Guión Domingo XXXI Durante el Año – CICLO B
EL MANDAMIENTO PRINCIPAL
El Señor nos ama a cada uno con todo su corazón y con todas sus fuerzas. Él nos creó a su imagen y cuando nos mira se ve reflejado en nosotros y vuelca hacia nosotros todo su corazón. Cada uno somos para Él sus hijos amados y predilectos.
Y ese amor total, infinito, nos libera de nuestros egoísmos, de nuestras esclavitudes. Nos quita nuestros miedos. Nos hace sentirnos perdonados, comprendidos, apoyados, disculpados, dignos de confianza…
Y ese amor nos hace sentirnos infinitamente felices, con una felicidad que nada ni nadie nos puede quitar, porque incluso en los momentos más difíciles nos sentimos amados con ese amor infinito que sólo Dios nos puede regalar.
Si no hemos descubierto que Dios nos quiere felices y que los mandamientos son el camino de la felicidad, una de dos: o está muerta nuestra fe o está gravemente enferma. Por eso hoy, hemos de preguntarnos si estamos en camino de descubrir que Dios nos quiere felices y que los mandamientos son el camino de la felicidad.
Hemos de preguntarnos también si estamos empeñados en amar a los demás como el Señor nos ama a nosotros y si nos esforzamos cada día por avanzar en ese camino. ¡Que el Señor nos de fuerzas para avanzar por el camino de la felicidad!
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Lectura del libro del Deuteronomio 6, 2,6
En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: «Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: «Es una tierra que mana leche y miel.»
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria.»
Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA
El libro del Deuteronomio pone en boca de Moisés una de las grandes profesiones de fe en un Dios único. Moisés habla al pueblo de Israel para decirle: «escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es solamente uno y lo amarás con todo tu corazón. El pueblo debe guardar los preceptos que Dios manda y así les irá bien.
SALMO
Sal 17,2-3a. 3bc-4 47 y 51ab
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
- Yo te amo, Señor tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R:
- Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. R:
- Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido. R:
2ª LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 7,23-28
Hermanos: Ha habido multitud de sacerdotes del antiguo Testamento, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor.
Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
Él no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la Ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la Ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
El apóstol Pablo anuncia a los atenienses «al dios desconocido» para ellos. Es el Dios creador de todos y salvador de todos; un Dios personal al que debemos dar culto y amar con todo el corazón, ya que por él vivimos, nos movemos y existimos.
Presenta a Jesucristo, como Hijo de Dios, que se ofrece como sacrificio personal, capaz de transformar al hombre haciéndolo «justo» e «hijo de Dios» por la gracia que Él nos ha merecido con su muerte y resurrección.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: – « ¿Que mandamiento es el primero de todos?» Respondió Jesús: «El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amaras al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.»
El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos.»
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra de Dios
COMETARIO AL EVANGELIO
Para Jesús los dos únicos mandamientos son: el primero y principal amar a Dios sobre todas las cosas y el segundo y tan importante como el primero amar al prójimo igual que nos amamos a nosotros mismos. Sólo el amor a Dios hace posible el amor al prójimo y sólo el amor a Dios da firmeza y base al amor al prójimo. Poner en práctica estos dos mandamientos es más importante que todos los sacrificios y ofrendas que podamos hacer al Señor. |
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
EL AMOR SE APRENDE
Hay personas que se pasan la vida esforzándose por lograr que alguien los ame preocupándose por ser atractivos, resultar agradables, hacerse querer.
Hay personas que están convencidas de que amar es algo sencillo, y que lo difícil es encontrar personas agradables a las que se les pueda querer. Sólo se acercan a quien les cae simpático y en cuanto no encuentran la respuesta apetecida, su “amor” se desvanece.
Hay quienes confunden el amor con el deseo. Todo lo reducen a encontrar a alguien que satisfaga su deseo de compañía, afecto o placer. Cuando dicen “te quiero”, en realidad están diciendo, “te deseo”, “me apeteces”.
Para Jesús, el amor es la fuerza que mueve y hace crecer la vida, pues nos puede liberar de la soledad y la separación para hacernos entrar en la comunión con Dios y con los otros. El “amar al prójimo como a uno mismo” requiere un verdadero aprendizaje, siempre posible para quien tiene a Jesús como Maestro.
La primera tarea es aprender a escuchar al otro. Tratar de comprender lo que vive. Sin esa escucha sincera de sus sufrimientos, necesidades y aspiraciones no es posible el verdadero amor. Lo segundo es aprender a dar. No hay amor donde no hay entrega generosa, donación desinteresada, regalo.
El amor es todo lo contrario a acaparar, apropiarse del otro, utilizarlo, aprovecharse de él. Amar exige aceptar al otro con sus debilidades y su mediocridad. Ofrecer una y otra vez la posibilidad del reencuentro. Devolver bien por mal.
