Quieres vivir la Cuaresma de la Fe – Tiempo de Cuaresma

Sábado, 16 de febrero de 2013
SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA
Isaías 58, 9b-14 / Lucas 5, 27-32
Salmo responsorial Sal 85, 1-6
R/. «¡Enséñame tu camino, Señor!”

Santoral:
Santa Juliana, (o Ileana), San Enésimo,
San Macario, Beato Bernardo de Escammaca

¿Quieres vivir la Cuaresma de la Fe?

• No seas sordo a la Palabra de Dios.
Procura asistir todos los días a la Eucaristía. Si, te resulta difícil,
procura cada día leer un momento la Palabra de Dios.
Es el AÑO DE LA FE.

• No pienses que, en todo, llevas la razón.
La conversión exige un cambio de corazón, de mente, de actitudes:
humildad. Estás en el AÑO DE LA FE.

• Reza un poco más.
La meditación es saludable e, incluso, necesaria para el ajetreo
que llevamos. ¿Cuánto hace que no te has retirado en un silencio
prolongado en el interior de una iglesia?
Aliméntate con el AÑO DE LA FE.

• Confiésate.
Uno, desde dentro, no puede ver la fachada de su propia casa.
El sacramento de la reconciliación te hará ver la grandeza
que Dios ha puesto en ti y la fragilidad que, sin querer
o queriendo, existe en ti. Conviértete en el AÑO DE LA FE.

• Haz una obra de caridad.
No caviles con los que están en la distancia. A veces, el ayudar
a los que nos quedan lejos, se puede convertir en válvula
de escape para no comprometernos con los que tenemos
cerca. Haz el bien en el AÑO DE LA FE.

• Ama a la Iglesia.
Nunca como hoy necesita de cristianos y de católicos que arrimen
el hombro. Recuerda la palabra de Jesús: “Rema mar adentro”.
Tus manos son necesarias en el AÑO DE LA FE.

• Defiende con pasión y con convencimiento
tus motivaciones religiosas.
Si almuerzas, en el trabajo, o comes en un restaurante
¿sabes que puedes dar testimonio de lo que eres?
¿Cómo? Guardando vigilia: una imagen o un gesto vale más
que mil palabras! Darás testimonio en el AÑO DE LA FE.

• Vive con más austeridad estos cuarenta días.
Márcate un pequeño programa para que, la Cuaresma,
deje en ti poso abundante. El AÑO DE LA FE necesita
de cristianos con fondo.

• No caigas en la tentación de pensar
“lo de la Cuaresma es una tontería”.
Cuando no tenemos razones o no queremos entrar
por un camino, buscamos mil excusas.
¿Jesús no se merece un acompañamiento especial
camino del Calvario? ¡Piensa en el AÑO DE LA FE!

• Si estás enojado con alguien, no lo dudes, pide perdón.
Si no te lo aceptan tu habrás cumplido y, el peso de la conciencia,
no residirá tanto en ti cuanto en aquellos que no ejercieron
la misericordia contigo. ¡Te sentirás muy bien en el AÑO DE LA FE!

• ¿Tienes rencor contra alguien?
¿Estás decepcionado con alguien por algo? ¡Olvídalo! Da un paso
hacia adelante. Si Dios, siendo como somos, nos perdona.
¿Cómo no vamos a ofrecer en la misma medida, el perdón
y la comprensión a los que nos rodean?
El AÑO DE LA FE es reconciliación.

• Manifiesta públicamente tu fe.
Promueve, con signos y palabras, lo que dices creer.
Invita a alguien a la Eucaristía. Incluso, si llega la hora del Angelus,
rézalo. Tal vez te miren…lograrás, entre otras cosas,
ser diferente. Serás bienaventurado en el AÑO DE LA FE:

• No dejes de acudir cada domingo a la Eucaristía.
Sin ella, a muchos cristianos, les ocurre lo mismo que aquel beduino:
“pasaba por una fuente y, mirándola, no quise beber; más adelante
exhausto y sin fuerzas…. me di cuenta de lo necio que fui por haber
despreciado aquel manantial de agua fresca.
Reaviva con la Eucaristía el AÑO DE LA FE.

