19 de Marzo – Qué bien hablaste – Cuaresma
¡Qué bien hablaste!
(A San José)
No dijiste palabra alguna,
pero tus obras te delataron.
Tuviste espléndida esposa,
más, como hombre de fe,
la quisiste dejar para Dios.
En el horizonte de tu vida,
con singular belleza,
con nítida luz,
irradió la estrella de María;
pero, también la humildad de tu candil,
iluminó con el aceite de la sencillez,
con el destello de tu obediencia,
con el fuego de tu pobreza,
con la llama de la verdad.
Sí, José; ¡qué bien hablaste!
Te escuchó el cielo,
y a partir de ese momento,
Dios comenzó a escribir tranquilo:
el amor se hacía hombre en María,
el amor era custodiado por tu mano,
el amor era educado por tu inteligencia,
el amor era trabajado,
a golpe de cincel y martillo,
en el banco de tu ser carpintero.
Sí, José; ¡qué bien hablaste!
Nunca, un ángel,
llevó tan grata respuesta al cielo:
José cree y calla,
José espera y duerme,
José se fía y camina,
José obedece y… despierta.
Nunca, un ángel de las alturas,
en un intento de descender sosiego,
recibió en respuesta
tu serenidad y tu paz como consuelo.
Tomaste a María como esposa.
Recibiste a Jesús como hijo.
Fuiste hombre de pocas palabras,
pero tus obras hablaron.
P. Javier Leoz
Liturgia – Lecturas del día
Martes, 19 de Marzo de 2013
SAN JOSÉ,
ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA
Solemnidad
El Señor Dios le dará el trono de David, su padre
Lectura del segundo libro de Samuel
7, 4-5a. 12-14a. 16
En aquellos días, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos:
«Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor: «Cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza. Él edificará una casa para mi nombre, y yo afianzaré para siempre su trono real. Seré un padre para él, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y tu trono será estable para siempre»».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 88, 2-5. 27. 29
R. Su descendencia permanecerá para siempre.
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho: «Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo». R.
Yo sellé una Alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones». R.
Él me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora».
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi Alianza será estable para él. R.
Esperando contra toda esperanza, creyó
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
4, 13. 16-18. 22
Hermanos:
La promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe.
Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común como dice la Escritura: “Te he constituido padre de muchas naciones». Abraham es nuestro padre a los ojos de Aquél en quien creyó: el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.
Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: «Así será tu descendencia». Por eso, la fe le fue tenida en cuenta para su justificación.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
1, 16. 18-21. 24ª
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Éste fue el origen de Jesucristo
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado.
Palabra del Señor.
Reflexión
HACER BIEN LO QUE DIOS NOS ENCOMIENDA
1.- Dios cuenta con un hombre humilde y sencillo. El Señor confía y valora las capacidades humanas, los deseos sinceros de amar de José, de serle fiel. Por eso, en este día deseamos aprender primero de Dios que quiso contar con sus criaturas –fiado de ellas– para llevar a cabo su plan de Redención: la empresa más grande jamás pensada. También aprendemos de José que no defraudó a Quien había depositado en él su confianza. Jesús recibió de modo especial hasta su madurez los cuidados de José. El que era su padre ante la ley le transmitió su lengua, su cultura, su oficio… Pensemos en tantos rasgos del carácter de Jesús que serían de José, como sucede de ordinario en las familias. La confianza que Dios deposita en José pone de manifiesto hasta qué punto Dios valora al hombre. Somos ciertamente muy poca cosa, apenas nos cuesta reconocerlo, al contemplar la fragilidad e imperfección humanas, sin embargo, Dios no sólo ha tomado nuestra carne naciendo de una mujer, sino que se dejó cuidar en todo en su primera infancia por unos padres humanos; y luego, algo mayor, aprendió quizá sobre todo de su padre, José, las costumbres y tradiciones propias de su región, de su país, de su culto.
