Miércoles, 1° de agosto de 2012
Semana 17ª durante el año
Jeremías 15, 10. 16-21 / Mateo 13, 44-46
Salmo responsorial Sal 58, 2-4. 10-11. 17-18
R/. “¡Tú eres mi refugio en el peligro, Señor!”
Santoral:
San Ignacio de Loyola, Santos Pedro
Doan Cong Quy y Manuel Phung
No hay dificultad
No hay dificultad
que no pueda ser conquistada
con suficiente amor…
No hay mal que no se pueda curar
con suficiente amor.
Ninguna puerta que no se pueda abrir
con suficiente amor.
Ningún golfo que no pueda ser atravesado
con suficiente amor.
No hay muro que suficiente amor no pueda derribar.
Ni pecado que suficiente amor no pueda redimir.
No hay diferencia en cuan profundamente
asentada pueda estar la dificultad,
qué tan desesperada sea la perspectiva
o cuan embrollada parezca estar la confusión.
Tampoco importa cuan grande sea el error.
Una suficiente realización de amor lo disolverá todo.
Y si pudieras amar lo suficiente
serías la persona más feliz
poderosa del mundo.
Liturgia – Lecturas del día
Miércoles, 1° de Agosto de 2012
Por qué es incesante mi dolor?
Si tú vuelves, estarás de pie delante de mí
Lectura del libro de Jeremías
15, 10. 16-21
¡Qué desgracia, madre mía,
que me hayas dado a luz,
a mí, un hombre discutido y controvertido
por todo el país!
Yo no di ni recibí nada prestado,
pero todos me maldicen.
Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba,
tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón,
porque yo soy llamado con tu Nombre,
Señor, Dios de los ejércitos.
Yo no me senté a disfrutar
en la reunión de los que se divierten;
forzado por tu mano, me mantuve apartado,
porque Tú me habías llenado de indignación.
¿Por qué es incesante mi dolor,
por qué mi llaga es incurable, se resiste a sanar?
¿Serás para mí como un arroyo engañoso,
de aguas inconstantes?
Por eso, así habla el Señor:
«Si tú vuelves, yo te haré volver,
tú estarás de pie delante de mí,
si separas lo precioso de la escoria,
tú serás mi portavoz.
Ellos se volverán hacia ti,
pero tú no te volverás hacia ellos.
Yo te pondré frente a este pueblo
como una muralla de bronce inexpugnable.
Te combatirán, pero no podrán contra ti,
porque Yo estoy contigo
para salvarte y librarte -oráculo del Señor-.
Yo te libraré de la mano de los malvados
y te rescataré del poder de los violentos».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 58, 2-4. 10-11. 17-18
R. ¡Tú eres mi refugio en el peligro, Señor!
Líbrame de mis enemigos, Dios mío,
defiéndeme de los que se levantan contra mí;
líbrame de los que hacen el mal
y sálvame de los hombres sanguinarios. R.
Mira cómo me están acechando:
los poderosos se conjuran contra mí;
sin rebeldía ni pecado
de mi parte, Señor. R.
Yo miro hacia ti, fuerza mía,
porque Dios es mi baluarte;
Él vendrá a mi encuentro con su gracia
y me hará ver la derrota de mis enemigos. R.
Yo cantaré tu poder,
y celebraré tu amor de madrugada,
porque Tú has sido mi fortaleza
y mi refugio en el peligro. R.
¡Yo te cantaré, fuerza mía,
porque Tú eres mi baluarte,
mi refugio en el peligro,
Dios de misericordia! R.
EVANGELIO
Vende todo lo que posee y compra el campo
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
13, 44-46
Jesús dijo a la multitud:
El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
Palabra del Señor.
Reflexión
Jer. 15, 10. 16-21. ¡Qué difícil se nos torna a veces el camino de fidelidad al Señor! Todo mundo se burla de nosotros y nos maldice. El mismo Dios pareciera habérsenos convertido en un arroyo engañoso de aguas inconstantes, o en un espejismo en medio del desierto. Y nos llega la tentación de botarlo todo por la borda y hacer nuestra vida como todo mundo, cargados de maldades e injusticias. Ya los israelitas habían sentido la tentación de volver a la esclavitud en Egipto por la avidez de las ollas de carne, de las cebollas y los puerros. ¡Qué poca cosa querían cambiar por la libertad, que se debería convertir en una conquista de la tierra prometida! Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles; si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila el centinela. El seguimiento del Señor no es nada fácil; Él nos indica que vamos tras de Él pero cargando nuestra cruz de cada día, siendo fieles a la vocación recibida, siendo fieles a la misión confiada. Cueste lo que cueste no podemos vivir en complicidad con los malvados y pecadores. Ante el mundo entero hemos de ser un signo claro y creíble del amor salvador de Dios. Si perseveramos hasta el fin la salvación será nuestra, pues el amor de Dios no se habrá ni diluido ni perdido en nosotros a pesar de todos los riesgos y pruebas por los que hayamos tenido que pasar.
