8 de Diciembre – Solemnidad de la Inmaculada
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos autorizó que en la Argentina (*) se celebre la solemnidad de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre,
aunque ésta coincida con el segundo domingo de Adviento, como este año.
“El dicasterio, teniendo en cuenta el grado de la solemnidad de la Inmaculada y en atención a la tradición de esta fiesta en la Argentina, autoriza a la Conferencia de Obispos de la Argentina, para que pueda dar la oportuna dispensa cada vez que coincida con la solemnidad de la Inmaculada con un domingo de Adviento, advirtiendo siempre que esto es válido para las celebraciones con el pueblo”
A fin de no perder el sentido del domingo de Adviento, la Congregación sugirió lo siguiente:
A- La segunda lectura de la misa sea del domingo de Adviento.
B- En la homilía se haga mención del Adviento.
C- En la Oración de los Fieles se haga al menos una petición con el sentido del Adviento y se concluya con la oración colecta del segundo domingo de Adviento.
(*) Lo mismo ha sido autorizado para España y otros países
Domingo, 8 de diciembre del 2013
Solemnidad de la Inmaculada Concepción
de la Santísima Virgen María
Solemnidad – Blanco
Génesis 3, 9-15. 20 / Romanos 15, 4-9
/ Lucas 1, 26-38
Salmo responsorial Sal 97, 1-4
R/. «Canten al Señor un canto nuevo,
porque Él hizo maravillas”
Santoral:
La Inmaculada Concepción de la Virgen María
LECTURAS 8 DE DICIEMBRE
LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARIA
Solemnidad
Pondré enemistad entre tu descendencia y la de la mujer
Lectura del libro del Génesis
3, 9-15. 20
Después que el hombre y la mujer comieron del árbol que Dios les había prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?»
«Oí tus pasos por el jardín», respondió él, «y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí».
Él replicó: «¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?»
El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él».
El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Cómo hiciste semejante cosa?»
La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí».
Y el Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón».
El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 97, 1-4
R. Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque Él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria. R.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Cristo salva a todos los hombres
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 15, 4-9
Hermanos:
Todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios. Porque les aseguro que Cristo se hizo servidor de los judíos para confirmar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas que Él había hecho a nuestros padres, y para que los paganos glorifiquen a Dios por su misericordia.
Así lo enseña la Escritura cuando dice:
«Yo te alabaré en medio de las naciones, Señor,
y cantaré en honor de tu Nombre».
Palabra de Dios.
EVANGELIO
¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
1, 26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido., Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; El será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?»
El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».
María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra».
Y el Ángel se alejó.
Palabra del Señor.
Reflexión
LA INMACULADA DEL ADVIENTO
1. No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará hijo del Altísimo.
En este segundo domingo de Adviento celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. No celebramos la inmaculada concepción de Jesús, como podría hacernos creer el texto evangélico que leemos hoy, sino la inmaculada concepción de la virgen María.
Pero no hay duda de que la celebración de la inmaculada concepción de María dentro del tiempo del Adviento, puede tener para nosotros mucho sentido.
Como ya dijimos el domingo pasado, vivir el Adviento es vivir esperando, ilusionados y gozosos, la venida de nuestro Señor Jesucristo, del hijo de María, a este mundo nuestro. Nosotros esperamos esta venida desde nuestra condición de pecadores; María, en cambio, espera el nacimiento de su hijo, del hijo de Dios, desde su condición de criatura sin pecado, desde su condición de virgen inmaculada. Lo que en María es ya una realidad, en nosotros es un propósito y una esperanza.
También nosotros queremos celebrar el nacimiento del hijo de María, el nacimiento de nuestro Señor Jesús, con el alma limpia e inmaculada. Este puede ser el principal mensaje, para nosotros, de esta fiesta de la Inmaculada, celebrada en tiempo de Adviento: debemos intentar imitar a María para que, en la medida de nuestras posibilidades, vivamos este tiempo de Adviento limpios de todo pecado.
El vientre de María fue un sagrario limpio y puro donde pudo nacer el hijo de Dios, sin encontrar obstáculos o resistencia alguna pecaminosa. Así nosotros también debemos limpiar de todo pecado nuestra alma, para que el día de Navidad pueda nacer dentro de nosotros el hijo de Dios, sin resistencia alguna pecaminosa por nuestra parte.
Es decir, que queremos vivir este tiempo de Adviento como personas puras e inmaculadas. Como lo vivió la Inmaculada Virgen María, llena de la gracia de Dios.
