy, nos dijo, la tenaz profesión de fe de estos siete generosos discípulos de Cristo.

Al referirse a Kateri Tekakwitha, nacida en el actual estado de Nueva York en 1656, de padre mohawk y madre algonquina cristiana, el Papa recordó que fue bautizada a la edad de 20 años, encontrando la muerte a los 24 años cerca de Montreal. La que llamamos “protectora de Canadá” y primera santa amerindia, es un testimonio donde la fe y la cultura se enriquecen.

Benedicto XVI nos dio una lección magistral sobre la fe este miércoles, durante la audiencia multitudinaria celebrada en la Plaza de San Pedro: En nuestra época, dijo, es necesaria una educación renovada en la fe que nazca, sobre todo, del verdadero encuentro con Dios en Jesucristo. Así comienza.

“Hoy, junto a tantos signos de bien, crece a nuestro alrededor una especie de desierto espiritual (…). En este contexto brotan algunas preguntas fundamentales: ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Hay futuro para el ser humano (…) y para las nuevas generaciones? ¿Qué nos espera tras el umbral de la muerte?”.

De estos interrogantes surge, observó el Romano pontífice, que “el saber de la ciencia, aunque sea importante para la vida de la humanidad, de por sí, no basta. No necesitamos solamente el pan material; necesitamos amor, significado, esperanza y un fundamento seguro (…) que nos ayude a vivir con un sentido auténtico, también en los momentos de crisis y oscuridad, y en los problemas diarios”.

Y añade: La fe nos da precisamente esto: “el abandono confiado a un ‘Tú’, que es Dios, y que me da una certeza distinta, pero no menos sólida, de la que proviene del cálculo exacto o de la ciencia. La fe no es una mera acogida intelectual del ser humano a verdades sobre Dios; es un acto por el cual me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama (…), me da confianza y esperanza.

“Ciertamente, esta adhesión no está desprovista de contenido: con ella somos conscientes de que Dios se ha revelado [se ha comunicado] a nosotros en Cristo (…).

Con la muerte y resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el fondo en nuestra humanidad para elevarla a su altura. La fe es creer en ese amor de Dios, que no cesa ante la maldad del ser humano, frente al mal y la muerte, sino que es capaz de redimir cualquier forma de esclavitud, dándonos la posibilidad de la salvación”.

Esa posibilidad de salvación a través de la fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres. Creo –precisa Benedicto XVI- que tendríamos que meditar más a menudo, durante nuestra vida diaria, cargada de problemas (…), en el hecho de que creer cristianamente significa abandonarse con confianza al sentido profundo que me sostiene a mí y al mundo; ese sentido que no podemos darnos solos, sino recibirlo como don, y que es el fundamento para vivir sin miedo. Y esta certeza, libre y segura, de la fe tenemos que ser capaces de anunciarla con la palabra y demostrarla con nuestra vida de cristianos.

“En la base de nuestro camino de fe está el bautismo, el sacramento que da el Espíritu Santo, convirtiéndonos en hijos de Dios en Cristo, y que marca la entrada en la comunidad de la fe, en la Iglesia: uno no cree solo, sin la gracia de Dios, y tampoco se cree solos, sino junto con los hermanos. A partir del bautismo, todo creyente está llamado a revivir y a hacer suya esta confesión de fe, junto a sus hermanos.

“La fe -concluye el Santo Padre- es un don de Dios pero también un acto profundamente libre y humano (…). La fe no es contrario ni a nuestra libertad ni a nuestra inteligencia; al contrario las involucra y exalta. (…) Creer es abandonarse, en toda libertad y con alegría, al proyecto providencial de Dios sobre la historia, como hicieron el patriarca Abraham y María de Nazaret”.