Al final de la jornada | Reflexiones Cristianas
Y al final de la jornada, cuando el día ha terminado, y busques descanso para el cuerpo, dedica unos minutos de tu tiempo para examinar tu conciencia.
Revive en tu mente lo vivido en el día que termina.
Lo bueno y lo malo que hayas hecho. Tus pensamientos, tus palabras, tus obras y aprende de todo ello.
Al valorar tus actos, pensamientos y palabras, no lo hagas en el fiel de la balanza humana, busca en el juez que en ti mora, aquel que te conoce y lo sabe todo de ti. Y el te dará la sentencia justa y sabia, con la voz de la conciencia que habla al corazón.
Y no te lamentes del mal que pudiste haber hecho, porque eso destruye. Aprende más bien a enmendar tus errores. Así tu experiencia crecerá y los errores cometidos no volverán a hacerse.
No es error caer en falta, si no el volver a caer en ellas repetidas veces. Porque entonces no puedes decir que lo ignorabas.
Y aun mayor es el error de no saberse levantar cuando se ha caído, porque eso es cobardía. Así pues, no te lamentes de tus errores y empieza de nuevo. Porque la vida es un eterno comienzo. Al final de un horizonte, siempre hay otro nuevo, y donde termina un camino empieza otro.
Extrae lo mejor de lo bueno que hayas hecho, para guardarlo como un tesoro en tu corazón. Acumula allí tales tesoros y serás rico y nadie podrá quitarte tal riqueza. Ni aun la muerte que destruye la materia.
Porque esa riqueza es del espíritu, y estará allí donde estés tu. Y en verdad es la única riqueza que puedes llevarte de este mundo.
No atesores entonces riquezas en tus arcas de oro. Porque no habrá de mirar allí tu Padre en la hora de la cuentas, si no en las arcas del alma.
Analiza tus obras de cada día y aprende de ellas. Conocerás así un poco de tu naturaleza y llegaras al conocimiento de ti mismo.
Así cada día nuevo será mejor que el de ayer, y mañana, y mejor que el de hoy. Y si en verdad eres sincero contigo mismo, cada día serás mejor de lo que eres.
Tu viva es como un lienzo en el que grabas cada obra, creas colores, matices y trazas líneas con tus pensamientos y obras. Y cada uno de ellos deja su huella en el libro de la vida.
Y al final de la jornada, cuando termine tu paso por la tierra, te detendrás en el umbral del mundo a contemplar tu obra. Y veras reflejada en ella todo cuanta hayas hecho.
Tu mas recónditos pensamientos, tus mas silenciosas palabras, todos y cada uno de tus actos, todos, habrán, dejado su huella en el libro de la vida.
Fíjate que pusiste y que pondrá en tu lienzo, porque de todo eso tú eres tu mismo juez.
Y no hay en verdad juez más severo que el hombre cuando se juzga así mismo, ni peor infierno que aquel creado por su conciencia.
Porque el Padre nos ama por encima de todo.