2.- Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí. Adán oyó el ruido de Dios y se escondió porque se veía pecador, al haber desobedecido el mandato de Dios. Quiso empequeñecer su pecado echando la culpa a Eva, su mujer, en lugar de reconocerse pecador y, arrepentido, buscar el perdón de Dios.
A su vez, lo mismo hizo Eva, echando la culpa de su pecado a la serpiente. También nosotros, cuando pecamos, sentimos en nuestra conciencia un ruido acusador, el ruido de Dios.
Pero nuestra respuesta no debe ser nunca escondernos, o echar a los demás la culpa de nuestro pecado, sino, arrepentidos de verdad, buscar el rostro misericordioso de Dios e implorarle su perdón.
En definitiva, fue la soberbia la que les impidió a Adán y a Eva reconciliarse con Dios y seguir como amigos viviendo en su presencia.
Todos nosotros, desde nuestros orígenes más remotos, nacemos pecadores e inclinados al mal. Sólo desde nuestra humildad y por su infinita misericordia, podrá Dios redimirnos de nuestros pecados.
3.- Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Padre. Leemos hoy esta lectura de la Carta a los Romanos, lectura propia de este segundo domingo de Adviento.
San Pablo recomienda a los cristianos de Roma que se acojan mutuamente, como Cristo los ha escogido a ellos para gloria de Dios. El mensaje del amor fraterno es un mensaje también muy propio para esta fiesta de la Inmaculada.
María supo hacerse sierva de todos para ganar a todos. La vida de María fue un continuo cántico de alabanza a Dios Padre. Nosotros hoy, los cristianos del siglo XXI, debemos seguir siempre alabando a Dios por la vida de María Inmaculada, no sólo con palabras, sino con nuestra propia vida. Así, “entre nuestra esperanza y el consuelo que dan las Escrituras podremos mantener viva la esperanza”.
María Inmaculada vivió llena de esperanza, desde el momento mismo del anuncio del ángel. Una esperanza alimentada por su fe y por su amor a un Dios Padre misericordioso, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Que este tiempo de Adviento sea también para todos nosotros un tiempo lleno de fe, esperanza y amor a Dios nuestro Padre.
Gabriel González del Estal
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PONGÁMONOS AL AMPARO DE MARÍA
1.- Todos sabéis que este dogma de la Inmaculada Concepción de María fue objeto de grandes disputas teológicas y grandes manifestaciones populares durante varios siglos, hasta su definición en 1854. Y esto podría hacernos pensar que tiene más de especulación teológica, que de “buena nueva”, de evangelio que sirva para iluminarnos en nuestro camino hacia Dios. Y sin embargo es un dogma cargado de alegre enseñanza y de luz esperanzadora.
2.- Yo diría que esos “teólogos” que hace miles de años plasmaron la enseñanza recibida por tradición en ese capítulo del Génesis que acabamos de oír eran grandes conocedores del corazón humano y no dejaban de tener una muy fina ironía.
Allí el hombre no tiene culpa. Es siempre otro el que la tiene. “La mujer me dio a comer”, dice Adán. Y Eva, “la serpiente me engañó… Casi, casi, si alguien es culpable es el propio Dios: “la mujer que tu creaste” y esa forma de decir “la serpiente” parece estar indicando: “la que tu creaste”.
Cuando los ángeles se rebelaron contra Dios sonó un definitivo y claro “No serviré”. El rebelarse del hombre contra Dios es más sinuoso, como la serpiente. No necesitamos una serpiente fuera de nosotros que nos tiente.
La llevamos anidada en el corazón. No es una guerra contra otros la que llevamos, es una guerra civil que no nos deja estar tranquilos: el egoísmo contra la generosidad, la ambición contra el desprendimiento, el odio contra el amor, la impureza contra el deseo de salir del lodazal. Queremos y no queremos. Así somos los hombres de todas las épocas: queremos y no queremos. Como dice san Pablo: “hago el mal que no quiero y dejo de hacer el bien que quiero”
3.- Y la buena nueva llena de esperanza nos la trae la voz de Dios, un Dios que parece dejarse engañar por el hombre y en vez de echarle en cara su doblez se encara, no con el hombre pecador, sino con el pecado simbolizado por la serpiente y nos promete que el Hijo de la Mujer será el único capaz de poner paz en esa guerra interior que todos llevamos dentro y por Él y por Ella seremos capaces de vencer el mal que anida en nosotros.