P. Javier Leoz

Liturgia – Lecturas del día

Sábado, 16 de Febrero de 2013

SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA

Si ofreces tu pan al hambriento,
tu oscuridad será como el mediodía

Lectura del libro de Isaías

58, 9b-14

Así habla el Señor:
Este es el ayuno que Yo amo:
Si eliminas de ti todos los yugos,
el gesto amenazador y la palabra maligna;
si ofreces tu pan al hambriento
y sacias al que vive en la penuria,
tu luz se alzará en las tinieblas
y tu oscuridad será como el mediodía.
El Señor te guiará incesantemente,
te saciará en los ardores del desierto
y llenará tus huesos de vigor;
tú serás como un jardín bien regado,
como una vertiente de agua,
cuyas aguas nunca se agotan.
Reconstruirás las ruinas antiguas,
restaurarás los cimientos seculares,
y te llamarán «Reparador de brechas»,
«Restaurador de moradas en ruinas».

Si dejas de pisotear el sábado,
de hacer tus negocios en mi día santo;
si llamas al sábado «Delicioso»
y al día santo del Señor «Honorable»;
si lo honras absteniéndote de traficar,
de entregarte a tus negocios y de hablar ociosamente,
entonces te deleitarás en el Señor;
Yo te haré cabalgar sobre las alturas del país
y te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob,
porque ha hablado la boca del Señor.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 85, 1-6

R. ¡Enséñame tu camino, Señor!

Inclina tu oído, Señor, respóndeme,
porque soy pobre y miserable;
protégeme, porque soy uno de tus fieles,
salva a tu servidor que en ti confía. R.

Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma. R.

Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquéllos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica! R.

EVANGELIO

Yo no he venido a llamar a justos,
sino a pecadores, para que se conviertan

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas

5, 27-32

Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: «¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?»
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, para que se conviertan».

Palabra del Señor.

Reflexión

Is. 58, 9-14. El Señor nos invita a continuar reflexionando sobre el verdadero ayuno y sus consecuencias, que el Señor espera de nosotros.
Mientras nos arrodillemos ante Dios, para invocarlo y darle culto, y continuemos oprimiendo a los demás y no hayamos desterrado de nosotros el gesto amenazador para hacerle la guerra y l tratemos con palabras ofensivas no podemos decir que brillará sobre nosotros, y en nosotros, y desde nosotros la luz del Señor.
Si queremos ser como un huerto bien regado que dé frutos abundantes de justicia y de paz, hemos de escuchar la voz del Señor que nos llama a amarlo a Él sobre todas las cosas y a amar a nuestro prójimo como Dios nos ha amado en Cristo.
El día del descanso consagrado a Dios sólo tendrá sentido de ofrecimiento sincero cuando lleguemos ante el Señor con el fruto de nuestro trabajo por la justicia y la paz, realizado durante los días anteriores; no sea que el mismo día que decimos consagrar a Dios sea un día de destrucción y de muerte.
Esta Cuaresma el Señor nos invita a rectificar nuestro camino de fe; que no sea una fe vacía sino comprometida con la vida diaria, donde, en verdad, seamos un signo del amor de Dios para quienes nos rodean.

Sal 86 (85). Presentémonos ante Dios sin altanerías; reconociendo que somos pecadores y pobres ante el único santo y dueño de todo lo creado.
Sabemos que hemos fallado, pero, a pesar de todo, el Señor, que lo conoce y lo sabe todo, debe saber que lo seguimos amando. Ese amor es el que nos ha acercado a Él con la confianza de ser perdonados y escuchados para ser salvados y llenos de la paz y de la alegría que sólo proceden de Él.
La cuaresma es un tiempo en que el Señor nos hace conciencia sobre nuestra propia fragilidad y sobre nuestras traiciones al amor que decimos tenerle. Nos invita a verlo como un Padre siempre dispuesto a perdonarnos, pero siempre esperando de nosotros la rectificación de nuestros caminos.
Recibir el perdón de Dios es, también, la aceptación del compromiso de retomar, en nosotros, el camino del Señor manifestado a nosotros en Cristo Jesús.

