Respuesta de un católico romano al teólogo suizo Hans Küng

Respuesta de un católico romano al teólogo suizo Hans Küng
« Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (…) Y yo te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo ; lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo » (Mateo, XVI, 18-19).

Estas fueron según las Sagradas Escrituras, las palabras de Jesucristo, dirigiéndose al Apóstol, que se convertiría más adelante en el primer obispo de Roma, cargo que transmitió a sus sucesores y para el cual el Cónclave, inspirado por el Espíritu Santo, eligió a Joseph Ratzinger, que tomó el nombre de Benedicto al calzarse las sandalias de San Pedro.

Desde entonces, aunque no dudamos que la Iglesia romana no tiene solo amigos en el mundo, no cabe sino sorprenderse del encarnizamiento que ponen algunos « católicos » en crucificar al Sucesor de Pedro, ya presa de ataques virulentos de aquellos que, desde hace ya varios meses, han elegido como diana la Santa Sede.

Entre esos « católicos », de los que se podría haber esperado más solidaridad y apoyo con respecto al jefe legítimo de la Iglesia, el teólogo suizo Hans Küng, en una Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo, recientemente traducida y publicada en Süddeutsche Zeitung, La repubblica, Le Monde, The Irish Times y El País, ataca a Benedicto XVI sin mucho miramiento.

Habiendo participado en el Concilio Vaticano II, Hans Küng vio, sin embargo, como le fue retirada por Roma su missio canonica en virtud de la cual impartía teología católica en la Universidad de Tübingen, porque, al ser partidario de un ecumenismo desbocado, había tomado posiciones contrarias a las enseñanzas de la Iglesia, .

Nada sorprendente, pues, que su carta abierta no tenga ninguna piedad con el Vaticano. Pero eso podría ser en buena lid, si, al menos, los argumentos utilizados fueran fundados y si, más aún, el texto no pecara de algunas omisiones…

Así, para empezar, Hans Küng ataca a Benedicto XVI, ese « viejo Papa reaccionario », sobre la cuestión de la « readmisión » en la Iglesia de prelados cismáticos y antisemitas. La crítica se repite varias veces. El argumento es fuerte y es utilizado a pleno rendimiento; podemos leer: « ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad sacerdotal San Pío X ».

Si no conociéramos al personaje, es decir su gran dominio de las cuestiones relativas a la Iglesia, se podría creer que es un error, una confusión de un profano poco o mal informado. Pero viniendo de un eminente teólogo, nos fuerza a suponer que hay mala fe. Así, al empezar queda ya sentado el tono del escrito…

Hans Küng alimenta la confusión que reina a propósito de la Hermandad, porque Benedicto XVI nunca « ha readmitido » en la Iglesia a los obispos cismáticos de Lefebvre. Si bien es verdad que la excomunión decidida bajo Juan Pablo II ha sido levantada por Benedicto XVI, no por ello la Hermandad sacerdotal San Pío X forma de nuevo parte de la Iglesia, que ha impuesto varias condiciones para su readmisión : el Papa únicamente ha hecho un gesto, buscando el diálogo en favor de la unidad de los cristianos, y solo es el principio de un largo camino que ni siquiera es seguro que sea emprendido algún día ; de tal manera que la participación de los católicos en el culto de la Hermandad sigue sin estar autorizada.

De igual modo: ataque contra la voluntad de Benedicto XVI de beatificar al Papa Pío XII, que Hans Küng, en una misma frase, opone al judaísmo. Siempre el antiguo proceso hecho a Pío XII, « acusado » de haber mantenido silencio sobre la suerte de los judíos durante la segunda guerra mundial. Pero Franklin Roosevelt, Winston Churchill o Charles de Gaulle no fueron mucho más locuaces, ellos, que estaban perfectamente al corriente del drama que tenía lugar en los campos, en el este. Y, cuando las asociaciones judías pidieron a los aliados que bombardearan las vías férreas que transportaban a los desgraciados a la muerte, por cientos de miles, su respuesta, cínica, fue que tenían otros asuntos que atender. Entonces, a que se debe este encarnizamiento con Pío XII, tanto menos aceptable, en tanto que fue él, según lo han establecido concluyentemente los historiadores hace ya tiempo, el que organizó el salvamento de los judíos, con la intervención de todos los monasterios de Europa, salvamento por el cual en varios ocasiones el Gran Rabino de Roma ha mostrado su agradecimiento. Además, como secretario de Pío XI, él fue uno de los principales redactores de la encíclica Mit brennender Sorge que, en 1937, condenaba ya el nazismo, encíclica excepcionalmente redactada en lengua vulgar para que fuera bien entendida por todos. ¿Acaso ignora Hans Küng estos hechos?