–Que un día encontraremos paz interior, amaremos con desinterés, el amor suavizará todos los rencores. Seremos capaces de salir del imperio de nuestras bajezas.
–Que del tronco caído y podrido puede salir un retoño pequeño y limpio, sin contaminación con la podredumbre de su origen “porque para Dios nada hay imposible”
4.- Y tras esa promesa de Dios se abre ante nosotros el evangelio en un ambiente totalmente distinto. Ambiente de paz y alegría: “No temas, alégrate la llena de gracia. Ambiente de pureza: “el nombre de la Virgen era María”. Ambiente de sencillez y sinceridad: “Ella se preguntaba que significaba aquel majestuoso saludo.
María el retoño verde nacido sin contaminarse del tronco podrido de la humanidad.
María la madre del que reinará siempre.
María la que contra las insubordinaciones del hombre y las sinuosidades de sus excusas se somete con sencillez: “hágase en mi según tu palabra”
María, que en contra de nuestro “no sé si quiero servir o no servir” se hace sencillamente la Esclava del Señor.
María que nos trae la esperanza de ser capaces de vencer en esa lucha interna que llevamos en el corazón “porque para Dios no hay nada imposible”
Pongámonos al amparo de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, para continuar con esperanza y alegría nuestro caminar hacia fuera de nosotros en un esfuerzo para acercarnos a Dios.
José María Maruri, SJ
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EN PENSAMIENTO, PALABRA Y OBRA
1. Si alguna representación atractiva nos trae a la memoria cualquier pinacoteca mariana, es precisamente la de la Inmaculada Concepción. La piedad popular, adelantándose a la decisión oficial, intuyó y creyó desde siglos antes que, María, era una criatura privilegiada. Una mujer sin mancha. Aquella que, brindándose generosamente y en cheque blanco para Dios, permaneció pura, radiante, bella ¡Cuántos piropos podríamos expresarle en este día! Entre todos, el mejor, el Misterio que celebramos en este 8 de diciembre: ¡Inmaculada! ¡Sí; Madre! ¡Tú fuiste, eres y serás Inmaculada en pensamiento (todo era para Dios), palabra (todo venía de Dios) y obra (toda volcada para Dios)!
Ante tal Misterio, embelesados por tal beldad y enigma, asentimos e inclinamos no solamente nuestra cabeza, sino que observamos en todo ese Misterio la mano de Dios, su poder, su gracia y –sobre todo- ciertas cualidades, internas y externas, que lograron cautivar el corazón y el amor de Dios: la sencillez de la Virgen, su obediencia y docilidad, su transparencia y su fe, su alegría junto a su confianza, fueron determinantes para que Dios clavase sus ojos en Ella. ¿Inmaculada? ¡Por supuesto! ¡Mil veces Inmaculada! ¡Por siempre y para siempre, Inmaculada! Dios, así la quiso y, el pueblo creyente, así lo vivimos, cantamos, festejamos y celebramos: ¡PURISIMA!
Ella, en medio del Adviento, da color y calor como nadie a este tiempo de esperanza. Es una mujer que con su “sí”, la noche de Belén nos pregonará una gran noticia: la salvación tiene un rostro, Jesús. Es la Señora que, abriéndose gratuitamente para Dios, hará posible que Jesús ilumine la oscuridad del mundo; que Jesús nos traiga el amor inmenso de Dios; que Jesús sea amado y seguido por todos nosotros.
-¡Bendita sea la Inmaculada Concepción de María! Ante un mundo excesivamente picante y libertino, María, refleja la contracorriente de todo ello. Es posible pensar en limpio; es posible creer en el amor sin farsa; es posible creer en Dios, sin exigir nada a cambio; es posible mirar sin desear con segundas o terceras intenciones; es posible fiarse sin dudar; es posible ser libre, sin esclavizarnos ante nada ni ante nadie.
-¡Bendita sea la Inmaculada Concepción! Sin Ella, y no es ningún dislate, no hubiera existido aquel primer adviento ni la esperanza para los hombres y mujeres que aguardaban la llegada del Señor. Sin Ella, aquel deseado adviento, hubiera tardado ¡quién sabe cuánto! en llamar a las puertas de los que querían y anhelaban la presencia de Dios en el mundo.
Pero, con María, con su ser inmaculado, todo se tiñe con el esplendor de la esperanza, la oración y el vigor de la fe. Si el Adviento es esperanza, María, es surtidor del que gustamos en vaso limpio y cristalino lo que estamos llamados a vivir en la próxima Navidad: al mismo Dios.