2.- La casa de José y María fue la escuela de valores donde Jesús creció en “edad, sabiduría y gracia”. Jesús aprendió de José de modo especial el oficio y así era conocido como el hijo del carpintero. Pero para entonces, cuando Jesús comenzó a ser conocido en Israel, muy posiblemente José habría fallecido. Las narraciones evangélicas no lo mencionan durante la vida pública del Señor. En su infancia, sin embargo, y antes incluso de su nacimiento, sí que nos hablan de José y de su fidelidad. Estando desposado con la Virgen María y comprendiendo que Ella esperaba un hijo sin que hubieran convivido, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Así manifiesta su virtud: decidió retirarse del misterio de la Encarnación sin infamar a María y fue necesario que un ángel le dijera: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
3.- José es justo y cumple su misión calladamente. Como dice el evangelista, Dios puede contar con él. No se escandaliza de la concepción milagrosa de María, sino que se dispone, por el contrario, a hacer como el ángel le indica: al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa. Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús. Y así comienza su misión de padre del Redentor según el plan divino. Una tarea sobrenatural –como deben ser todas las tareas humanas– que vivió confiando en Dios mientras veía que Dios había confiado en él. En su fiesta, nos encomendamos al que fue siempre fiel a Dios, al que contó en todo con la confianza de su Creador. Le pedimos nos consiga de Dios la gracia de una fe a la medida de la suya cuando cuidaba de Jesús y de María; una fe que nos lleve a sentirnos más responsables con Dios, que también se hace presente en nuestra vida y confía en el amor de cada uno.
José María Martín OSA
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SAN JOSÉ, NUESTRO PADRE EN LA FE
1. La fe no sólo es creer lo que no vemos, sino creer, a pesar de lo que vemos. También en este sentido, san José puede ser nuestro modelo y nuestro padre en la fe. Él veía a su prometida embarazada, pero creyó en su virginidad porque el ángel del Señor así se lo dijo. Nosotros vemos un mundo imperfecto y corrupto, pero creemos que este mundo ha sido creado por Dios y que todos nosotros, imperfectos y pecadores, también hemos sido creados por Dios. En este mundo tenemos que ver las huellas de Dios, aun cuando lo que vemos en este mundo en el que nos ha tocado vivir es imperfección y miseria física, psíquica y espiritual. Sí, viendo lo que vemos, hace falta mucha fe para seguir creyendo en un Dios Padre bueno, providente y bondadoso. Para creer, a pesar de lo que vemos, debemos encomendarnos hoy a san José, como a nuestro padre y nuestro modelo de una fe difícil, pero segura y confiada.
2. San José, patrono de la Iglesia. También la Iglesia Católica, nuestra Iglesia, tiene hoy motivos para encomendarse a san José. Nuestra Iglesia vive en el mundo de hoy rodeada de hostilidad e indiferencia, atacada con saña desde ángulos muy distintos. Muchos de los medios públicos de comunicación gozan mostrando preferentemente los rasgos y cualidades más criticables de nuestra Iglesia. Para que la gente pueda creer hoy en nuestra Iglesia, necesitamos los católicos un plus de santidad privada y pública, un limpiar valientemente el rostro externo y el alma interna de todos y cada uno de los que formamos el cuerpo místico de la Iglesia Católica. Esto no es nada fácil, es muy difícil de conseguir, pero, con el patrocinio de San José, lo conseguiremos.
3. San José, patrono de los seminaristas. La gente sencilla ve a la Iglesia casi exclusivamente a través del rostro de los curas, obispos, cardenales y Papas. Los que mañana van a ser curas, hoy son seminaristas; de la educación y de la formación que tengan los seminaristas en el seminario dependerá en gran parte su vida como sacerdotes. Un san José pobre, humilde, trabajador incansable, siempre al servicio de los demás, animado por una fe grande en Dios y a prueba de dudas, puede y debe ser patrón y modelo de nuestros seminaristas. Pidamos hoy de una manera especial por nuestros seminaristas.
4. San José, patrono de los trabajadores. El trabajo, hoy día, es considerado por la mayoría de los trabajadores como una obligación que hay que cumplir para poder ganar un sueldo con el que vivir. El trabajo es considerado hoy una obligación, más que una devoción. Sin embargo, todos sabemos que el trabajo que más nos satisface y más beneficios personales nos produce es el trabajo que hacemos por devoción. Debemos intentar todos convertir nuestro trabajo en una devoción puesta al servicio de la familia y de la sociedad en general. El trabajo nos cuesta trabajo hacerlo, pero lo hacemos con gusto, pensando siempre el beneficio personal y social que obtenemos. San José trabajó con devoción, al servicio de Jesús y de María y lo hizo con sencillez, con humildad y con una gran fe en el Dios que le había llamado. La vocación de san José fue el trabajo sacrificado, ofrecido con devoción a las personas a las que Dios le había encomendado servir. Todos somos trabajadores de la viña del Señor; hagamos nuestro trabajo con devoción y con amor. Y pidamos hoy a san José que nos ayude a conseguirlo.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
SAN JOSÉ: SIN DECIR NADA…DIJO MUCHO
1.- No pronunció ni una sola palabra. Desconocemos si su vida fue dilatadamente grande, o excesivamente corta, pero su presencia, fortaleza, confianza y su testimonio suplieron con creces lo que sus labios no nos narran. Ese es, ni más ni menos, San José.
