Lunes, 1° de octubre de 2012
Semana 26ª durante el año
Job 1, 6-22 / Lucas 9, 46-50
Salmo responsorial Sal 16, 1-3d. 6-7
R/. “¡Inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras!”
Santoral:
Santa Teresa del Niño Jesús
¿Soy de los tuyos, Señor?
¿Pregono, con la misma fuerza,
tu mensaje de salvación y de justicia?
Sí; Señor.
A veces creo que no soy de los tuyos.
Que mis palabras, son sólo palabras mías.
Que mis obras, son construcción exclusiva.
Que mis iniciativas, de deben a mí.
¿Soy de los tuyos, Señor?
Y es que, muchas veces Señor,
pienso más en mí que en Ti.
Mi corazón anda dividido,
y volcado en muchos amores.
A veces, mi mirada, lejos de ser para Ti,
es para aquellos que caminan a mi lado.
¿Soy de los tuyos, Señor?
Todo lo que digo ¿habla de Ti, Señor?
Todo lo que hago, ¿es por Ti, Señor?
Ayúdame, Señor, hoy más que nunca,
a sentirme… más tuyo.
Siento que estoy lejos,
cada día más lejos de ser tuyo.
Por eso, en medio de tanta lucha,
combate, indecisión, debilidad,
desánimo o prueba… me pregunto:
¿Soy de los tuyos, Señor?
Amén.
P. Javier Leoz
Liturgia – Lecturas del día
Lunes, 1° de Octubre de 2012
El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó:
¡bendito sea el Nombre del Señor!
Lectura del libro de Job
1, 6-22
El día en que los hijos de Dios fueron a presentarse delante del Señor, también el Adversario estaba en medio de ellos. El Señor le dijo: «¿De dónde vienes?»
El Adversario respondió al Señor: «De rondar por la tierra, yendo de aquí para allá».
Entonces el Señor le dijo: «¿Te has fijado en mi servidor Job? No hay nadie como él sobre la tierra: es un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y alejado del mal».
Pero el Adversario le respondió: «¡No por nada teme Job al Señor! ¿Acaso Tú no has puesto un cerco protector alrededor de él, de su casa y de todo lo que posee? Tú has bendecido la obra de sus manos y su hacienda se ha esparcido por todo el país. Pero extiende tu mano y tócalo en lo que posee: ¡seguro que te maldecirá en la cara!»
El Señor dijo al Adversario: «Está bien. Todo lo que le pertenece está en tu poder, pero no pongas tu mano sobre él». Y el Adversario se alejó de la presencia del Señor.
El día en que sus hijos e hijas estaban comiendo y bebiendo en la casa del hermano mayor, llegó un mensajero y dijo a Job: «Los bueyes estaban arando y las asnas pastaban cerca de ellos, cuando de pronto irrumpieron los sabeos y se los llevaron, pasando a los servidores al filo de la espada. Yo sólo pude escapar para traerte la noticia».
Todavía estaba hablando, cuando llegó otro y le dijo: «Cayó del cielo fuego de Dios, e hizo arder a las ovejas y a los servidores hasta consumirlos. Yo sólo pude escapar para traerte la noticia».
Todavía estaba hablando, cuando llegó otro y le dijo: «Los caldeos, divididos en tres grupos, se lanzaron sobre los camellos y se los llevaron, pasando a los servidores al filo de la espada. Yo sólo pude escapar para traerte la noticia».
Todavía estaba hablando, cuando llegó otro y le dijo: «Tus hijos y tus hijas comían y bebían en la casa de su hermano mayor, y de pronto sopló un fuerte viento del lado del desierto, que sacudió los cuatro ángulos de la casa. Ésta se desplomó sobre los jóvenes, y ellos murieron. Yo sólo pude escapar para traerte la noticia».
Entonces Job se levantó y rasgó su manto; se rapó la cabeza, se postró con el rostro en tierra y exclamo:
«Desnudo salí del vientre de mi madre,
y desnudo volveré allí.
El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó:
¡bendito sea el Nombre del Señor!»
En todo esto, Job no pecó ni dijo nada indigno contra Dios.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 16, 1-3d. 6-7
R. ¡Inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras!
Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad. R.
Tú me harás justicia, porque tus ojos ven lo que es recto:
si examinas mi corazón y me visitas por las noches,
si me pruebas al fuego,
no encontrarás malicia en mí. R.
Yo te invoco, Dios mío, porque Tú me respondes:
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu gracia,
Tú que salvas de los agresores
a los que buscan refugio a tu derecha. R.
EVANGELIO
El más pequeño de ustedes, ése es el más grande
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
9, 46-50
A los discípulos de Jesús se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande.
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: «El que recibe a este niño en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquél que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ése es el más grande».
Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros».
Pero Jesús le dijo: «No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, esta con ustedes».
Palabra del Señor.
Reflexión
Job 1,6-22: El libro de Job, un libro sapiencial del siglo V antes de Cristo, es uno de los más impresionantes del AT. Lo vamos a leer durante una semana, proyectando sus grandes interrogantes también sobre nuestra vida.
