A veces…
A veces pensamos que los obstáculos
son inevitables… Es que somos propensos
a compadecernos y en lugar de revestirnos
de renovados bríos, nos dejamos arrastrar
por los vientos existenciales.
Nos da pereza oponer resistencia;
para algunos es preferible seguir al rebaño,
aunque se dirija al despeñadero,
que intentar cambiar.
Nos falta combatividad e iniciativa…
Siempre andamos diciendo cuán dura es la vida.
Si consideramos que la vida es dura, es preferible
que en lugar de quejarnos, nos preparemos
para hacerle frente.
Siempre aspiramos a que sean los otros
los que cambien primero.
Miramos la vida con lentes oscuros
y por esa razón sólo vemos lo negativo
y nos dejamos negativizar por el qué dirán.
Es hora de modificar nuestra actitud,
de quitarnos esos lentes oscuros y tirarlos
a la basura, de restarle importancia
a la opinión ajena.
Es tiempo de mirar la existencia con los ojos
del corazón; si lo logramos, veremos lo magnífica
que es la vida, que todo puede ser posible
si en realidad nos lo proponemos, que no existe
el «no puedo», sino tal vez el «no quiero».
Veremos que las adversidades son sólo
oportunidades para cultivar, desarrollar
y aprovechar nuestros recursos internos.
El crecimiento consiste en enriquecernos
espiritualmente, en ampliar los aposentos anímicos,
en abrirnos al infinito, en llenarnos de la energía
necesaria para alcanzar la plenitud.
Para crecer es preciso equilibrarnos;
si carecemos del suficiente alimento nos atrofiaremos;
si contamos con abundante alimento nos hipertrofiaremos;
en ambos casos, nuestro organismo colapsa
y por tal motivo nos estancaremos.
Dicen, que ni tan cerca que queme al santo,
ni tan lejos que no lo alumbre.
Pon una sonrisa en tus labios, una sonrisa cálida
y honesta porque ella es una clara manifestación
de salud mental, emocional y espiritual.
Y la salud siempre indica armonía, balance, equilibrio.