¡Dános tu fe, María!
Para que Dios nazca en nosotros sin pedir nada a cambio
y, sea nuestro corazón,
una cálida cuna donde Jesús encuentre cobijo y consuelo.
¡DÁNOS TU FE, MARÍA!
Para que, en estas horas de santa tensión,
donde el cielo y la tierra juegan a juntarse,
podamos también nosotros hambrear
el manjar de Amor que se sirve en Belén.
¡DÁNOS TU FE, MARÍA!
Queremos que, Tú, seas una puerta
por la que podamos entrar
y disfrutar del Misterio de Dios humanado.
Una puerta que, cuando se abra desde fuera,
entendamos y comprendamos
que es Dios quien lo hace desde dentro,
que es Dios quien tira desde el cielo.
¡DÁNOS TU FE, MARÍA!
Para que no vacilemos ni en el amor ni en la fe.
Para que nos pongamos en camino hacia Aquel que viene.
Para que seamos heraldos de la Buena Noticia.
Para que, el Niño que quiere salir de tus entrañas,
encuentre aquí y ahora,
hermanos que le amen, le ayuden y le sigan.
¡DÁNOS TU FE, MARÍA!
Para que Dios esté pronto con nosotros.
Para que nosotros, pronto estemos con Él.
Para que creamos, aun sin ver.
Para que aún sin ver, creamos por encima de todo.
¡DÁNOS TU FE, MARÍA!
Sólo así, podremos vivir, celebrar,
cantar y festejar el encanto de la Navidad.
Sólo así, en este Año Santo de la Fe,
podremos conocer, sentir, vivir,
amar, testimoniar y celebrar,
al DIOS que viene pequeño por Navidad.
P. Javier Leoz
Reflexión del Evangelio según San Lucas 1, 39-45
Evangelio según San Lucas 1, 39-45
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».