Solemnidad de la Epifanía del Señor – 6 de Enero

Solemnidad de la Epifanía del Señor – 6 de Enero

Disfruta cada día de la Palabra de Dios y compártela para que llegue a los corazones de tantos cristianos que necesitan este alimento diario.

Evangelio según San Mateo 2,1-

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo».

Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.

«En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel».

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje».

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.

Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.


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Oración de la Estrella

¿Dónde vas inquieta y misteriosa, estrella de Belén?
¿Por qué tu resplandor ilumina a los que tienen fe
y deja como están, a los que cerraron
sus ojos al asombro?
¿Por qué, cuando más te necesitamos,
te escondes detrás de las nubes,
y nos dejas en la incertidumbre?

Estrella, que expresas mensajes de adoración y convocatoria:
¿Hacia qué destino despunta el centro de tus destellos?
¿Quién es el autor de tu aparición repentina?
¿Por qué, en la noche, juegas a disimularte
y asomas cuando, el peligro,
se aleja del que te quiere seguir?

Tú, estrella divina, nos ayudas a descubrir
el corazón de Dios que late en un portal;
a postrarnos ante Aquél que,
siendo Dios, se hace hombre;
a ofrecer, entre miserias y debilidades,
la fortuna de nuestra fe.

Eres, estrella celeste, manifestación de un Dios
que guía al hombre hasta Jesús;
sendero por el que caminan los que elevan
sus ojos hacia el Creador;
luz para todo aquel, que viviendo en la oscuridad,
busca nitidez para su fe.

Eres, estrella que cruza el inmenso cielo,
dedo que señala al rey que todos esperan.

Eres, estrella que parpadea con guiño de Dios,
veleta que nos revela al rey humilde y oculto,
real, universal, rompiendo y saltando
las fronteras que los hombres vamos levantando.

Estrella de Belén, eres signo de un acontecimiento;
llamado a ser universal;
eres tutor que lleva a un Dios escondido.
¡Párate, detente estrella divina y veloz!
Queremos vislumbrar, ya desde ahora,
a Aquél que profetas y reyes, ángeles
y pastores anunciaron y adoraron.

Gracias, Señor,
ya no necesitamos más estrellas,
pues, bien sabemos, que cuando hay LUZ
la LUZ ya no tiene estrellas.
Y, Tú, Señor, eres luz que apaga y esconde
todas las demás estrellas.
Amén.

P. Javier Leoz

Reflexión

LOS QUE BUSCAN A DIOS SON ENCONTRADOS POR DIOS

1. Unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? En esta fiesta de la Epifanía del Señor celebramos el momento en el que el Niño de Belén se muestra a unos magos de Oriente que se habían esforzado mucho para poder encontrarle. Que el Dios de Israel se apareciera a unas personas no judías tenía que parecer a muchos judíos, en aquella época, algo raro y hasta escandaloso.

El pueblo de la promesa era Israel y ninguno más. Sólo a ellos, a sus profetas, a sus sacerdotes y a sus reyes, les había hablado el Señor. Sólo al pueblo de Israel había prometido Yahveh su protección, su alianza y su continuo amor. Ni Herodes, ni ninguno de los sabios de Jerusalén habían detectado el nacimiento encarnado de Dios en un niño nacido en Belén.

Es verdad que ellos no le habían buscado, porque no necesitaban buscarle, porque ellos lo conocían ya, lo adoraban como a su único Dios desde tiempos inmemoriales. La fiesta de la epifanía del Señor nos dice que Dios encuentra al que le busca, al que busca su rostro.

Dar igual ser judío o gentil, rey o barrendero. Si nosotros buscamos al Señor, él nos encuentra. Y cuando el Señor nos encuentra se nos llena el alma de alegría, el corazón de gozo. Y sentimos la necesidad de comunicar el gozo del encuentro a los demás, a todas las personas que amamos. La fiesta de la epifanía del Señor nos anima a buscar siempre a Dios y a ser anunciadores y evangelizadores de su presencia entre nosotros.

2. Los pueblos caminarán a su luz.

El profeta Isaías habla de una luz de Dios que se posará sobre una Jerusalén triunfadora y radiante, luz que llenará de orgullo y de alegría a un pueblo que ha sido guiado a la victoria final por su Dios, por Yahveh. Nosotros, en cambio, tendremos que aprender a ver a Dios de una manera más sencilla y menos espectacular.

