PARA (OTRAS) MADRES

GRAÇA ALVES, escritora y poeta, gracaleonor@hotmail.com (traducido por Arantza Uriarte, misionera Verbum Dei)

MADEIRA (PORTUGAL).

ECLESALIA, 03/05/13.-
Con el corazón puesto en la mía, me atrevo a pensar en las otras madres, en las que viven en el silencio del abandono, en las que oscurecen – por falta de luz – despacio, al ritmo imparable de la vejez, en las que no tendrán hoy, un beso, una flor, una sonrisa, el consuelo de un regazo.
No, hoy no voy a hablar de amor, ni de la casa, ni de la voz. No voy a hablar de la comida en el restaurante, ni del regalo que se compra porque es día de dar regalos.

Hoy, es de las otras madres que hablo: de las que esperan la visita, de las que miran para el teléfono esperando que el deseo (apenas la fuerza del deseo) le haga sonar, las que callan los gritos dentro de la soledad, las que anochecen solas.

Es de ella que quiero hablar. De las madres, besos de Dios, que los hombres olvidaron en la prisa de vivir otras cosas. De esas noches de luna que las nubes esconden, porque pesan demasiado en la noche de los días.

Es por ellas que pido. Y por las otras, que ya no ponen la mesa para cenar, las que nos preparan la ropa de los hijos, porque ya no esperan a nadie.

Pido hoy, por los hijos que ya no tienen madres esperándoles, o por los que les esperan en otros lugares. Y por las madres que ya no tienen a quien proteger:

-¡Ten cuidado!, ¡no vuelvas tarde !

Pido por las (otras) madres. Con el corazón puesto en la mía. Pido a la Virgen-Madre, en este mes de mayo, que mire por ellas. Por la mía también.

Pido por ti. Hoy, por lo menos hoy, no te olvides de la tuya. Aunque…

Acuérdate que es por ella que Dios te explica el Amor. Por la tuya. Dale un beso. Aunque…

Acuérdate de que las madres no mueren, y que siempre nos esperan cuando bajamos de la cruz. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

POR (OUTRAS) MÃES

Com o coração posto na minha, ouso pensar nas outras mães, nas que vivem no silêncio do abandono, nas que escurecem – por falta de luz – devagar, ao ritmo imparável da velhice, nas que não terão, hoje, um beijo, uma flor, um sorriso, a devolução de um colo.

Não, hoje não vou falar do amor, nem da casa, nem da voz. Não vou falar do almoço que faz fora, nem do presente que se compra porque é dia de dar presentes.

Hoje, é das outras mães que falo: das que esperam a visita, das que olham para o telefone, à espera que o desejo [apenas a força do desejo] o faça tocar, das que calam os gritos dentro da solidão, das que anoitecem sozinhas.

É delas que falo. Desses beijos de Deus que os homens esqueceram, na pressa de viver outras coisas. Desses luares que as nuvens escondem porque pesam demasiado na noite dos dias.

É por elas que peço. E pelas outras. Pelas que já não põem a mesa do jantar, que já não preparam a roupa dos filhos, que já não estão à espera.

Peço, hoje, pelos filhos que já não têm mães à espera. Ou que os esperam noutros lugares. E pelas mães que já não têm a quem proteger:

– Tem cuidado. Não voltes tarde.

Peço pelas (outras) mães. Com o coração posto na minha. Pedindo à Mãe deste mês de maio que olhe por elas. Pela minha também.

Peço por si. Hoje, pelo menos hoje, não se esqueça da sua. Mesmo que. Lembre-se que é por ela que Deus explica o amor. Pela sua. Dê-lhe um beijo. Mesmo que. Lembre-se que as mães não morrem e que estão à nossa espera, sempre que descemos da cruz.

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