SI NO FUERA POR UN CORAZÓN ABIERTO, LA CRISIS LO INVADIRÍA TODO

ROMÁN DÍAZ AYALA, romandiazayala@gmail.com
HUMANES (MADRID).

ECLESALIA, 04/12/12.- Jesús Villarroel, un gran maestro de la Renovación Carismática Española escribió hace algunos años en su obra “Hágase en mí”: “Tenemos que caminar por caminos de santidad y verdad, de lo contrario, no tenemos nada que trasmitir a este mundo y, si no tenemos nada que trasmitir, nos vamos a ir agotando.”
El mundo actual envuelto en una crisis generalizada de fin de muchas cosas se mueve en una disyuntiva racional. Las ciencias se construyen con la pretensión de su valor como única fuente de la verdad. Toda verdad objetiva está en el conocimiento científico. La filosofía se ha cansado de ser el soporte necesario al pensamiento moderno que ha llevado a la humanidad a su crisis más profunda hasta perder su propia identidad, recoge retazos de pensamientos y se estructura en torno a la “hermenéutica”, la interpretación más fiable de las cosas, como un acercamiento a la realidad . Pero la filosofía es la destilación del pensamiento humano en cada época, abocada a buscar soluciones a los problemas de la existencia, está obligada a dar pistas sobre las dos realidades del ser: Cuál es su naturaleza y cómo se estructura.
Ser cristiano hoy no es un elemento cultural, porque si así lo fuese la crisis quedaría resuelta, la eclesial incluso, abrazando todas las formas de humanismos de las diferentes culturas y tradiciones religiosas que se desarrollaron madurando las civilizaciones históricas desde hace diez mil años en varias regiones del mundo. Estaríamos salvados.
Ser cristiano hoy tampoco puede ser buscando refugio en el pensamiento tradicional fundamentado en una metafísica, de que existen leyes y principios naturales, universales por cuanto son de obligada aceptación para creyentes y no creyentes, los “preambula fidei”, que son una demostración metafísica de la verdad del cristianismo. La Iglesia que se pronuncia de este modo está en la presunción de que habla en nombre de la humanidad. La diferencia con los anteriores cristianos del párrafo superior radica en que la propuesta institucional sigue siendo otra forma distinta de humanismo.
Los humanismos todos son válidos dentro de su horizontalidad como resultado del esfuerzo humano, que nos hacen más auténticos, nos realizan como hombres y mujeres en busca de unos valores éticos superiores. También para el humanismo hay superación de la crisis. Con muchísima razón alguien escribió hace unos días en Eclesalia que estamos sufriendo las consecuencias de una “Contra-cultura” (Mari Paz López Santos, «Valores a la baja, derechos al hoyo», ECLESALIA, 15/11/12) un retroceso a situaciones que creíamos ya superadas en el devenir histórico.
Ser cristiano hoy es un hecho experiencial, algo que ha acontecido en todos nosotros, de tal modo que Dios ha entrado “en relación personal” con cada uno de nosotros y mantiene esa relación de amistad. Rompió en un momento dado nuestros esquemas de pensamiento para anidar en nuestro corazón. Algo tan real que no necesita demostración y que en lugar de convertirse en “doctrina”, se trasluce en afectos y en una visión nueva de las personas y las cosas. Para que no parezca mera retórica pongamos un ejemplo claro. No necesitamos para madurar nuestra fe la historicidad de unos documentos que acrediten si Jesús resucitó después de su muerte de Cruz. Sabemos que Jesús está vivo y resucitado y nos alegramos cuando leemos que otros hermanos nuestros fueron testigos, ellos históricos, de la misma experiencia que nosotros dejando constancia por escrito para testimonio nuestro. Vivimos el milagro de la fe en cada una de nuestras manifestaciones.
Consideramos que existen personas relevantes en nuestros círculos eclesiales quienes no están dando las respuestas adecuadas a la crisis. Sostienen que la “caridad” cristiana es un acto de beneficencia según el sentir popular, cuando es el “agape”, cuya naturaleza está en Dios y habita en el cristiano como un reflejo de Su Presencia. Repartir, no es compartir, administrar recursos ajenos, no es dar lo propio, buscar las causas y raíces de la crisis en los desórdenes del corazón humano, como un mal moral es hacernos a todos culpables y responsables con un gran desprecio por la víctimas inocentes. Jesús se colocó en el bando de los pecadores y algunos de nuestra Iglesia se sitúan, en su silencio, con los acusadores.
Nuestra redención está cerca, lo dice el Adviento. «Como lluvia se derrame mi doctrina, caiga como rocío mi palabra, como suave lluvia sobre la hierba verde, como aguacero sobre el césped» (Deuteronomio).
Si no abrimos el corazón, no daremos acogida a Dios, estaremos despreciando al pobre, andaremos por caminos desiertos que no conducen a ninguna parte, hasta agotarnos
. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

eclesalia.net