Volver sobre las palabras del Papa en África, sobre el preservativo, aunque ha quedado bien demostrado que Benedicto no condenaba el uso del preservativo, contrariamente a lo que una frase sacada de contexto dejaba creer, sino que solicitaba que más allá de ese medio técnico, hay que poner el acento en la fidelidad en la pareja y en el respecto del compañero, como mejores medios para luchar contra la propagación de la enfermedad.

Y, claro, añadir también un comentario sobre los « asuntos » de pedofilia que salpican a la Iglesia. Hans Küng ¿ignorará también que el muy popular Juan Pablo II prefirió gestionar estas cuestiones delicadas internamente, y que es a Benedicto XVI a quien le debemos hoy que todo haya sido expuesto a la luz del día? ¿Ignorará que es el cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, quien, bajo Juan Pablo II, luchaba ya para que los autores de abusos sexuales fuesen objeto de acciones concretas? ¿Quién convenció a Juan Pablo II de crear una comisión encargada de arrojar luz sobre estos hechos? ¿Quién, en el seno de la Curia, luchó para que se reabrieran expedientes que se habían dejado en suspenso? Ni una palabra sobre esta verdad. Que se pueda sentir pueda a sus anchas clamando el escándalo y volviendo contra Benedicto XVI su voluntad de transparencia…

Y acusar igualmente al Papa de traicionar las intenciones ecumenistas del Concilio Vaticano II. Pero, ¿no es más bien Hans Küng quien, en su visión teológica, se ha apartado de la Iglesia, en favor de un relativismo de buen tono, muy de su tiempo, donde todas las religiones conducirán a la salvación? La Iglesia católica, entonces, ¿no será universal? En ese caso, ya no es católica (catholicos : universal). El diálogo antirreligioso, sin embargo, si sería universal. Desde un punto de vista católico, queda bien claro que Hans Küng, se ha desviado por los peligrosos caminos de la Reforma.

Por fin y entre otros resúmenes fáciles y afirmaciones ambiguas, solicitar un nuevo concilio que, en suma, volviera a tomar las riendas de todo y colocara en su sitio a este Papa autoritario y su Curia envejecida y celosa de sus privilegios. Pues, recuerda Hans Küng, « el Concilio, según el derecho canónico, constituye la más alta autoridad de la Iglesia católica ». ¿No vuelve a ser esto mala fe, puesto que la hipóstesis de su ignorancia
debe ser excluida? ¿O esquizofrenia? Pues, si Hans Küng ha tenido que renunciar a enseñar teología, es precisamente por haber contestado las decisiones de los Concilios, y, más particularmente, la del Concilio Vaticano I sobre la infalibilidad papal.

Y por el contrario, ni una palabra acerca del estremecedor mensaje social de Benedicto XVI, expresado en su reciente encíclica Veritas in Caritate (sin embargo citada), en la cual el Papa culpa a las multinacionales y llama a los Estados a tomar el control de la economía y a regularla, denuncia el empobrecimiento que alcanza ya a las clases medias de los países ricos, las deslocalizaciones, el desmantelamiento del Estado social, la ausencia de reglas en el mundo del trabajo e invita a los sindicatos a resistir, para la defensa de los trabajadores, e incluso les llama a organizarse internacionalmente para hacer frente a la mundialización.

Pero ese discurso, el llamamiento de un soberano pontífice con un gran corazón, en favor de los más humildes y los desposeídos, ¿le permite a Hans Küng alcanzar el objetivo de ofrecer de Benedicto XVI la imagen de un Papa viejo, conservador y reaccionario?

¿Para qué iglesia predica Hans Küng? Desde luego no para la Iglesia católica, de ningún modo.

Pierre PICCININ
Profesor de historia y de ciencias políticas (Escuela europea de Bruselas I)

Traducido del francés por María Luisa MORENO MARTINEZ

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