Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
Saludo de apertura de Mons. Felipe Arizmendi Esquivel en el Encuentro Fe y Cultura.
En nombre de la Dimensión de Cultura de la Conferencia del Episcopado Mexicano y de las instituciones que hemos organizado este DIALOGO POR LA PAZ, les saludamos con todo respeto y les agradecemos su presencia.
¿Qué nos ha motivado para organizarlo? El amor a México. La preocupación por el dolor de tantas personas que sufren. El interés de ofrecer nuestro sencillo aporte a la paz social. No podemos quedarnos indiferentes ante tantos problemas; tampoco reducirnos a lamentos, a críticas, a culpabilizarnos unos a otros. Queremos generar esperanza, pues no todo está perdido. Hay caminos, hay luces, hay corazones buenos y nobles. Es posible sentarnos a dialogar, escucharnos unos a otros, con nuestras legítimas divergencias y posturas.
Somos distintos, pensamos diferente, tenemos criterios y experiencias a veces contrastantes; pero podemos presentar con toda lealtad nuestra convicción y confrontarla con los demás, no para imponerla, sino para construir conjuntamente, desde nuestros personales puntos de vista, alternativas posibles, movidos sólo por el bien del país.
Nos preocupan tantos signos de fractura social, política, cultural y también religiosa que hay en la realidad nacional. Hay enfrentamientos, violencia verbal y agresiones físicas, entre grupos, organizaciones, partidos y creencias. Hay posturas radicales y excluyentes, que se quieren imponer no por la fuerza de la razón, sino por la razón de la fuerza. En algunos casos, no valen las leyes civiles, ni las divinas; sino que cada grupo o persona intenta lograr lo que quiere, sin importarle los derechos de los otros. Se escuchan groserías, lenguajes vulgares, ofensas y calumnias, con tal de desprestigiar al otro, amedrentarlo y lograr el propio objetivo.
Hay muchas divisiones en el país, por muchos motivos: por las enormes desigualdades sociales y por la forma como se ha enfrentado el narcotráfico; por las diferencias culturales y por la exclusión de los indígenas. Pareciera que somos incapaces de vivir en respeto, armonía y paz, dentro de una legítima pluralidad. Pareciera que la solidaridad social fuera sólo una palabra vacía. Pareciera que es imposible concertar acuerdos para construir el bien nacional, sobre todo en favor de los más desprotegidos. En la lucha contra la pobreza y la marginación, deberíamos unirnos todos, más allá de nuestras normales divergencias.
La que debería ser una normal confrontación de ideas, se torna una lucha sin opciones de un diálogo respetuoso y maduro. En el cambio de ayuntamientos en Chiapas, los inconformes con los resultados electorales expresan en forma violenta sus desacuerdos, incluso con heridos, incendios y saqueos. Por problemas no resueltos oportunamente por las autoridades competentes, o por intereses de grupos y de líderes, sufrimos constantemente bloqueos carreteros, en que se obstruye a quienes nada tenemos que ver en los conflictos, el derecho al libre tránsito. Hay casos de intolerancia religiosa hacia grupos minoritarios o disidentes, a pesar de nuestra insistencia en que se respete el derecho de todos a la libertad de creencias.
El Papa Benedicto XVI, en su reciente viaje a Líbano, expresó: “Es grato ver los gestos de colaboración y verdadero diálogo que construyen una nueva manera de vivir juntos. Una mejor calidad de vida y de desarrollo integral sólo es posible compartiendo las riquezas y las competencias, respetando la identidad de cada uno. Pero un modo de vida como éste, compartido, sereno y dinámico, únicamente es posible confiando en el otro, quienquiera que sea. Hoy, las diferencias culturales, sociales, religiosas, deben llevar a vivir un tipo nuevo de fraternidad, donde lo que une es justamente el común sentido de la grandeza de toda persona, y el don que representa para ella misma, para los otros y para la humanidad. En esto se encuentra el camino de la paz. En ello reside el compromiso que se nos pide. Ahí está la orientación que debe presidir las opciones políticas y económicas, en cualquier nivel y a escala mundial. Evidentemente, hay que desterrar la violencia verbal o física. Esta es siempre un atentado contra la dignidad humana, tanto del culpable como de la víctima… Pensamientos de paz, palabras de paz y gestos de paz crean una atmósfera de respeto, de honestidad y cordialidad, donde las faltas y las ofensas pueden ser reconocidas con verdad para avanzar juntos hacia la reconciliación” (15-IX-2012).
¿Qué ofrecemos los obispos mexicanos al país? Nosotros ofrecemos a Jesucristo, pues estamos convencidos de lo que el Papa Benedicto XVI acaba de decir a los obispos de Colombia, donde también se ha sufrido mucho por la violencia: “Donde llega Cristo, la concordia se abre camino, el odio cede paso al perdón y la rivalidad se transforma en fraternidad”.
Estamos convencidos de que Jesucristo es una opción válida para la paz, la fraternidad, la justicia, el respeto, el amor a los demás, el perdón y la reconciliación. A quienes hemos optado por Jesús, El nos urge a no pasar indiferentes ante el dolor de los caídos al borde del camino. El nos precedió en la donación de Sí mismo, para que nosotros sigamos sus huellas, hasta dar la vida por el pueblo.
No ambicionamos puestos políticos. No pretendemos imponer la religión católica a todos los mexicanos. Si en algún tiempo de la historia hubo imposiciones de nuestra parte, hemos pedido perdón y anhelamos que no se repitan. Queremos educarnos y evangelizar para el respeto a la pluralidad, como base para la armonía social, para la reconciliación nacional.
Esto es lo que esperamos de este Diálogo por la Paz: Que nos escuchemos con respeto, con apertura de mente y corazón. Que asumamos con madurez la pluralidad de pensamientos, religiones, culturas y opciones. No toda postura vale lo mismo, ni debemos caer en un relativismo disgregacionista, pero toda persona merece respeto; toda persona tiene una dignidad, que Dios le dio y que El mismo respeta, aunque esté equivocada. Todo sea por la paz y la reconciliación en nuestro país.
Muchas gracias.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas