Tercer Domingo de Pascua

Tercer Domingo de Pascua | Camino de Emaús

RECUPERAR LA ESPERANZA

Todas las comunidades de creyentes, entre “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestro tiempo” seguimos celebrando y proclamando que hemos descubierto el “tesoro escondido”, la “perla preciosa”, el “pan que se multiplica por doquier” y que nada de esto es posesión nuestra.

Jesús de Nazaret, muerto en cruz y resucitado a una vida nueva y plena, ha abierto definitivamente la posibilidad de que todas las personas, vivamos felices desarrollando el proyecto “original” del Dios Abbá, Padre y Madre.

El encuentro de los creyentes con el Espíritu de Jesús nos ayudará siempre a recuperar la esperanza cuando experimentemos fracasos, cuando estemos en horas bajas, cuando nos demos cuenta y reconozcamos que nuestro estilo de vida no ilumina a los demás.

Necesitamos recuperar un estilo de vida más evangélico.

Necesitamos confrontar nuestras prácticas religiosas, nuestros mensajes éticos y nuestras estructuras eclesiales con la vida nueva que se encierra en el Evangelio y en los primeros años de existencia de las diferentes comunidades cristianas que surgieron de la predicación apostólica.

Como los discípulos de Emaús, que reconocieron a Jesús al partir el pan, necesitamos seguir profundizando en la Palabra de Dios hasta que “ardan” nuestros corazones por el gran amor que se nos regala.

En las “noches obscuras” de nuestra vida es imperativa la presencia de Jesús, reconocerlo cuando el pan se parte en la eucaristía y en la vida de los hermanos.

Y compartir siempre en nuestras comunidades, lo que este “paso” de Jesús va logrando en todos los hermanos, especialmente en los más desfavorecidos.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2,14. 22-33

El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra:
Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa.

Escuchadme, israelitas: os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis.

Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz.

Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: «Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia».

Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy.

Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que «no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción», hablaba previendo la resurrección del Mesías.

Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo. Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El apóstol Pedro levanta su voz para proclamar con entereza que Jesús ha resucitado y en

Él se dan cumplimiento las Escrituras, porque Jesús es el Mesías anunciado desde siempre por los profetas, que Dios le ha constituido en «centro y Señor» de la salvación y que para alcanzarla es necesario convertirse al Señor, e incorporarse a la comunidad cristiana por medio del bautismo.

Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 9-10. 11

R. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

• Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. R:

• Bendeciré al Señor que me aconseja; hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R:

• Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R:

• Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R:

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1,17-21

Queridos hermanos:
Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida.

Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien.

Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza. Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

El apóstol Pedro llama la atención de los cristianos para que tomen en serio la exigencia de la doctrina de Cristo-Jesús.

Hemos sido rescatados y liberados por la muerte y resurrección de Jesús, por consiguiente, hemos de tomar en serio nuestra fe cristiana y poner nuestra esperanza solamente en Dios que nos ha liberado del pecado y en quien descansa nuestra fe y nuestra esperanza.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24,13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:
¿Qué conversación es ésa que traéis mientras vais de camino?

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?

Él les preguntó:
¿Qué?

Ellos le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel.

Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo.

Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

Entonces Jesús les dijo:
¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:
Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.

Ellos comentaron: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra de Dios

COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

En el relato de los discípulos de Emaús se destaca el hecho de que lo reconocieron y se dieron cuenta que Jesús estaba vivo y que estaba junto a ellos, después de haber perdido la ilusión y la esperanza. Se encontraron con Jesús al compartir la mesa, al partir y compartir el pan.


Tercer Domingo de Pascua

¡Resucitó!! ¡Aleluya, alegría!

¡Aleluya, aleluya!, éste es el grito que, desde hace veinte siglos, dicen los cristianos por la Resurrección de Cristo, un grito que traspasa los siglos y cruza continentes y fronteras.

Alegría, porque Él resucitó. Alegría para los niños que acaban de asomarse a la vida y para los ancianos que se preguntan a dónde van sus años; alegría para los solitarios que consumen su vida en el silencio y para los que gritan su gozo en la ciudad.

