REFLEXIÓN – Jesucristo es el más importante.

«Él es antes de todas las cosas, todas las cosas por Él subsisten.» Colosenses 1:17 (RVR)
Papa

La designación del papa Bergoglio sorprendió a todos. No era uno de los candidatos de los que más se hablaba, pero hubo una sensación uniforme en todos los que recibieron la noticia. Alegría. Se espera mucho de este jesuita que hizo de la austeridad su norma de vida, y del cuidado y la atención de los pobres, los marginados y los conflictuados su dogma de religión. Es un aire nuevo para el catolicismo jaqueado por acusaciones de abusos, corrupción y pedofilia.

Obviamente en Argentina, la noticia fue tapa de diarios, revistas y programas y hubo saturación de papa. En un compacto de un noticiero donde reprodujeron una de las primeras misas del nuevo Francisco I, me sorprendió una frase que dijo con énfasis. El líder de 12 mil millones de católicos, el hombre más influyente del mundo, el hombre que fue elegido para comandar los designios del mismo Vaticano dijo: Ni la iglesia, ni Pedro, ni yo somos nada. Lo verdaderamente importante es Jesucristo. Sin Él no somos nada.

Que claridad de pensamiento, y que simpleza para explicar una verdad eterna. A veces el poder, el dinero o la fama nos nubla la vista. Nos solemos confundir un poco a veces cuando nos felicitan o tenemos cierto prestigio. Nos creemos importantes o influyentes y se nos sube el orgullo a la cabeza. Pero el hombre que de la noche a la mañana paso de ser un cardenal del fin del mundo a ser el principal líder religioso del planeta nos deja la misma enseñanza que el apóstol Pablo hace dos mil años:

Jesucristo es antes que todas las cosas. Jesucristo es más importante que todos los presidentes, gobernantes y ejecutivos del mundo. Nada de lo que existe podría subsistir si no fuera por el poder y la acción de Jesucristo. Él es el amo de todo, quien cuida y sustenta todas las cosas. Mantiene en equilibrio las órbitas de todas las galaxias del universo y cuida que el pasto crezca en el jardín de mi cada. Y es quien mira por tu vida y la mia.

¡Cómo no vamos a respetarlo y amarlo! Él es Dios y merece el reconocimiento eterno de todos. Tuyo y mío. Y siendo tan poderoso y eterno, se delita en que le adoremos y agradezcamos. ¡Glorioso e increíble salvador que Dios nos dio!