2. Es imposible, y no lo olvidemos, disociar o desviar a María de los próximos días que vamos a celebrar. El adviento es el mes de María por excelencia. No será el mes de las flores, pero qué duda cabe, son horas en las que los ojos de todos sus hijos se clavan en Ella. ¿Por qué? Entre otras cosas porque ha sido la “tocada” por Dios. La enamorada del Padre. La elegida, desde hace muchos siglos, para ser morada de Dios en la tierra.
*Porque Ella ha sido bendecida con toda la perfección, es motivo para ser admirada.
*Porque Ella ha sido colmada y llena toda la gracia de Dios, es motivo para ser querida y ensalzada
*Porque Ella ha sido llena del Espíritu Santo, es motivo para ser reverenciada
3.- Sí; amigos. ¡Inmaculada! Nos acompaña en medio de nuestras flaquezas y fragilidades. Es un espejo en el que nos podemos mirar para reparar nuestro hoy, y buscar un mañana mejor. Por ello mismo, la Inmaculada, nos sigue cautivando. Despierta en nosotros admiración y un deseo de superarnos a nosotros mismos para llegar hasta Dios. En medio de nuestro barro y mediocridades, María, surge como el amor irreprochable; como la solidez de una fe inquebrantable hacia el Padre; como un camino sembrado de vida y de verdad; como un lienzo que no conoce sino los trazos pensados y dibujados por Dios.
Hermanos. Se acerca la Navidad. Al pesebre hay que entrar humildemente. En el portal hay que arrodillarse con fe. A Belén se va con la atracción del amor de un Dios que nos trae felicidad para todos.
De María, es difícil imitar su ser Inmaculado, su fortaleza, su valentía, su entregarse hasta el final. Que por lo menos, en estos días de Adviento, la calquemos siendo hombres y mujeres de esperanza. Dejando que el corazón, se llene de un inmenso amor –como el de Ella- para volcarlo ante el Misterio de Dios en Navidad.
Porque, sin María, no hay Adviento ni esperanza; pero con María, toda la vida es un permanente Adviento. Con Ella, nos viene el que nos hace falta para levantarnos y seguir apostando por un mundo desde Dios: JESÚS. ¿Seremos capaces de intentar ser un poco más cristianos en pensamientos, palabras y obras…al estilo de María? ¡Felicidades, Inmaculada!
Javier Leoz
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En los países donde se celebra el
II° Domingo de Adviento
Domingo, 8 de diciembre del 2013
DOMINGO IIº DE ADVIENTO
Isaías 11, 1-10/ Romanos 15, 4-9 / Mateo 3, 1-12
Salmo responsorial Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17
R/. » Que en sus días florezca la justicia «
Santoral:
La Inmaculada Concepción de la Virgen María
LA CONVERSIÓN COMO PROPÓSITO Y PROCESO
1.- Convertirse es cambiar la mente y el corazón y, consecuentemente, la conducta. Es pensar distinto de cómo pensábamos, amar distintamente de cómo amábamos y comportarnos de una manera distinta de cómo nos comportábamos. Pero esto no se consigue en un momento y ya está. En un momento podemos tomar la decisión de convertirnos racional y afectivamente, y de comenzar a vivir de manera consecuente con nuestro propósito de conversión. Esto no es más que el inicio de la conversión, el punto de arranque; a partir de este momento comienza el camino de la conversión. Un camino que puede y debe durar durante toda la vida. Una conversión que no se prolongara más allá del momento de arranque y que no durara toda la vida no sería propiamente una conversión cristianamente ejemplar y paradigmática. Decimos que San Pablo y San Agustín y San Francisco y muchos más se convirtieron porque su propósito de conversión duró toda su vida. Aquí estamos sólo hablando de conversiones al Dios de Jesucristo, de conversiones cristianas. En este sentido se puede afirmar que conversiones iniciadas y no continuadas las ha habido con mucha frecuencia en la vida de muchas personas. Se necesita mucha gracia de Dios para iniciar la conversión, pero no se necesita menos gracia de Dios para recorrer el camino de conversión hasta el final. Es muy probable que la mayor parte de las personas que abren esta página de Betania sean personas que ya han tomado hace mucho tiempo el propósito de convertirse. En este segundo domingo de adviento es bueno que todos renovemos nuestro propósito de conversión. Y le pedimos a Dios que no nos abandone su gracia para que recorramos nuestro camino de conversión hasta el final de nuestra vida. Porque nunca hemos terminado de convertirnos, mientras vivimos.