Como se abren las flores, aunque nadie las vea, así revive Cristo dentro de los que le aman. Su resurrección es un anuncio de mil resurrecciones: la del recién nacido que ahora recibe las aguas del bautismo, la de los dos muchachos que sueñan el amor, la del joven que suda recolectando el trigo, la de ese matrimonio que comienza estos días la estupenda aventura de querer y quererse, y la de esa pareja que se ha querido tanto que ya no necesita palabras ni promesas.

El que resucitó volverá a recogernos, nos llevará en sus hombros como un padre querido, como una madre tierna que no deja a los suyos. Jesús, el resucitado no nos ha dejado solos en un mundo sin rumbo. Aleluya, aleluya.

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 5,27b-32. 40b-41

En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo:
¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.

Pedro y los apóstoles replicaron:
Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero.

La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.

Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. Palabra de Dios.

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

El texto del libro de los Hechos de los Apóstoles nos manifiesta que «el avance del Evangelio es imparable y cuanto mayores son las dificultades, más evidentes se hacen la presencia de Dios y la fuerza del Espíritu para confirmar el testimonio de los Apóstoles.

No se trata de una obra humana, sino de una misión confiada por Dios que nadie puede detener». Por eso mismo es evidente la afirmación del apóstol Pedro que «es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» por muchas complicaciones que eso lleve consigo.

SALMO
Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b

R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
• Te ensalzaré, Señor, porque me has librado,
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité y tú me sanaste;
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R:
• Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante, su bondad, de por vida. R:
• Al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R:

2ª LECTURA
Lectura del libro del Apocalipsis 5,11-14

Yo, Juan, en la visión escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente: – Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

Y oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar -todo lo que hay en ellos-, que decían: – Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.

Y los cuatro vivientes respondían: «Amén». Y los ancianos se postraron rindiendo homenaje.

Palabra de Dios.

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA

El evangelista Juan, en el Apocalipsis, nos ofrece la imagen de Dios sentado en un trono majestuoso y a Cristo Jesús en su función de mediador entre Dios y el ser humano.

Con estos elementos, se nos va describiendo la historia del mundo, vista desde una óptica creyente.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 21,1-19

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:
Me voy a pescar.

Ellos contestan:
Vamos también nosotros contigo.

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:
Muchachos, ¿tenéis pescado?

Ellos contestaron:
No.
Él les dice:
Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces.

Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
Es el Señor.

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
Traed de los peces que acabáis de coger.

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice:
Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado.

Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

Él le contestó:
Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
Apacienta mis corderos.

Por segunda vez le pregunta:
Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Él le dice:
Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si le quería y le contestó:
Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
Apacienta mis ovejas.

Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: – Sígueme.

Palabra de Dios

REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO

La fe de los apóstoles en Jesús hace posible el milagro que realiza de la «pesca milagrosa». No hay duda que donde está Jesús hay frutos.

Pero en la narración de hoy, no importa mucho la «pesca milagrosa». Lo importante es echar las redes porque Jesús lo dice.

Eso significa creer en él, creer en su palabra, «a pesar de que habían estado trabajando toda la noche y no habían pescado nada». Pero ahora echan las redes en su nombre y el fruto es abundante.

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
EN TU NOMBRE ECHAREMOS LAS REDES

Los discípulos de Jesús deciden ir a pescar, símbolo de ir a anunciar la Buena Noticia de Jesús, por iniciativa propia y además cuando era de noche, en plena obscuridad, simbolizando la ausencia de Jesús, luz del mundo, y en esta situación no pescan nada, no consiguen su objetivo. La segunda vez echan las redes porque Jesús se lo pide y pescaron tanto que no tenían fuerzas para sacar las redes.

Es posible que en la Iglesia de Jesús haya demasiadas apuestas misioneras personales, sin discernimiento, motivadas por el deseo de gratificación, de llenar el tiempo, de obtener diversas recompensas. Esto es lo que hace que estallen los conflictos, las rivalidades entre personas y grupos que, quizás, sólo busquen hegemonía.

¿Por qué nos lamentamos con frecuencia de que nuestras invitaciones a la fe “no llegan”? Porque “es de noche”, porque no está el Señor con nosotros en el ministerio, no lo hacemos “en su nombre”, desde el amor y la gratuidad, porque no lo hacemos movidos por el Espíritu.

Cuando se actúa en nombre de Jesús, cuando se trabaja de día, a la luz de la verdad, poniendo a Cristo en el centro de nuestro mensaje, entonces nuestro quehacer es fecundo.