Tenemos que aprender a ver la luz de Dios en la humildad de sus criaturas, de manera especial en las personas humanas. Lo importante para nosotros es aprender a ver la luz de Dios en el niño y en el anciano, en una puesta de sol o en una relampagueante tormenta, en la ternura de una flor o en la santidad del héroe o del misionero. Tenemos, sobre todo, que aprender a ver a Dios en el interior de nuestro corazón.

3. También los gentiles son coherederos.

De esta manera, la fiesta de la epifanía es también la fiesta de la catolicidad de la Iglesia de Cristo. Todos estamos llamados a formar parte del rebaño del único pastor, Cristo Jesús. Los católicos sabemos que somos hermanos de todas las personas del mundo, sin distinción de raza, ni de lengua, ni de color, ni de posición social.

Nosotros queremos ser hermanos hasta de los que no quieran ser hermanos nuestros. Nuestras manos siempre estarán tendidas y nuestras puertas abiertas para que entre todo el que, con sincero corazón, busque la verdad y el verdadero rostro de Dios. Ser discípulo de Cristo es ser católico, es decir, ser universal, teniendo a Cristo como nuestro verdadero camino, verdad y vida.

4. La estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a posarse encima de donde estaba el niño. El mundo está lleno de pequeñas estrellas que quieren conducirnos hasta Dios. El problema es saber verlas y saber dejarse guiar por ellas.

Herodes y los pontífices y los letrados del país no supieron ver la estrella que guiaba a los Magos porque tenían el corazón lleno de orgullo y los ojos sucios de ambición. San Agustín decía que a los ojos enfermos la luz les resultaba odiosa. Purifiquemos nuestro corazón y nuestra mirada, si de verdad queremos buscar y encontrar a Dios.

Gabriel González del Estal
www.betania.es

DIOS SE MANIFIESTA AL MUNDO COMO LUZ

1.- El hecho de que estos Magos de Oriente acudieran a adorar al Niño Jesús le da un carácter de universalidad a su nacimiento. Es una manera de decir que Dios ama a todas las personas, de todas las naciones y, podríamos decir también, de todas las religiones, porque, en cierta manera, todos buscamos al mismo Dios y Él nace en nuestro mundo para que todos le encontremos. Por eso el nombre que recibe esta fiesta de hoy es “epifanía”, que significa “manifestación, aparición”. Dios se ha manifestado a todos los pueblos, a todas las personas. Y el elemento simbólico aparece en la primera lectura, cuando esa manifestación se concreta en Jerusalén, centro religioso universal: “¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz!”. Esa luz que aparece en Jerusalén, alcanzará a todas las naciones de la tierra.

2.- Y de nuevo aparece la comparación con la luz y las tinieblas. El día de Navidad también escuchábamos, del profeta Isaías, la misma comparación: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. Hoy nos vuelve a decir: “las tinieblas cubren la tierra… pero sobre ti amanecerá el Señor… y caminarán los pueblos a tu luz”. Yo veo una alusión clara en la “oscuridad” a la situación de crisis que vivimos, a las dificultades que están pasando muchas familias, a la falta de valores, de “ejemplaridad” de muchos de nuestros dirigentes, a la corrupción, a la falta de honestidad… a tantas cosas negativas que han provocado que estemos como estamos. Y sin embargo, la Palabra de Dios no para de decirnos que ese Niño que nos nace es la LUZ, que fiándonos de Él, de su Palabra, podremos construir una nueva vida, desde unas premisas nuevas, que nos ayuden a convivir y a relacionarnos de manera fraternal, generosa y solidaria. Dios, su Palabra, su Evangelio, su Buena Noticia, son esa LUZ que viene a iluminar nuestras “oscuridades”. “Porque él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres” (salmo 71).

3.- Aquellos Magos siguieron una estrella, una luz, que les llevó al pesebre, donde estaba el Niño Dios, la LUZ con mayúsculas. Allí se paró la estrella, porque no era ella la importante, porque, como decía Lope de Vega en su poema sobre la llegada de los reyes magos:
Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.

2.- Ese Niño es “el sol que nace de lo alto”, es nuestra LUZ, la que nos ayudará a salir de las tinieblas y las oscuridades que nos dominan. Necesitamos esa luz, necesitamos a Dios en nuestras vidas, necesitamos su Palabra. Y ese Dios que nace en un pesebre, viene especialmente a los que viven alejados de la fe, viene a los paganos, viene a los que están lejos, para que dejen de estarlo. Dios se manifiesta al mundo como luz, para que todos le encuentren, para que todos le encontremos, para que nadie siga viviendo a oscuras.