Guión Domingo XXXI Durante el Año – Ciclo A
DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO/CICLO A
DEBE HABER COHERENCIA ENTRE LO QUE DECIMOS Y LO QUE HACEMOS Jesús, refiriéndose a los letrados y fariseos de su tiempo, dice:” Haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”. Esto que dijo entonces Jesús podría decirlo hoy sobre los políticos, los predicadores en general, las autoridades eclesiásticas y civiles, maestros y profesores, padres, tertulianos de la radio o de la televisión y, como no, las palabras de Jesús también están dirigidas a cada uno de nosotros. Jesús en el texto del evangelio acusa a los letrados y fariseos de incoherencia, de doble moral (una para sí mismo y otra para los demás), de hipocresía y de ostentación, se muestra con dureza respecto a quienes asesoran, aleccionan, dirigen y luego no cumplen. No soporta a los que elaboran una lista de deberes y obligaciones y luego las descargan sobre los hombros de los demás y no están dispuestos a echar una mano. Ejemplos de esta conducta en la vida diaria hay a cientos. Admiramos, adulamos a las personas que están revestidas de poder, buscamos complacerle. El poder, el ocupar los primeros puestos es un plato que gusta a la mayoría. Quien ha saboreado el poder se agarra a él y, si es alejado de un cargo, se encaramará en otro. Jesús no va por ahí, Él nos pide que haya coherencia en nuestra vida entre lo que decimos y lo que hacemos. |
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
Lectura del libro del profeta Malaquías 1,14b_2,2b. 8-10
Yo soy el Rey soberano, dice el Señor de los ejércitos; mi nombre es temido entre las naciones. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes: si no obedecéis y no os proponéis dar la gloria a mi nombre -dice el Señor de los ejércitos-, os enviaré mi maldición.
Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví -dice el Señor de los ejércitos-. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo Padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo profanando la alianza de nuestros padres?
Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA El profeta Malaquías recuerda al pueblo de Israel que todos tenemos un solo Padre Dios que nos creó a todos. Dios espera de los sacerdotes de la antigua ley que le obedezcan y den gloria a su nombre, que no se aparten del camino correcto y que no descuiden sus funciones específicas, para que no pongan en peligro la alianza hecha con Dios. |
Sal 130, 1. 2. 3
R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
- Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas que superan mi capacidad. R: - Yo acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre. R: - Espera Israel en el Señor,
ahora y por siempre. R:
Lectura de la 1ª carta de S. Pablo a los Tesalonicenses 2,7b-9. 13
Hermanos:
Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.
Recordad, si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. También, por nuestra parte, no cesamos de dar gracias a Dios porque al recibir la Palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.
Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA El apóstol Pablo manifiesta, una vez más, su acción de gracias por la buena acogida que los miembros de la comunidad de Tesalónica dieron a su mensaje. También manifiesta que trató a la comunidad con delicadeza y cariño y que les entregó no solo el Evangelio, sino su misma persona, que ha trabajado y luchado fuertemente para que la palabra de Dios realizara su fruto en aquella comunidad. |
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo:
– En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame «maestro».
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno sólo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno sólo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno sólo es vuestro Señor, Cristo.
El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Palabra de Dios
COMENTARIO AL EVANGELIO Jesús, en el Evangelio de hoy, afirma que el pueblo de Dios (el Israel histórico) aceptó la enseñanza y la Ley de Moisés, pero no supo ponerla en práctica. Los responsables del pueblo, por su conducta, fueron como un «contrasigno» del espíritu de la Ley de Moisés. Por eso Jesús invita a sus discípulos a rechazar esa conducta y ese ejemplo. La autoridad en la Iglesia debe ser un instrumento para servir a los hermanos. |
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
CADA DOMINGO
Para celebrar la eucaristía dominical no basta con seguir las normas prescritas o pronunciar las palabras obligadas. Es muy fácil asistir a misa y no celebrar nada en el corazón; oír las lecturas correspondientes y no escuchar la voz de Dios; comulgar piadosamente sin comulgar con Cristo; darnos la paz sin reconciliarnos con nadie.
Es necesario escuchar desde dentro de nuestro corazón con atención y alegría la Palabra de Dios y, en concreto, el evangelio de Jesús. Vivimos aturdidos por toda clase de mensajes, voces, ruidos, noticias, información y publicidad. Necesitamos escuchar otra voz diferente que nos cure por dentro, escuchar las palabras directas y sencillas de Jesús que nos traen verdad a nuestra vida, nos liberan de engaños, miedos y egoísmos, nos enseñan a vivir con más sencillez y dignidad, con más sentido y esperanza.
La plegaria eucarística constituye el momento central. «Levantamos el corazón» para dar gracias a Dios. Es bueno, es justo y necesario el agradecimiento a Dios por la vida, por el regalo que es Jesucristo. La vida no es sólo trabajo, esfuerzo y agitación, es también celebración, acción de gracias y alabanza a Dios.