Sal. 59 (58). En medio de los momentos difíciles por los que tengamos que pasar por confesar nuestra fe y anunciar el Evangelio, el Salmista nos mueve a confiar en Dios orando de este modo: En ti, Señor, tendré fijos los ojos, porque tú eres mi fuerza y mi refugio. Y Jesús nos dirá: en el mundo tendréis tribulaciones, pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo. Mientras no llegue aún nuestra hora trabajemos constantemente y sin miedo en el anuncio de la Buena Noticia de salvación. Dios siempre velará por los suyos. Confiemos siempre en Él y Él saldrá siempre en nuestra defensa, pues Él no quiere la muerte de los suyos; Él nos ha llamado a vivir eternamente con Él, y, aun cuando experimentemos la muerte, Él nos levantará para que nos alegremos de su bondad y lo alabemos eternamente. Él sea bendito por siempre.
Mt. 13, 44-46. El Reino de Dios se ha hecho presente entre nosotros en Cristo Jesús. Él es el Reino. Quien se une a Él por la fe y por el Bautismo, quien permanece fiel a Él y camina como testigo suyo en el mundo, está haciendo presente el Reino de Dios en el mundo. El hombre con una fe auténtica y acendrada en Cristo Jesús no sólo lo buscará para encontrarse con Él, sino que entrará en una Alianza de amor, nueva y eterna, con un corazón indiviso, de pertenencia sólo al Señor. Quien quiera unirse a Él debe renunciar a todo; no puede estar por encima de ese amor ni siquiera la propia familia; hay que renunciar a todo, incluso a uno mismo; y tomar la propia cruz e ir tras las huellas del Señor de la Iglesia, para que, hechos uno con Él, lo hagamos presente con su entrega, con su amor, con su misericordia en el momento de la historia que nos tocó vivir. Todo esto no puede surgir sino de un amor verdadero hacia Cristo; amor que no nos deja en un amor intimista con Él, sino que nos pone en camino de servicio a nuestro prójimo. Entonces realmente el mundo conocerá el amor de Dios desde la Iglesia, esposa de Cristo, que continúa la obra de salvación entre nosotros.
En la Eucaristía nos encontramos con el Señor; Él manifiesta cómo nos ha valorado a nosotros. Nosotros somos para Él como el tesoro escondido en el campo de este mundo, o como la perla de gran valor. Por nosotros Él no retuvo para sí el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la condición de esclavo y nos «compró» para Dios pagando el precio de su propia Sangre. Y Él nos ha llamado en este día para que renovemos con Él la Alianza nueva y eterna; para que nos decidamos a ser suyos para siempre. El Apóstol san Pedro nos dice: Ustedes fueron comprados a precio de la Sangre del Cordero inmaculado. Por eso ya no hemos de vivir para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó. Este es el compromiso que adquirimos al celebrar la Eucaristía, la cual no hemos de ver sólo como un acto de culto a Dios sino como el momento en que nos unimos a Cristo para recibir su Vida y para caminar en adelante, unidos a Él, como hijos de Dios, guiados por su Espíritu Santo.
Vivimos en un mundo con muchos requerimientos tanto personales, como familiares y sociales. A veces quisiéramos vivir nuestra fe como un compromiso mayor con Dios o con el prójimo. Pensamos que seríamos más hombres de fe si tuviésemos más tiempo para orar, pero apenas podemos dedicar un poco de tiempo para esa actividad. Encontrar el Reino de Dios como se encuentra un tesoro o una perla no puede desligarnos de nuestros compromisos temporales. Una persona casada y enamorada no puede dejar a un lado sus diversos compromisos en la vida. Irá a ellos con alegría y seguridad, pues en el fondo sentirá el respaldo del ser amado. Eso mismo es lo que Dios espera de quienes lo tenemos a Él en el centro de nuestra vida. Ciertamente entraremos en una relación de amor a Dios en el culto público y en la oración personal. Pero esto no será como una camisa que nos ponemos en su presencia, y que nos quitamos al salir del templo o de la oración personal. Quien viva enamorado de Dios lo seguirá amando en su prójimo, en el cuidado de la naturaleza y en la transformación del mundo mediante la ciencia y la técnica, colaborando para que lo que Dios creó y puso en nuestras manos, sea cada día una más digna morada del hombre, y para que nuestras relaciones humanas sean cada día más fraternas. Entonces el cielo estará conectado con la tierra; entonces el Reino de los cielos habrá iniciado a abrirse paso entre nosotros.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber confiar siempre en Él; pero que esto no nos desligue del cumplimiento fiel de nuestros compromisos temporales; sino que más bien en ellos seamos capaces de hacer brillar un poco más la justicia, la bondad, el amor y la alegría que proceden del mismo Dios, como un don que Él ha hecho a su Iglesia y que le ha confiado el hacerlo llegar a toda la humanidad. Amén.
Homiliacatolica.com