3.- Sigamos la estrella, nos llevará al pesebre. Allí caeremos de rodillas y adoraremos al Niño Dios. Allí nos convertiremos en estrella, en luz, que guíe a otros hacia Belén, hacia el pesebre, para que Dios sea Buena Noticia para todas las personas, especialmente para los que peor lo están pasando. Este es el mejor regalo que, en este día, podemos dar, especialmente a los más pequeños. Dios nos regala la fe cada día. Hagamos posible que este regalo llegue también a los más pequeños de la casa. Y nosotros, como comunidad cristiana, seamos también una gran luz que guíe a los que nos rodean y que les ayude a salir de la oscuridad. Dios se manifiesta y se revela siempre en la Eucaristía. Hagamos como los Magos, caigamos de rodillas y adorémosle.

Pedro Juan Díaz
www.betania.es

¡VIENEN DE ORIENTE!

1. Celebramos la festividad de la Epifanía del Señor: manifestación del Señor a todos los pueblos. Una celebración, solemne y espectacular en Oriente, y no menos debe de serlo en la Iglesia y realidad de Occidente. ¿Por qué? Ni más ni menos porque, la fe cristiana, es un legado de casi veinte siglos. Una herencia que, en la noche de nuestra historia, ha sabido iluminar y dar color con la estrella de la fe, al arte, la pintura, la sociedad, la música y ha diseñado la forma de entender y de comprender la misma vida.

Por ello mismo, la Epifanía, tiene total vigencia en medio de nosotros. Frente aquellos que no admiten ningún tipo de manifestación religiosa, nosotros los cristianos, daremos razón de nuestra fe; nos pondremos en camino; seguiremos la estrella de la fe –y no a los cortocircuitos ideológicos-; miraremos por encima de nosotros mismos para recibir la luz que baja del cielo y percibir que Dios sigue vivo, operante, comprometido por la causa del hombre.

*Jesucristo, hoy como entonces, tropieza con muchos “Herodes” a los cuales les molesta su presencia. Quieren un reino a su antojo; sin más ética que el bienestar particular o la simple estética; con pensamiento único y sin más referencia que el puro y duro nihilismo, pragmatismo o humanismo.

*Jesucristo, hoy como entonces, sigue estando escondido a los ojos de muchos poderosos, y sigue siendo desconocido por millones de hombres y de mujeres que, ajenos al acontecimiento de su Nacimiento, esperan que alguien les lleve una palabra, una referencia sobre El. ¿Seremos nosotros “epifanía” de Dios en el mundo?

2. Tenemos que ser “epifanía” en el medio en el cual nos desenvolvemos. Hay muchos de los nuestros que olvidaron el amor que Dios les tiene. Convivimos con familiares a los cuales, los nuevos “herodes” del consumo, el laicismo, el materialismo o de la apariencia, han podido con el Niño que llevaban en su corazón.
*¿Seremos capaces de encontrar esa estrella que nos conduzca, junto con los que más queremos, a los umbrales del Portal de Belén?
*¿Seremos epifanía o negación de Dios? ¿Seremos manifestación u obstáculo a su presencia? ¿Le daremos vida o lo aniquilaremos con nuestra timidez apostólica? Interrogantes que, en este día de los Reyes Magos, nos exigen una respuesta.
Me gusta el día de Epifanía porque, entre otras cosas, los Magos no se quedaron a las puertas del Castillo Herodes; porque supieron distinguir entre el bien y el mal; entre la traición y la bondad; entre la estrella y los ojos excesivamente iluminados por el mal, en Herodes. Prefirieron fiarse y seguir la luz de la fe, la luz de Dios aún a riesgo de ser tomados por ingenuos. Y, cuando regresaron a sus reinos, lejos de encontrarlos arruinados, los enriquecieron poniendo a Dios por encima de todo.
Abramos también nosotros el corazón. Sintamos la presencia del Dios Niño en la gruta de nuestras almas. Dejemos que, la estrella de la fe, nos siga conduciendo por los caminos de nuestra vida y que, al final, podamos ofrecer al Señor todo lo que somos y tenemos.

¡Feliz manifestación de Dios a todos los pueblos! ¡Seamos epifanía!

Javier Leoz