La comunión con Cristo es decisiva. Es el momento de acoger a Jesús en nuestra vida para experimentarlo en nosotros, para identificarnos con Él y para dejarnos trabajar, consolar y fortalecer por su Espíritu. Todo esto no lo vivimos encerrados en nuestro pequeño mundo. Cantamos juntos el Padrenuestro sintiéndonos hermanos de todos. Le pedimos que a nadie le falte el pan ni el perdón. Nos damos la paz y la buscamos para todos.
DOMINGO 31º DURANTE EL AÑO
PREPARACIÓN:
Antes de la salida del celebrante
Hermanos, como todos los domingos, hoy también el Señor nos invita a escuchar su Palabra. Y con la celebración de este domingo trigésimo primero durante el año, nos acercamos a la finalización del año litúrgico, por lo que, los tres últimos Evangelios de este ciclo, antes de la Solemnidad de Cristo Rey, nos presentan la última etapa del camino de Jesucristo en el umbral de su Pascua.
AMBIENTACIÓN:
Luego del saludo inicial y antes del acto penitencial
El Señor es hoy bien claro: debemos amarlo con todo nuestro ser, ya que Él es nuestro único Dios, Creador y Padre, que nos ha creado por amor y nos ha predestinado en Cristo para ser sus hijos. Y este amor nos implica también, amar a nuestro prójimo, ya que es absolutamente imposible amar a Dios, si no amamos verdaderamente al hombre, que es hijo de Dios.
1ª. LECTURA: ( Dt 6, 2-6) (Ver texto)
Este fragmento del Antiguo Testamento, que ahora vamos a escuchar, es uno de los más importantes, ya que es el fundamento de la ley antigua y mandamiento principal del pueblo de Israel.
SALMO RESP.: (17, 2-4. 47. 51ab) (Ver texto)
R. Yo te amo, Señor, mi fortaleza.
2ª. LECTURA: (He 7, 23-28) (Ver texto)
San Pablo nos dice que Jesucristo es superior a todos los sacerdotes del Antiguo Testamento; Él es el único que con un único sacrificio, derramó la salvación sobre todos los hombres.
EVANGELIO: (Mc 12, 28b-34) (Ver texto)
Jesús nos habla y nos recuerda la exigencia fundamental del amor a Dios y a nuestros hermanos. Aclamémoslo con el canto del Aleluya.
ORACIÓN DE LOS FIELES:
CELEBRANTE:
Que nuestra oración de hoy por las necesidades de todos los hombres, nuestros hermanos, se inspire en el mandamiento fundamental del cristiano: el amor a Dios y al prójimo.
GUÍA: A cada una de las peticiones responderemos orando:
«SEÑOR, ESCÚCHANOS Y ENSÉÑANOS A AMAR»
v Señor, te pedimos por la Iglesia y el Santo Padre, para que por su testimonio, sea para todos los hombres, ejemplo de fidelidad al supremo mandamiento del amor, oremos…
v Señor, te pedimos por nuestro Obispo y nuestros sacerdotes, para que siempre nos guíen en la tarea de ser fermento de paz, de amor y de fraternidad, oremos…
v Señor, te pedimos por todos los pueblos del mundo, para que escuchando el mensaje de paz de tu Hijo, trabajen incansablemente para obtenerla para todos los hombres, oremos…
v Señor, te pedimos por todos los que sufren, los abandonados, los pobres, los sin techo, sin trabajo, injustamente marginados, para que puedan ser acogidos, amados y auxiliados por los hombres de buena voluntad, oremos…
v Señor, te pedimos por nuestra comunidad, para que nos esforcemos por avivar nuestra piedad, superar los odios, perdonar las injurias, vencer todo rencor y división, amando al prójimo como tu Hijo nos amó, oremos…
CELEBRANTE:
Padre bueno, junto con estas peticiones que hemos puesto en tu presencia, concédenos el poder vivir según el mandamiento que hiciste escuchar al pueblo de Israel, y que Jesucristo nos renovó en su Evangelio. Te lo pedimos por Él que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS:
Nos ofrecemos al Padre con el compromiso de cumplir todas las enseñanzas del Evangelio en nuestras vidas, y ser así, testigos de su amor.
Al término del “Lavatorio de Manos” y cuando el celebrante vuelve al centro del altar y antes de la oración siguiente, se hace poner de pie a la asamblea
DIÁLOGO DEL PREFACIO:
Al iniciarse el Prefacio (antes de «El Señor esté con vosotros»)
Nos unimos, por la acción de gracias, al máximo acto de amor de Dios: la entrega de su Hijo en la cruz para salvarnos, y que nos obliga a obrar con ese mismo amor hacia cada uno de nuestros hermanos.
COMUNIÓN:
Ahora, por la renovación del sacrificio de la Cruz, participamos en la comunión del Cuerpo entregado por nosotros y de la Sangre que nos salva de nuestros pecados.
DESPEDIDA:
Después de haber escuchado el mandamiento del amor, es necesario que al volver a nuestros hogares, a lo largo de esta semana, nos examinemos sobre el amor, que es lo que realmente será tomado en cuenta por el Señor cuando debamos presentarnos ante Él.