Lc. 5, 27-32. El Señor nos da la razón de su encarnación: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
El Evangelio de Lucas es considerado el Evangelio de la Misericordia. En él se nos hace ver la cercanía de Dios para todos los que habían sido despreciados y marginados a causa de sus maldades, enfermedades o pobrezas. Dios quiere levantar la esperanza de toda esa gente y quiere decirles que, aunque una madre se olvidara del fruto de sus entrañas, Dios no se olvidaría de ellos.
Quienes ya son justos y santos no necesitan más de conversión, sólo necesitan renovar momento a momento su sí amoroso a Dios de un modo más comprometido y más maduro. En cambio quienes viven descarriados como ovejas sin pastor son el objeto de la Encarnación del Hijo de Dios y de su entrega en la cruz para el perdón de sus pecados.
Quien ha sido buscado y encontrado por el Señor debe ser pronto en seguirlo al escuchar su voz que le llama a ir en su seguimiento. Este seguimiento puede ser de un modo radical para consagrarse de un modo total y exclusivo al Señor y a la misión que Él quiera encomendarnos. Puede ser también un seguimiento del Señor para vivir con Él un compromiso de totalidad que se manifestará en comportamientos nuevos, de mayor justicia y amor en medio de las realidades de cada día.
Quien tiene la experiencia personal del amor que Dios le tiene no puede sino convertirse en su apóstol para llevar a todos hacia Cristo para que, también ellos, experimenten la prueba del amor de Dios y se sienten, gozosos, a su mesa.
En esta Cuaresma el Señor nos invita a seguirlo, a amarlo y a anunciarlo a nuestros hermanos para conducirlos a Él. Ojalá y escuchemos hoy su voz y no endurezcamos ante Él nuestros corazones.
En esta Eucaristía ¿Quién puede decir que no es un pecador, amado por Cristo y sentado a su mesa? Si así nos ha amado Dios, Él nos pide que no pensemos que Dios se ha hecho Dios de un grupo cerrado.
La Eucaristía nos lanza a buscar a todos los pecadores, a los pobres, a los cojos, a los lisiados, a los ciegos; a los que padecen enfermedades no sólo físicas sino también espirituales y morales, para invitar a todos a participar del pan único, partido y compartido para todos, que es Cristo.
Manifestar nuestra sincera conversión al habernos encontrado con Cristo, es, por tanto, convertirnos en portadores del amor de Dios para aquellos que están en la misma situación en la que Cristo nos encontró y nos tendió la mano para liberarnos de ella y hacernos, no sólo discípulos suyos, sino sus apóstoles.
Al partir a nuestras labores diarias hemos de ser conscientes de que nuestro encuentro con Cristo en esta Eucaristía no sólo ha sido una invitación a abandonar la opresión, la crítica, la prepotencia, el juicio ligero, la calumnia; sino que, también en esta Eucaristía nos ha llamado a compartir; a compartir nuestro pan de cada día con los pobre y los pecadores como un signo del amor de Dios que se ha de manifestar desde nosotros.
El Evangelio de Cristo sólo se hará creíble cuando sea concreto en sus signos de amor. Asumamos el compromiso de saciar también a los afligidos.
Esta Cuaresma tiene como punto de partida la conversión personal que nos libera de nuestra carga de maldad y nos asemeja a Cristo; y tiene como punto de llegada el servicio al hermano necesitado.
Una verdadera conversión hacia el Señor debe convertirnos hacia nuestro prójimo para fortalecerlo, para tenderle amorosa y cariñosamente nuestra mano de hermano y de amigo con el mismo amor y cariño con que Cristo nos ha tratado a nosotros.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de despertar en nosotros no sólo estos buenos sentimientos, sino que este camino de amor comprometido se haga realidad entre nosotros. Amén.

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