El Pontífice subraya la importancia de vivir la ancianidad como una suerte
«¡Es hermoso ser ancianos!«, afirmó Benedicto XVI durante su visita a la casa-familia «Vivan los Ancianos«, a los que idió no dejarse llevar por el pesimismo y la nostalgia. El Papa invitó a las familias y a las instituciones públicas a hacer posible «que los ancianos puedan permanecer en sus propias casas».
Las «casas-familia», las «casas-protegidas» y un tercer sistema de «viviendas compartidas»son iniciativas de la Comunidad de San Egidio, que ha creado tanto en Italia como en muchos otros países diversas modalidades de alojamientos sin barreras arquitectónicas y con diversos niveles de ayuda según lo que cada anciano necesite.
El Papa recordó que su visita «se inserta en elAño Europeo del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad entre Generaciones«, y subrayó la importancia de vivir la ancianidad como una suerte aunque «a nuestra edad constatemos con frecuencia la necesidad de la ayuda de los demás».
Así como en la Biblia «la longevidad se consideraba como una bendición de Dios» y era muy apreciada, el Papa advirtió que «sin embargo, nuestra sociedad dominada por la lógica de la eficiencia y del beneficio no acoge la ancianidad como un don sino que a veces rechaza a los ancianos considerándolos como improductivos e inútiles».
El Santo Padre, que cuenta 85 años pero disfruta de una salud que le permite caminar con bastón y trabajar bastantes horas en su despacho cada día, invitó a los ancianos a aprovechar la calma de la vejez para «profundizar en la relación con Dios» y les pidió encarecidamente: «Rezad por la Iglesia y por mí, por los pobres y por la paz en el mundo».