No es necesariamente histórico. Puede serlo su figura central, Job, un hombre justo y paciente, pero en este largo libro el relato está organizado a modo de parábola sapiencial, como desarrollo de un interrogante que ha preocupado a la humanidad en todos los tiempos, el problema del mal: ¿por qué permite Dios que a los inocentes, a los justos, les pasen tantas desgracias?
El libro está compuesto por un prólogo y un epílogo muy poéticos, mientras que el cuerpo central, cuarenta capítulos, es un entrelazado de soliloquios y oraciones de Job, de coloquios con sus amigos y la respuesta de Yahvé.
Los amigos le repetirán su interpretación: Job sufre porque habrá cometido algún delito en presencia de Dios. Pero el autor del libro no cree en esa explicación y sigue buscando otra respuesta a la existencia del mal: debe haber otra razón misteriosa, a no ser que Dios sea caprichoso y cruel. Pero ni siquiera las palabras finales que el autor pone en labios de Dios aportan una solución del todo convincente. Recordemos que estamos en el AT: todavía no se tiene idea clara de la otra vida, ni se ha encendido la luz de la Pascua de Jesús, el auténtico inocente que experimenta una injusticia mayor que la de Job, la muerte.
Empieza el libro con un prólogo que es un cuento dramatizado. En el cielo, en la presencia de Dios, tiene lugar como un consejo pastoral, en el que Satanás, «el adversario», pone en duda la solidez de Job y reta a Dios a que le ponga a prueba, para ver si es tan fiel como parece.
Toda suerte de calamidades caen sobre el pobre hombre. Y, de momento, su reacción es acorde con su fama de paciente. Sus palabras han sido una consigna para tantas personas a lo largo de los siglos: «desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él: el Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor».
El salmo refleja esta fidelidad de Job: «en mis labios no hay engaño; aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí; yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío».
Job, de momento, no se rebela contra Dios. Más adelante tendrá crisis profundas.
Pero es admirable su primera reacción y nos puede hacer pensar. ¿Cómo hubiéramos reaccionado nosotros? ¿sabemos aceptar como de la mano de Dios lo que nos pueda pasar, que seguramente no llegará al nivel trágico de Job? ¿o nos dejamos trastornar por cualquier contrariedad?
¿Mereceríamos el sarcasmo de Satanás, que interpreta nuestra bondad como muy poco gratuita: servimos con alegría a Dios porque nos colma de bendiciones? Si nos llegara la desgracia, ¿le seguiríamos sirviendo con igual fidelidad?
Lucas 9,46-50: Termina hoy el relato que nos ha hecho Lucas sobre el ministerio de Jesús en Galilea. A partir de mañana se inicia su viaje a Jerusalén.
El sábado, cuando Jesús anunció a los suyos la muerte que le esperaba, «ellos no entendían este lenguaje». Hoy tenemos la prueba de esta cerrazón: están discutiendo quién es el más importante. No han captado el mensaje de Jesús, que su mesianismo pasa por la entrega de sí mismo y, por tanto, también sus seguidores deben tener esta misma actitud.
Jesús tuvo que mostrar su paciencia no sólo con los enemigos, sino también con sus seguidores. Iban madurando muy poco a poco.
Pero hay otro episodio: los celos que siente Juan de que haya otros que echan demonios en nombre de Jesús, sin ser «de los nuestros». Juan quiere desautorizar al exorcista «intruso». Jesús les tiene que corregir una vez más: «no se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro».
¡Lo que nos gusta ser los más importantes, que todos hablen bien de nosotros, aparecer en la foto junto a los famosos!
Tampoco nosotros hemos entendido mucho de la enseñanza y del ejemplo de Jesús, en su actitud de Siervo: «no he venido a ser servido sino a servir». Tendría que repetirnos la lección del niño puesto en medio de nosotros como «el más importante». El niño era, en la sociedad de su tiempo, el miembro más débil, indefenso y poco representativo. Pues a ése le pone Jesús como modelo.
También tenemos la tendencia que aquí muestra Juan, el discípulo preferido: los celos.
Nos creemos los únicos, los que tienen la exclusiva y el monopolio del bien. Algo parecido pasó en el AT (cf. Nm 11), cuando Josué, el fiel lugarteniente de Moisés, quiso castigar a los que «profetizaban» sin haber estado en la reunión constituyente, y Moisés, de corazón mucho más amplio, le tuvo que calmar, afirmando que ojalá todos profetizaran.
¿Tenemos un corazón abierto o mezquino? ¿sabemos alegrarnos o más bien reaccionamos con envidia cuando vemos que otros tienen algún éxito? No tenemos la exclusiva. Lo importante es que se haga el bien, que la evangelización vaya adelante: no que se hable de nosotros. No se trata de «quedar bien», sino de «hacer el bien». También «los otros», los que «no son de los nuestros», sea cual sea el nivel de esta distinción (clero y laicos, religiosos y casados, mayores y jóvenes, católicos y otros cristianos, practicantes y alejados), nos pueden dar lecciones. Y en todo caso «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro», sobre todo si expulsan demonios en nombre de Jesús.
Si seguimos buscando los primeros lugares y sintiendo celos de los demás en nuestro trabajo por el Reino, todavía tenemos mucho que aprender de Jesús y madurar en su seguimiento.
J. Aldazabal
Enséñame tus caminos
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