Blanco y negro
Son sólo dos tonalidades…
¿Por qué alguna gente se empeña en separarlos?
¿Qué importa el color de la piel, si Dios nos quiere
a todos por igual? Si todos terminaremos siendo polvo,
y el polvo que quedará es de los huesos; no de la piel…
Los seres humanos, todos somos especiales.
Somos diferentes. Cada uno de nosotros,
tenemos algo que nos distingue.
Todos tenemos diferentes formas de pensar,
de ver la vida, de caminar; hasta respiramos
diferente y eso no quiere decir que debamos
rechazarnos…
Vivimos en un mundo materialista y frío en el cual
todo es más importante que los sentimientos.
Debemos poner nuestro granito de arena y así
cambiar el mundo. Debemos poner nuestras fuerzas
en amarnos los unos a los otros, sin importar
el color de la piel, ni la religión, ni el sexo;
mucho menos nuestros ideales políticos.
Debemos poner más nuestro corazón
al hacer las cosas y menos nuestros intereses.
A veces no es tanto el color de la piel;
sino quién es el portador de ese color…
Debemos separar el materialismo de lo
verdaderamente importante. Nuestro interior,
nuestro propio ser, lo que hacemos por los demás;
la mano que tendemos en el momento preciso
a la persona que lo necesita; independientemente
de quién sea esta persona.
Si el color importara tanto…
¿Habría creado Dios, tantas razas diferentes?
Por supuesto que no. Nos hubiera creado
a todos del mismo color para evitar separaciones…
Así que, unámonos como hermanos que somos;
sin importar nuestras diferencias y seamos
los prójimos que debemos ser.
Pongamos todo nuestro empeño en valorar más
los sentimientos, el alma, la verdad, la justicia,
la caridad, la bondad, el buen juicio y el corazón
de las personas.
¡Así seremos un mundo mejor, un paraíso terrenal!
Evangelio del día 23 de octubre con el Padre Guillermo Serra| Sábado de la vigésimo novena semana del Tiempo ordinario
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