Palabras del Papa Francisco a los trabajadores del Vaticano

Papa Francisco
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Palabras del Papa Francisco a los trabajadores del Vaticano

Les pido perdón porque no hablaré de pie, tengo un poco de gripe y no me siento bien, lo haré sentado.

Queridos hermanos y hermanas,
La Navidad ya cercana nos ofrece la bella ocasión de reencontrarnos y darnos las felicitaciones.
Antes que nada deseo agradecerles por su trabajo, por el compromiso que ponen para hacer las cosas bien, siempre, también cuando no hay ningún reconocimiento. Tantas veces uno hace algo bien y no es reconocido. Quisiera agradecer en modo particular a quienes entre ustedes desde hace muchos años hacen el mismo tipo de trabajo, un trabajo a menudo escondido, y buscan hacer las cosas como se debe. Sabemos que esto es normal, es simplemente hacer el propio deber; pero sabemos también que para nosotros seres humanos no es fácil, no somos máquinas –¡gracias a Dios!- y a veces necesitamos un incentivo, o cambiar un poco… Los felicito a ustedes que sienten un justo orgullo por hacer bien las cosas normales de cada día. ¡Gracias! Vamos hacia adelante, en los diversos ámbitos del trabajo, colaborando juntos, con paciencia, buscando ayudarnos uno al otro.
Y mientras les agradezco, quiero también pedirles perdón por los escándalos que ha habido en el Vaticano. Pero quisiera que mi y su actitud, especialmente en estos días, sea sobre todo aquella de rezar, rezar por las personas involucradas en estos escándalos, para que quien se ha equivocado se arrepienta y pueda reencontrar el justo camino.
Hay otra cosa que quiero decirles, quizá la más importante: les animo a cuidar su matrimonio y a sus hijos. Cuidar, no descuidar. Jugar con los niños, con los hijos. El matrimonio es como una planta. No es como un armario, que se mete allí, en la habitación, y basta espolvorearlo de vez en cuando. Una planta está viva, se cuida cada día: se ve cómo está, se le pone agua, y así. El matrimonio es una realidad viva: la vida de pareja nunca debe darse por sentada en ninguna fase del camino de una familia. Recordemos que el don más valioso para los hijos no son las cosas, sino el amor de los padres. Y no me refiero sólo al amor de los padres hacia los hijos, sino al amor de los padres entre ellos, es decir, la relación conyugal. Esto hace tanto bien a ustedes y ¡también a sus hijos! ¡No descuidar a la familia!
Por lo tanto, antes que nada cultivar la “planta” del matrimonio, que son ustedes esposos, y al mismo tiempo cuidar la relación con sus hijos, también aquí, centrándose más en la relación humana que sobre las cosas. Hablar con los hijos, escucharlos, preguntarles qué piensan, este diálogo entre los padres e hijos hace tanto bien, hace crecer en madurez a los hijos. Nos centramos en la misericordia, en las relaciones cotidianas, entre el marido y la mujer, entre los padres y los hijos, entre hermanos y hermanas; y cuidemos a los abuelos… Los abuelos son tan importantes en la familia. Los abuelos tienen la memoria, la sabiduría, no dejar a un lado a los abuelos, son muy importantes. Me decía una señora joven que tiene un hijo de 7 años y con ella vive la abuela de noventa años, que no está del todo bien, le han aconsejado internarla en una casa de descanso. Y esta mujer sabia ha respondido a quien le aconsejaba internar a la abuela en una casa de descanso: no, yo quiero que mi hijo crezca al lado de la abuela. Sabía, sabía el bien que hacen los abuelos a los nietos.
Cuidar la paz en la familia, ¿que se discute en las familias? Lo sabemos todos, un matrimonio que no discute parece anormal, lo importante es no terminar la jornada sin hacer las paces. Hermanos que no discuten, siempre, hacer la paz. Y ustedes padres cuando sus hijos han discutido antes de ir a la cama decirles ustedes que hagan la paz, dense la mano, dense un beso.
Aprendan esta sabiduría de hacer la paz ¿han hecho la guerra durante el día? ¿La guerra caliente? No dejen que esta guerra se haga fría porque la guerra fría del día siguiente es más peligrosa de la guerra caliente ¿Entienden? Hacer la paz en la noche siempre.
El Jubileo va vivido también en la iglesia doméstica, ¡no sólo en los grandes eventos! Más bien, el Señor ama a quien practica la misericordia en las circunstancias ordinarias. Esto quiero desearles: experimental la alegría de la misericordia, comenzando por su familia. Gracias por su trabajo, perdón por los escándalos y vayan hacia adelante en esta comunidad y lleven mis saludos y mis felicitaciones a sus seres queridos, a los ancianos y a los enfermos. Continúen por favor a rezar por mí. Gracias de nuevo y ¡feliz navidad!