Cuando estemos abatidos y con muchos sufrimientos, acudamos a los pies del Sagrario, donde está Jesús Sacramentado esperándonos para aliviarnos y consolarnos. Jesús mismo nos dice en el Evangelio que si estamos afligidos y agobiados, acudamos a Él que nos aliviará. Y Él está en el Tabernáculo, escondido en la hostia y esperándonos para colmarnos de gracias, dones y consuelos.
Hagamos el propósito de ir a visitar a Jesús todos los días en el Sagrario y quedarnos charlando con Él por lo menos quince minutos, en donde le contemos lo que nos pasa, pues aunque Él es Dios y lo sabe todo, igual le gusta mucho que nosotros le contemos lo nuestro y Él tiene su delicia escuchándonos. No lo dejemos solo. Dicen que si los ángeles pudieran envidiarnos en algo a los hombres, nos envidiarían el poder sufrir por Dios y la Eucaristía.
Y si no podemos ir a la iglesia más cercana para estar a los pies de Jesús Sacramentado; por lo menos estemos los quince minutos en nuestra casa, en nuestro cuarto, y vayamos con el pensamiento a los pies del Sagrario y hablemos con Jesús que nos está esperando día y noche para colmarnos de felicidad. Hagamos la prueba, seamos constantes en esta práctica, y veremos frutos admirables e impresionantes.