Oremos por la unidad de los cristianos
Meditación
El encuentro con Jesús da lugar al deseo de estar en Él y permanecer en Él: es el tiempo en el que el fruto madura.
Siendo como nosotros, plenamente humano, Jesús creció y maduró. Vivió una vida simple, arraigada en las prácticas de su fe judía. En esta vida oculta en Nazaret, donde aparentemente no sucede nada extraordinario, era el Padre quien lo alimentaba.
María contempló las acciones de Dios en su vida y en la de su hijo. Ella atesoraba todas estas cosas en su corazón. Así, poco a poco, ella abrazó el misterio de Jesús.
También nosotros necesitamos un largo período de maduración, toda una vida, para sumergirnos en la profundidad del amor de Cristo, para dejar que él permanezca en nosotros y para que nosotros podamos permanecer en él. Sin que sepamos cómo, el Espíritu hace que Cristo habite en nuestros corazones. Y es a través de la oración, de la escucha de la Palabra, del compartir con otros y poner en práctica lo que hemos entendido, cómo nuestra interioridad se fortalece.
Si dejamos que Cristo descienda a las profundidades de nuestro ser… Él penetrará en la mente y en el corazón, alcanzará nuestra carne hasta nuestro ser más íntimo, hasta que nosotros experimentemos algún día las profundidades de la misericordia.
Las fuentes de Taizé (2000) p.134
Oración
Espíritu Santo,
haz que recibamos en nuestros corazones la presencia de Cristo,
y apreciarlo como un secreto de amor.
Alimenta nuestra oración,
ilumina nuestra lectura de las Escrituras,
actúa a través de nosotros
para que los frutos de tus dones
puedan pacientemente crecer en nosotros.