“La vocación sacerdotal es como una gran cadena invisible llena de amor, que nos compromete a permanecer unidos al cuerpo místico de Cristo, a través de su cabeza: el obispo”, exhortó el Cardenal Juan Luis Cipriani a los más de doscientos sacerdotes que renovaron sus compromisos sacerdotales en la Misa Crismal que presidió en la Basílica Catedral de Lima el Jueves Santo.
El Cardenal Cipriani animó a los presbíteros a continuar esa misión sin desfallecer y sin adormecerse ante las dificultades que puedan encontrar, actuando siempre con humildad, dulzura, magnanimidad y amor.
“Hoy es un día para que con sincera emoción cada uno de nosotros recuerde y contemple el itinerario de nuestra propia vocación. Seamos agradecidos. Y les pido con humildad que sepan ustedes también retribuirlo con una vida sacerdotal fiel y obediente”, reflexionó.
Les agradeció por el esforzado trabajo que realizan en las parroquias y capellanías, siguiendo con la triple tarea de enseñar, santificar y guiar al pueblo de Dios a través de su Ministerio Sacerdotal.
“Les agradezco de corazón, en nombre de Cristo, sacerdote eterno. Y sepan que nunca están solos, el Señor está siempre con ustedes y este Pastor siempre los sigue de cerca con la oración, con la palabra y con la corrección”, comentó.
Recordó también que en estos tiempos difíciles que vive la Iglesia y el Perú, es importante mantener el temple de una familia sana, unida y fuerte, que nunca abandona al Pastor, que está siempre junto a ellos.
“Somos miembros de una maravillosa familia que se quiere, que trabaja unida para llevar la paz a miles de fieles que nos esperan con gozo, buscando ese Cristo en cada uno de nosotros”, continuó.
La importancia del celibato
En otro momento, el Arzobispo de Lima destacó la importancia del compromiso que los sacerdotes hacen de vivir el celibato antes de la ordenación, como símbolo de la presencia de Cristo en el corazón de cada uno.
“El celibato es una gracia de Dios en la que nos da su amor, su entrega, su cercanía, su ternura. Somos esposos de Cristo, somos maestros y apóstoles del amor, no de los amoríos”, comentó.
“No nos dejemos arrastrar por las pasiones desordenadas, no dejemos que la curiosidad invada los sentidos, la vista, el oído, la imaginación, la memoria. Si descuidamos esa lucha diaria nuestra vida espiritual empieza a estar lánguida, tibia, surge la pereza, se descuidan los horarios y se enfría la piedad”, prosiguió.
Finalmente, recordó a Juan Pablo II, el Grande, como un hombre que por su amor a la Iglesia, a Dios y a todos nosotros generó una gran esperanza en el mundo; y le pidió como gran milagro el 1 de mayo: “Cambia estos aires oscuros por ese viento fresco y alegre, por ese olor de Cristo que el mundo espera con ansiedad”.
Concluyó su homilía pidiendo a todos los fieles que recen por su Pastor y por todos los sacerdotes de la Arquidiócesis.
Renovación de promesas sacerdotales
Al término de la homilía, los más de 200 sacerdotes congregados en la Iglesia Primada, renovaron sus promesas de fidelidad a todos los compromisos sacerdotales que asumieron el día de su ordenación, manifestando su unidad y cercanía con el Pastor.
Del mismo modo, durante la Santa Misa, el Cardenal Cipriani consagró el Santo Crisma y bendijo los Santos Óleos de los Enfermos y de los Catecúmenos.
Concelebraron con el Cardenal Cipriani, el Nuncio Apostólico en el Perú, Monseñor Bruno Musarò; los Obispo Auxiliares de Lima, Monseñor Adriano Tomasi, OFM., Monseñor Guillermo Abanto y Monseñor Raúl Chau; Monseñor José María Ortega, Obispo prelado de Juli, el Padre Emilio Arizmendi, Vicario Regional de la Prelatura en el Perú del Opus Dei, así como sacerdotes de la Arquidiócesis, representantes de las congregaciones y los miembros del Cabildo Metropolitano de Lima.
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