33 días de consagración a SAN JOSÉ
INTRODUCCIÓN
La figura de san José permaneció en la sombra durante los primeros siglos de la cristiandad, cuando las discusiones teológicas se centraban en la divinidad y humanidad de Cristo o en la virginidad de María.
A José lo encontramos en los relatos evangélicos alrededor de la Encarnación, el nacimiento y los primeros años de la vida de Jesús, para posteriormente dar un salto y hacer su última aparición cuando Jesús tiene 12 años y es encontrado en el Templo.
Después su figura simplemente se desvanece.
A pesar de no contar con ninguna palabra que haya salido de sus labios, tenemos un fiel recuento de las cosas que hizo; por ellas conocemos el gran hombre que fue y las virtudes que lo caracterizaron.
Grandes santos y pontífices no pasaron todo esto por alto. Reconocieron que ser padre de Jesús y esposo de María le otorgaba un papel importante en la historia de la salvación.
Recurrieron personalmente a su intercesión y protección paternal, recomendándolo a toda la Iglesia; buscaron imitarle en sus virtudes, tomándole como modelo para todos los cristianos; dieron testimonio de los favores que san José les alcanzaba y de la seguridad de su custodia.
Poco a poco, su figura fue cobrando fuerza en el seno de la Iglesia. En 1621 el Papa Sixto IV introduce la fiesta de san José (19 de marzo) en el calendario de la Iglesia universal. Benedicto XIII incluye su nombre en la letanía de los santos. En 1870 el papa Pio IX lo declara “Patrono de la Iglesia Universal”.
El Papa Benedicto XV lo nombra “Patrono de los obreros, de los padres de familia y de los moribundos” en 1920 y el Papa Pio XII agrega al calendario litúrgico la fiesta propia de san José Obrero, el 1º de mayo.
A partir de estos acontecimientos, san José ha sido profundamente amado por el pueblo cristiano.
Múltiples templos han sido erigidos en su nombre, numerosas órdenes religiosas se han amparado a su custodia, en la piedad popular existen devocionarios completos dedicados a él, tanto en solitario como formando parte esencial de la Sagrada Familia.
A 150 años de ser proclamado Patrono de la Iglesia Universal, el Papa Francisco ha declarado un año jubilar en su memoria, recordándonos que “todos pueden encontrar en san José – el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta – un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad”. (Francisco. Patris Corde)
Mucho tenemos que aprender de quien fue elegido por Dios para cuidar de sus más grandes tesoros en la tierra.
La figura de paternidad de José, nos ayuda a comprender la del Padre Celestial. Nadie conoció mejor o estuvo más cerca de María; y después de ella, nadie como José experimentó al Verbo divino.
En esa intimidad con la Trinidad Santa, recurrimos a san José para que sea nuestro guía en la vida espiritual, custodio de nuestra fe, modelo de virtudes, maestro de oración e intercesor de nuestras vidas.
En este camino de consagración a san José, prolongado durante 33 días, queremos hablar de Dios, a propósito de san José, no centrar el culto o la fe en su figura.
La consagración está dividida en tres partes: la primera para conocer mejor la figura de san José, la segunda para meditar en su presencia en los Evangelios a través de la devoción de los “Gozos y dolores de san José”; en la tercera meditaremos en algunas de las muchas virtudes que lo caracterizaron y finalmente el día 33 haremos la consagración de nuestra vida a su custodia.
Durante este recorrido, te sugiero escribir un diario para ir anotando las luces que recibas y los propósitos personales que el Espíritu Santo te vaya inspirando.
Te invito a que me acompañes en este camino para conocer mejor a quien María más quiso, después de Jesús, y a quien Jesús llamo tiernamente “papito” (abba). A él consagramos nuestra vida para que nos ayude a estar cada vez más cerca del corazón de Jesús y de María.