Querido tiempo de Adviento [Vídeos]

Querido tiempo de Adviento

COMUNIDAD DE MONJAS TRINITARIAS,
SUESA (CANTABRIA).

ECLESALIA. ¡Me encanta que estés aquí ya! No sé qué es lo que tienes pero me pones el corazón en otra sintonía. Qué sé yo, pequeño seductor, con esa capacidad tuya para ir desgranando días hasta completar un tiempo que va guiándome, cual lazarillo, a la Navidad.

¿Qué tienes, hermoso Adviento?

No sé si será Isaías, ese enamorado que grita esperanza, ese loco que corretea por valles y collados con su cojera y su ceguera, rodeado de animales que conviven en paz, rodeado de colores y de sensaciones; poeta del futuro que va hermoseando lo que ve, que matiza de Presencia incluso, o sobre todo, lo más doloroso.

Isaías me enseña cómo vivirte, joven Adviento. Me enseña a gritar esperanza en el sufrimiento, a confiar en tiempos mejores, a provocarlos. Este hombre tan sensible me dice que he de ser yo quien coloree mi alrededor, y que Dios es un tizón humeante que me abrasa la vida. Isaías me enseña a vivir enamorada, gestando paz.

Quizás sea Juan, el Bautista, el del dedo que indica camino nuevo y al Nuevo. Sí, Juan, el pariente austero, metódico y entregado, que pregunta sin rodeos (¿”eres tú el que ha de venir o esperamos a otro”?), el impaciente. Juan el creyente, enamorado del misterio sanador y salvador del Agua, el que, grano a grano, se fabricó un desierto desde el que gritar verdades.

Juan también es un buen maestro porque me recuerda que con muy poco se puede vivir, y que la calidad de vida la da la relación con Dios, no las pieles que lleve encima (por muy de camello que sean). Juan me anima a vivir sencillamente y a gritar siempre, siempre, siempre, que el Reino de Dios está cerca, tan cerca, que lo tenemos pegadito al alma.

No sé, querido Adviento, no sé qué es lo que tienes que me pareces de lo más bello que hemos creado, tan tranquilo, tan susurrante, como un manantial discreto que, en silencio, va salpicando de verdor todo su entorno.

¿Será María?, sí, quizás sea ella. La mujer bendita y bendecida de Nazaret, la del anuncio insospechado que se convertiría en sospechoso, la del “sí, quiero”. María es una mujer MUY interesante, Adviento querido: con destino en Belén, preocupada por un Niño en el Templo de Jerusalén y desolada después por un Hombre en la misma ciudad; María y su “mindfulness” en las bodas de Caná, o su sentido comunitario con los discípulos… recibiendo, de nuevo la Ruah Santa. María, hija de Sión.

Ante María, maestra, me inclino admirada, porque ella, que pronunció pocas palabras (aunque cantó las verdades sin temblor en la voz), en cambio gestó la Palabra; y lo hizo bien consciente, interpelando al ángel, dudando y sopesando, hasta que el corazón dio golpecitos de inteligencia a la mente y ambos se pusieron de acuerdo en el sí. María me enseña a ser generosa y entregarme hasta el cansancio, atravesando incomprensiones y murmuraciones. María me dice que ahora que ya estás aquí, Adviento, el corazón ha de ser grande para poder guardar en él todas las cosas en silencio.

Ni idea, Adviento, granujilla, no sé por qué me gustas tanto, si porque me invitas a soñar o porque me conminas a vivir despierta.

En fin, no le doy más vueltas, me gusta tu humilde presencia, tu duración mayor o menor dependiendo de lo que la Navidad necesite, tu ser anuncio de algo bueno, tu…, todo tú.

Y contigo… lo mejor está por llegar, querido Adviento.

Seguimos juntos, gracias por venir. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Un abrazo enorme.

eclesalia.net