REFUGIADOS QUE PIDEN AL BORDE DEL CAMINO

crucificadoREFUGIADOS QUE PIDEN AL BORDE DEL CAMINO

1.- El ciego Bartimeo estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. El ciego Bartimeo no pedía limosna al borde del camino porque fuera un vago que no quería trabajar, no, el ciego Bartimeo no tenía más remedio que pedir limosna para no morir de hambre. En la sociedad de su tiempo no había seguros sociales, ni ayudas a personas minusválidas o impedidas. Un ciego al que su familia no pudiera ayudarle, estaba obligado a buscarse la vida fuera, a pedir limosna fuera, al borde del camino. Esta situación del ciego Bartimeo me ha traído a mí a la mente la situación de tantos miles de refugiados que se están viendo obligados ahora, en nuestras días, a dejar su patria huyendo del hambre o de una muerte segura por causa de su religión o de su cultura. La UE tiene que hacer frente a la mayor crisis migratoria desde la segunda guerra mundial. No se trata de simples emigrantes que salen de su patria voluntariamente, para mejorar sus condiciones económicas y poder vivir económicamente mejor. Se trata de refugiados, personas que salen de su patria huyendo de la muerte, o de una esclavitud ignominiosa, por causa de sus ideas políticas, o de su religión. ¿Qué podemos hacer nosotros, los cristianos, para ayudarles? Pues, lo que hizo Jesús con el ciego Bartimeo: llamarles, escucharles y atenderles en la medida de nuestras posibilidades. Es verdad que nuestras posibilidades personales a veces serán muy escasas, pero que, al menos, actuemos siempre como buenos cristianos, ayudando todo lo que podamos a quienes sepamos que necesitan urgentemente nuestra ayuda. Que nuestro pensamiento y nuestra actitud hacia los refugiados sea un pensamiento y una actitud verdaderamente cristiana. Cristo debe ser nuestro modelo también en esto.

2.- Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos. El profeta Jeremías habla a un pueblo que vive en el destierro y, en nombre de Dios, les dice que se alegren, porque el Señor no les ha abandonado y, a través del desierto, les llevará hasta la patria. Aplicando esto a nuestra vida, que es una peregrinación hacia la patria celestial, también nosotros debemos pensar y creer que el Señor no nos va a abandonar mientras vivimos en este valle de lágrimas. A lo largo de nuestra viva todos nosotros viviremos algunos momentos de dolor y desconsuelo, pero nunca deberemos perder la esperanza, porque nuestra fe cristiana nos dice que Dios es nuestro Padre y quiere salvarnos.

3.- Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. El sumo sacerdote, por supuesto, es Cristo, y, según nos dice el autor de esta carta a los Hebreos, vivió y tuvo que hacer frente a las debilidades humanas; por eso, puede comprender nuestras muchas debilidades y ayudarnos a vencerlas. Además, todos los cristianos, por el bautismo, participamos del sacerdocio de Cristo y deberemos ofrecer dones y sacrificios al Padre para que perdone nuestros pecados y los pecados del mundo. Todo cristiano debe saber que también él está llamado a ser corredentor de los pecados del mundo entero y que toda su vida debe ser, además de un sacrificio de alabanza al Padre, un sacrificio de súplica por la redención del mundo. Cristo no pidió al Padre que sacara a sus discípulos del mundo, sino que los librara del mal del mundo. Tener fe cristiana es tener fe en la salvación propia y en la salvación del mundo. Cristo, con su vida, pasión, muerte y resurrección, nos ganó, para todos, esta gracia, la gracia de nuestra propia salvación y la gracia de la salvación del mundo entero. Ofrezcamos nosotros al Padre nuestro deseo y nuestro propósito de ser humildes y entusiastas corredentores con Cristo.

Gabriel González del Estal
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