Reflexión para el 17 Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Reflexión para el 17 Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO/CICLO A

¿Es Dios el “aguafiestas” de nuestra felicidad?

         Cuántas veces, al ver la actitud resignada de los cristianos, la observancia rutinaria de sus “obligaciones religiosas”, el conformismo de sus vidas y la falta de alegría en sus celebraciones, uno se siente inclinado a pensar que los creyentes no sabemos disfrutar de la fe, no hemos reconocido todo lo bueno y saludable que encierra la Fe cristiana.

Se diría que la religión para nosotros se ha convertido en un peso, una costumbre, una rutina o una obligación. Dios no parece ser fuente de gozo y de alegría profunda para los creyentes, no vemos a Dios como al “amigo de la vida”, sino como al “aguafiestas” de toda felicidad.

     Jesús, con las parábolas sobre el Reino de Dios, nos dice claro una cosa: vivir la FE produce alegría, como si encontrara un tesoro. Es posible que para muchos cristianos la idea de Dios no vaya unida a experiencias gozosas y liberadoras, sino a vivencias amargas y negativas de miedos, conflictos o remordimientos que es mejor olvidar cuanto antes.

Difícilmente se despertará en nosotros la FE en Dios si no somos capaces de ahondar en lo más profundo de nuestro ser hasta descubrir “llenos de alegría” el tesoro escondido de Dios, la gran noticia de que Dios nos ama, nos quiere felices y nos salva.

¡Cuánto necesita nuestro tiempo presente de hombres y mujeres capaces de disfrutar, de celebrar y de gozar de su fe en Dios! Creyentes que, a pesar de sus crisis, sus dudas y luchas dolorosas puedan hablar y contagiar su experiencia gozosa de Dios.

LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA

Lectura del primer libro de los Reyes 3,5. 7-12

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
– Pídeme lo que quieras.

Respondió Salomón:
– Tú trataste con misericordia a mi padre, tu siervo David, porque caminó en tu presencia con lealtad, justicia y rectitud de corazón; y fiel a esa misericordia, le diste un hijo que se sentase en su trono: es lo que sucede hoy.

Pues bien, Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable.

Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?

Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello y Dios le dijo:
– Por haber pedido esto y no haber pedido para ti larga vida ni riquezas ni la vida de tus enemigos, cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 1ª LECTURA

Salomón es consciente que tiene que gobernar un pueblo que no es suyo sino de Dios. Se siente incapaz de llevar adelante esa tarea que sobrepasa sus fuerzas.

Por ello, acude a la oración a Dios para encontrar la sabiduría que le lleve a gobernar al pueblo discerniendo entre el bien y el mal.

Su confianza en Dios le lleva, no sólo a acudir a Él en la necesidad, sino a pedirle aquello que necesita para orientar al pueblo que le ha sido confiado.

Sal 118, 57 y 72. 76-77. 127-128. 129-130

R. Cuánto amo tu voluntad, Señor.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,28-30

Hermanos:
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio.

A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó los llamó; a los que llamó los justificó; a los que justificó los glorificó. Principio del formulario

Palabra de Dios

COMENTARIO A LA 2ª LECTURA     

El proyecto salvador de Dios está abierto a todos los que quieran acogerlo; nadie queda excluido de él.

Lo importante es saber que se trata de un ofrecimiento gratuito de Dios y no de algo alcanzado por la fuerza de cada uno de nosotros y venido casualmente sobre nosotros.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,44-52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
– El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.

[El Reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.

Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?
Ellos le contestaron:
– Sí

Él les dijo:
– Ya veis, un letrado que entiende del Reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.]

Palabra de Dios

      COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO

        Las parábolas que nos narra Jesús en el Evangelio ponen de relieve la alegría de quien encuentra un tesoro. Jesús invita a sus seguidores  a que descubran el Reino y vivan con coherencia y alegría ese hallazgo, pues todas las demás cosas pierden valor comparado con el Reino.

La Buena Noticia de Jesús se ofrece como el tesoro que toda persona desea encontrar y una vez encontrado se desprende de todo lo que hasta entonces había poseído para vivir la alegría de lo nuevo.

PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL

UN DIOS SIN ATRACTIVO           

         Jesús trataba de comunicar a la gente su experiencia de Dios y de su gran proyecto de ir haciendo un mundo más digno y dichoso para todos y lo hacía con parábolas para sacudir su indiferencia, para despertar en las personas que lo escuchaban el deseo de Dios, para que entendieran que el descubrimiento inesperado de Dios podía ser una gran sorpresa y quien se encuentra con Él se siente tocado en lo más hondo de su ser.

A partir de ese momento ya nada puede ser como antes, empieza a sentir que Dios le atrae de verdad, empieza a creer en Dios de manera diferente.

         A nuestra religión le falta el «atractivo de Dios». Muchos cristianos se relacionan con él por obligación, por miedo, por costumbre, por deber…, pero no porque se sientan atraídos por Él.

A muchos cristianos se les ha presentado una imagen tan deformada de Dios y de la relación que podemos vivir con Él, que la experiencia religiosa les resulta inaceptable. Estamos acostumbrados a escuchar en las Eucaristías dominicales la predicación del Evangelio, pero, ¿qué experiencia de Dios se comunica?, ¿qué imagen se transmite del Padre y de su Reino?


Reflexión para el 17 Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Juan 6,1-15)

NUESTRO GRAN PECADO

José Antonio Pagola

El episodio de la multiplicación de los panes gozó de gran popularidad entre los seguidores de Jesús. Todos los evangelistas lo recuerdan.

Seguramente, les conmovía pensar que aquel hombre de Dios se había preocupado de alimentar a una muchedumbre que se había quedado sin lo necesario para comer.

Según la versión de Juan, el primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús. Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano.

Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero.

Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».

La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?

Jesús piensa en Dios. No es posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas mueran de hambre. Por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo, «levanta los ojos al cielo y dice la acción de gracias».

La Tierra y todo lo que nos alimenta lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a todos sus hijos e hijas. Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para vivir es que lo hemos olvidado. Es nuestro gran pecado aunque casi nunca lo confesemos.

Al compartir el pan de la eucaristía, los primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo resucitado, pero, al mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían sus bienes con los más necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado todavía el Espíritu de Jesús.