«El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?» Romanos 8:32 (NVI)
La esencia de Dios es su generosidad y su amor. Son las cualidades que más ponderamos de Él porque son las que mayores beneficios nos generan. Y nos aferramos a estas cualidades para demandar su ayuda cada vez que estamos en aprietos.
En los tiempos de bonanza y bienestar, solemos pedir poco. Pero cuando aparecen los problemas, llenamos las líneas del cielo de reclamos y pedidos. Y es reiterado el pedido sostenido por esta promesa. Dios nos da generosamente, Dios nos ofrece con su amor una respuesta amplia. Y demandamos de Dios prosperidad, salud, bienestar, amor, consuelo y seguridad cuando nos falta.
Es cierto, Dios nos da como Él es. Pablo lo sabía, por eso hace esta afirmación. Si nos dio a su propio y único Hijo para que muera en nuestro lugar en la cruz del calvario para perdonar nuestros pecados, y lo abandono y despreció para adoptarnos a nosotros, quedó demostrado su amplia generosidad para con los seres humanos. ¡Glorioso Dios que nos ama y nos dio lo mejor que tenía!
El problema está que en tiempos de crisis nos olvidamos de un detalle que Pablo deja bien claro. Dios nos da todo, pero con una condición. Nos pide que estemos en Él. Nos demanda que permanezcamos en Jesucristo. La única manera en que se puede acceder a una vida victoriosa es sabiendo las bendiciones y beneficios de estar en Cristo.
El hecho es que, estar en Cristo es el único fundamento sobre el cual la verdadera santidad y justicia pueden ser edificadas. Sin este fundamento, confiaremos en nuestra carne para tratar de producir una forma de santidad en nosotros mismos. Pero la verdadera santidad es obtenida solamente a través de conocer las riquezas de Dios en Cristo Jesús.
Estar en Cristo es una actitud de vida, es vivir en sumisión a la obediencia a Dios, pensando y actuando como Dios lo haría. Es vivir en la plenitud del Espíritu Santo, siendo llenos de su unción, viviendo en comunión permanente con Dios. Es disfrutar de una relación personal con el Padre celestial, orando, aprendiendo de su Palabra.
No es una actitud fingida para recibir un favor, es tener una vida de integridad para luego pedir una ayuda a Dios.
REFLEXIÓN – Dios da generosamente, según tu actitud.
Un gran abrazo y bendiciones
Dany
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