Cardenal Cipriani: “Que nunca más haya violencia en el Perú”
Durante la Misa del domingo 22 de abril (III Domingo de Pascua), el Cardenal Juan Luis Cipriani rezó de manera especial por quienes participaron en el rescate de los rehenes de la Embajada de Japón, hecho que conmemora 15 años.
Como se recuerda, este operativo de las Fuerzas Armadas peruanas rescató a los rehenes, de la Embajada del Japón en 1997, del grupo terrorista MRTA. El Cardenal Cipriani, en ese entonces Arzobispo de Ayacucho, participó como garante de la Santa Sede en las negociaciones de liberación pacífica de los rehenes.
“Recordaremos en nuestras oraciones a todo nuestros hermanos, vivos y difuntos, que un día como hoy participaron en este suceso que conmovió al mundo de rescatar a los rehenes de la Embajada del Japón. Recemos para que nunca más en nuestra patria haya violencia, que en eso estemos todos unidos”, reflexionó.
En tal sentido, recordó que la violencia empieza siempre por una actitud interior de mentira.
“La violencia empieza siempre por la mentira; luego, esa mentira interior pasa a las palabras, ofendiendo; y luego pasa a la violencia física, a la muerte, a la explosión, al abuso; pero empieza en el corazón que miente, que abusa, que es injusto, que ofrece y dice lo que no piensa, y la gente lo ve. Y finalmente la ideología de la violencia por la que se levanta a la gente para que se maten unos contra otros. Hermanos, reclamemos esa paz y esa unidad alrededor de la verdad, del bien, de Jesucristo”, señaló.
Testigos vivos de Cristo
En otro momento, el Arzobispo de Lima animó a los fieles a la conversión del corazón hacia el bien, expresando la fe con obras de amor al prójimo.
“La conversión interior hay que mostrarla con obras. Si eres padre de familia que se vea en tu paciencia, en tu alegría, en tu amor a tu esposa; y la esposa, en el amor a su esposo. Si eres joven que se vea en tu obediencia, en tus estudios y en tu comportamiento”, exhortó.
“Convertirse y ser santos es más fácil que ser sabios. Para ser santos hace falta humildad, pedir ayuda, esforzarse cada día para portarse mejor. Seamos testigos vivos de Cristo. No tantas palabras, practiquemos obras de fe y amor. Ese es el gran desafío de ser más testigos de Cristo”, culminó.
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