2.- Sobre él se posará el espíritu del Señor. Jesús de Nazaret es el modelo único al que queremos seguir e imitar todos los cristianos. El profeta Isaías, varios siglos antes de Cristo, nos dice cómo actuará ese vástago del tronco de Jesé sobre el que se posará el espíritu del Señor. Los cristianos siempre hemos querido ver retratado en ese descendiente del tronco de David sobre el que se ha posado el espíritu del Señor a Cristo Jesús. Para nosotros, convertirse es acercarse cada vez más a este modelo. Convertirse es, por tanto, dejarse guiar por el “espíritu de prudencia y sabiduría, de consejo y valentía, de ciencia y temor del Señor”. El profeta Isaías nos propone una utopía maravillosa, según la cual los que se dejen guiar por el espíritu del Señor convivirán en una armonía de justicia y paz paradisíaca. Convivirán en armonía de justicia y paz: judíos y gentiles, ricos y pobres, sanos y enfermos, poderosos y débiles. Será un anticipo del verdadero y definitivo Reino de Dios. Hacia este reino de justicia y paz debemos caminar también hoy los cristianos, dejándonos poseer por el espíritu del Señor. Eso es vivir en espíritu de conversión, eso es vivir en espíritu de adviento.
3.- Dad el fruto que pide la conversión. Para poder entrar con buen pie en el reino de Dios que está cerca, el último y más grande de los profetas antes de Cristo, Juan el Bautista, predica la necesidad de la conversión. Se lo dice a la gente pobre y sencilla, y se lo dice, con más fuerza aún, a la gente rica y encumbrada de su tiempo. Nos lo dice también a cada uno de nosotros: si de verdad queremos convertirnos debemos preparar el camino del Señor, derribar los montes de soberbia y limpiar los senderos de mezquindades y bajas pasiones que no dejan al Señor entrar en nuestro propio corazón y en nuestra vida. Abramos al Señor de par en par las puertas del alma, convirtámonos al Señor. Este es el camino de adviento que debemos iniciar y recorrer en estas cuatro semanas que nos llevarán hasta la Navidad, un camino de purificación y esperanza, de justicia, de paz y de amor.
Gabriel González del Estal
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REVOLUCIONARIO JUAN… REVOLUCIONARIO JESÚS…
1.- La conversión de que nos habla hoy San Juan Bautista no es la confesión semanal o esporádica. Metanoia significa cambio de mentalidad, cambio de escala de valores, cambio de dirección. Que para ir a Sevilla no se puede ir por la Autovía de Burgos, aunque vayamos arrepentidísimos de las muchas infracciones de tráfico que otras veces hemos cometido, que el único medio es ir por la Autovía de Andalucía. No es arrepentimiento, es cambio de vida.
2.- Sabiendo leer el evangelio de hoy, pinta ante nosotros un tremendo contraste. En la lejanía… los palacios de Herodes, de los sumos sacerdotes, de los romanos invasores… aquí el desierto. Hombres vestidos de púrpura y oro, allí… y aquí Juan vestido de piel de camello.
–Allí grandes banquetes servidos por esclavos, Juan comiendo miel silvestre y saltamontes.
–Escenificación de la revolución de valores que significa Juan y que va a predicar Jesús.
–El mismo Antiguo Testamento habla de las riquezas como signo de la bendición de Dios… Jesús va a gritar: “¡Ay de vosotros los ricos…!”
–El poder, en grande o en pequeño (¿hay mayor tiranía que la de lo subalternos?) es una de las aspiraciones de los hombrecillos… Jesús va a decir: “el que quiera ser el mayor se haga esclavo vuestro…”
–El placer comercializado, democratizado, disfrazado de amor, sacado de los burdeles y establecido como norma de vida de nuestra juventud, es junto con la droga, una de las libertades que nos traen estos nuevos tiempos… y Jesús nos dice: “el que desea a la mujer su prójimo ya ha fornicado con ella”. El mismo Señor en San Marcos y San Mateo pone la fornicación como distinta del adulterio y a la misma altura de los robos y asesinatos: del corazón salen las malas intenciones: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios.
–El mismo contraste de palacios y desierto, de púrpura y de piel de camello, de banqueteos y saltamontes
–Revolucionario Juan… revolucionario Jesús… y demócratas acomodaticios todos nosotros
–El poeta indio Tagore llora por una revolución que comenzó Jesús y que han abortado los cristianos.
