Camino de Cuaresma – Humildad de la pobreza de espíritu

Camino de Cuaresma – Humildad de la pobreza de espíritu

HUMILDAD EN LA POBREZA DE ESPÍRITU

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Breve silencio para ponernos en presencia de Dios, rogando a María Santísima sea nuestra compañera y guía en este camino hacia el encuentro con su Hijo Jesucristo.

ORACIÓN INICIAL

Jesús, en este inicio de semana, quiero cruzar junto a ti el desierto de la humildad. Quiero salir más desprendido para poderte buscar con un corazón más libre. Ayúdame a que mi encuentro contigo en este desierto me haga más semejante a ti. Quiero ser dichoso por contarme entre tus elegidos.

CITA

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. (Mt 5, 3)

REFLEXIÓN

El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, Él quiso darle de manera gratuita una abundante riqueza, pero al desconfiar de la bondad y del amor de su Creador, el hombre quedó hundido en la más grande pobreza que le despojó del cielo, la de su pecado.

¿Quién es el pobre de espíritu? Aquel que reconoce que solo nada puede y lo espera todo de Dios. El que se desprende del tesoro de las realidades terrenas y fija sus ojos en las eternas. Aquel cuya libertad radica en reconocer en Dios el único, supremo y verdadero bien.

La pobreza espiritual es un don de Dios, que abre la puerta a las riquezas que tenemos que atesorar para el Reino de los cielos. Sin vaciarnos de nosotros mismos y vivir esta pobreza, ¡qué difícil se convierte el camino hacia el cielo!

El mejor ejemplo de pobreza espiritual nos lo dio Jesús, que “se despojó de sí mismo y tomó la condición de esclavo” (Flp 2,7).

El humilde, el que sabe llevar su condición humana con santa alegría, quien no considera nada como propio y tiene como modelo de perfección a María; ese es el pobre de espíritu. Su único tesoro es Cristo, adherirse a Él y desearlo solo a Él. De esta manera, renunciar a los bienes materiales ya no será una carga, sino una dicha; vivirá feliz y libre.

ORACIÓN

Concédeme,
dulcísimo y amadísimo Jesús,
que descanse en ti
sobre todas las cosas creadas;
sobre la salud y la belleza,
sobre la gloria y los honores,
sobre todo poder y dignidad,
sobre toda ciencia y sutileza,
sobre todas las riquezas y las artes,
sobre la buena fama y los elogios,
sobre las dulzuras y las consolaciones…
Porque Tú, Señor Dios mío,
eres lo Mejor sobre todo:
Tú el Altísimo, Tú el Omnipotente,
Tú la fuente de todo consuelo y deleite…
En ti estuvieron y estarán siempre unidas
todas las virtudes perfectamente.
Por eso es para mí poco, insuficiente,
cualquier cosa que Tú me regales
fuera de ti mismo,
mi corazón no puede estar
plenamente alegre y sereno si,
por encima de todo don y de toda creatura,
no reposa en ti.

Del libro Imitación de Cristo. Tomás de Kempis

PROPÓSITO

Con un corazón sincero, haré un examen de conciencia para ver de qué puedo desprenderme para ser más pobre de espíritu y así poder llenarme más de Cristo.

Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.