*El hombre obediente. Aquel que, mirando al cielo, supo renunciar a fama y amores, para que Dios hiciera de Santa María un vergel donde naciera el Autor de la vida: Jesucristo.
*El hombre prudente. Siempre anduvo entre bambalinas. No fue gran actor ni radiante estrella. Pero, su figura, ha estado presente y lo sigue estando, a la hora de tomar un modelo para vivir la fe; para seguir a Jesús; para responder a Dios. Su fe como respuesta, sigue siendo estímulo para todos aquellos que no sabemos cómo ni desde dónde responder a Dios. Su prudencia, a buen seguro, le valió el ser estimado por Dios. Hombre y último eslabón del Antiguo Testamento, hizo posible que emergiera –de la Sagrada Familia– Aquel que iba a ser final de profetas, Profeta entre profetas, inicio de una nueva era, futuro y esperanza: Jesucristo.
Ese, sí; ese es San José. Nunca el silencio habló tanto. Nunca desde el silencio se hizo tanto. Nunca, con el silencio, se manifestó tanto: una adhesión total al plan salvífico de Dios.
Con razón, la Iglesia, lo venera como Patriarca. Es su protector y, aunque su esposa –María– sea estrella en la evangelización, no lo es menos el destello, sobrio pero firme, que irradia la figura de San José.
-Su profesión no nos es desconocida; nos invita a trabajar honradamente
-Su corazón, es un referente para actuar; es bondad personificada
-Su pensamiento, aun no siendo escrito, sabemos que estaba dentro de las coordenadas de Dios. Que nunca antepuso sus intereses ni sus dudas a las reglas del Señor. Que, Jesús, fue para él lo primero. Con Él se volcó hasta las últimas consecuencias. ¿Podemos esperar más de San José?
** ¿Que tuvo dudas? Quien no las tiene cuando, Dios, pide algo que parece estar por encima de nuestras posibilidades.
** ¿Qué sufrió luchas, noches oscuras y batallas internas? Estudiemos a profetas y patriarcas. Incluso, detengámonos en la noche de Getsemaní “aparta de mí este cáliz”. San José, como no podía ser de otra manera, refleja al hombre que buscando a Dios, sabe que no siempre es fácil darle gusto. Pero lo hizo… ¡y cómo! ¡Con todas las consecuencias! Involucrándose, en cuerpo y alma, a la causa de Jesús.
** ¿Que tuvo que renunciar a su propia felicidad? Cuando uno se encuentra, frente a frente, con el Dios que todo lo puede, no existe ya ni renuncia ni sacrificio; es consecuencia gozosa de la fe.
2. Con razón en este día, en muchas Diócesis, echamos un vistazo al Seminario. A ese lugar en el que se forja la personalidad de los futuros sacerdotes. San José fue el primer formador de aquel primer seminario de Nazaret. No se dejó llevar por su propia ideología. Quiso, ante todo, que el sentido de Dios traspasara su hogar, sus metas, su esfuerzo y su misión.
También nosotros, en este día de San José, oramos por los futuros sacerdotes. Para que se sientan resortes, manos abiertas, canales por los que el pensamiento y el sentimiento de la Iglesia, se hagan presentes en el mundo, en los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
3.- San José fue un hombre valiente. Poco le importó que, el ambiente, no le acompañara. Que su fama fuese diminuta o puesta en entredicho: quiso servir y lo hizo radicalmente….pero sin fuegos artificiales.
–Que el Patrón de la Iglesia apadrine a nuestros seminarios. Que interceda ante Dios para que, los jóvenes que escuchen la llamada del Señor, lejos de echarse atrás, abracen con ilusión y con esperanza uno de los caminos más excelentes, y que más merece la pena acoger y emprender: el sacerdocio.
–Que San José salvaguarde igualmente a nuestros padres. A todos aquellos que, junto con las madres, tienen la tarea –no solamente de engendrar hijos– sino además la tarea de educarlos y hacerles descubrir el amor que Dios les tiene.
–Que San José custodie a todas las congregaciones que llevan su nombre. A todas las instituciones de beneficencia que, honrando a San José, saben que nunca les faltará el sustento diario.
–Que San José, que alcanzó la mejor muerte que una persona pudiera desear (en los brazos de la Virgen y bajo la mirada atenta de Jesús) conforte a todos los enfermos que, con o sin dolor, se acercan al final de sus vidas.
–Que San José, que compartió tantas horas de felicidad y de angustia con la Virgen, nos ayude a no avergonzarnos de ser lo que somos: cristianos.
San José, padre de los creyentes, nunca tu silencio…..habló tanto ni tan claro.
Javier Leoz
www.betania.es