3.- Mientras nuestra norma de vida sea el dinero más o menos emboscado en la necesidad de supervivencia, el placer revestido de la felicidad a la que tiene derecho todo hombre, y el poder, o tráfico de influencias, para subir en la vida, ya podemos prometer que cumpliremos todas las normas de Dios, ya podemos confesarnos arrepentidos de furtivas transgresiones, que por esa carretera no llegaremos nunca al Reino a donde lleva un estrecho camino.
Hasta que no consigamos poner en lo más alto de nuestra real escala de valores a Dios y a los demás (con los que Dios se identifica) y amemos de corazón una vida sin despilfarros, honrada y honesta, compartida, blindada a la corrupción, nuestro tren ira a gran velocidad por una vía muerta que no llega a ninguna parte.
4.- Si nos encontramos entre las manos una sociedad sucia en televisión, espectáculos, en la promiscuidad de sexos, corrupta en todos los estamentos de la política, una sociedad donde que el tiene poder se jacta de usarlo en amiguismos y favoritismos… no nos quejemos.
En medio de una corrupción semejante los primeros cristianos supieron ser sal y nosotros hemos perdido el sabor, fueron luz y a nosotros se nos han fundido los plomos.
José María Maruri, SJ
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CON…VERSIÓN DISTINTA
Cuántos de nosotros después de asistir a distintas adaptaciones de películas o montajes musicales, hemos concluido: “me gusta más ésta o aquella”.
1.- Inmersos en el adviento sale a nuestro encuentro un personaje singular, con sabor a desierto y a sobriedad, a grito y a cambio, a renovación e interpelación a la penitencia: Juan Bautista.
A nadie se nos escapa que, el ser cristiano, tiene un peligro: estar sumergidos en el mundo nos puede llevar a un descafeinado o debilitamiento de lo que es sustantivo en nuestra identidad cristiana.
La Navidad, con la celebración del acontecimiento del Nacimiento del Señor, nos estimula a una versión totalmente renovada de nuestra vida. Y es que, nuestro vivir, nuestro pensamiento o nuestro ser…puede que a veces se quede un tanto desfasado. O mejor dicho; puede que, estén tan bien amoldados a la realidad mundana, que se hayan alejado totalmente de lo que el evangelio debiera de significar para nosotros. ¿O no es así?
El adviento, en este segundo domingo, nos invita a cambiar el “chip”. ¡Conversión! ¡Nueva versión para nuestra vida! ¡Llega Jesús! Para que, el Señor se adentre en nuestra existencia necesitamos una versión distinta de nuestra vida, unas miradas diferentes, unas actitudes de esperanza, vigilancia y respuesta. ¿Encontrará el Señor, cuando llegue, una interpretación diametralmente opuesta (en palabras y obras) a la de aquellos que no esperan ni desean nada de El?
2. Juan es el clamor de la Iglesia que, por activa y por pasiva, nos incita a tener levantadas las antenas de la fe. ¿Hacia dónde tenemos puestos nuestros objetivos, deseos o afanes de superación?
Juan es la novedad de toda la Iglesia que, ante la Navidad, aviva en nuestro interior el ímpetu de salir al encuentro del Señor que viene. ¿Seremos capaces de preparar una digna morada, unos buenos caminos para que, el Niño, nazca con todas las consecuencias y no nos encuentre arrodillados ante otros dioses?
Juan, el Bautista, es la voz que nunca se cansa. El pregón en el inmenso desierto en el que muchos se han perdido. El grito que no pretende otra cosa sino la felicidad de la humanidad; la vuelta a Dios de aquellos hombres y mujeres que, confundidos por el ruido del mundo, necesitan escuchar un dulce mensaje: ¡Dios viene a salvarnos!
3. Tal vez, el adviento, nos sugiera ser más un tiempo de esperanza, de alegría que de penitencia. Pero ¿acaso la llegada de un nuevo miembro a la familia no es motivo para una limpieza más exhaustiva y delicada de todo el interior de la casa? ¿Acaso, el Señor, no merece que –aquello que desafina y no está atinado en nuestra forma de ser– sea cambiado para que su Nacimiento sea algo real y palpable en lo más hondo de nuestras entrañas?
El adviento, por ser tiempo de esperanza…también es época de poda. De cortar aquellas ramas que, en el tronco de nuestras personas, pesan o aparentan más de lo que son, sobran o no dan fruto, son frondosas por fuera…pero quién sabe si no están huecas por dentro. ¿O es que Dios no merece eso y mucho más?
Javier Leoz
www.betania.es